Aprovechando la pierna que ella había hecho que enroscase a su alrededor, atraje su cuerpo hacia el mío recostándome contra la pared. Al sentir como ella me rasgaba la camisa compuse una media sonrisa y dirigí mis labios ávidos de su piel nívea hacia la base de su cuello, recorriéndolo con suavidad, de vez en cuando mordiendo su piel que parecía casi mármol. Subí así hasta su oído, sintiendo su respiración y la mía agitadas. Justo entonces su manos tocaron uno de mis pechos sobre el sostén y solté un involuntario gemido.
-Podrías verme con menos verde si vamos a mi departamento -solté de repente.
Las dos facetas de mi personalidad estaban ahora unidas, justamente porque ninduna de las dos se había sentido antes tan atraída a alguien. ¿Qué importaban ahora el resto de abogados? Ellos también tenían sus facetas incompetentes, además... No quería pensar en ello, no ahora. Estábamos en una pequeña pausa, ahora la miraba frente a frente, tenía mis manos entrelazadas detrás de su cuello. La luz de la luna le daba a sus ojos una coloración extrañamente amarilla. El agua corría por su cara, su cabello lucía perfecto así como estaba, empapado y desordenado. Bajé la mirada un momento y sonreí de medio lado, para volver a fijar mis ojos en los suyos.
-Estamos a dos calles -proseguí, acercando mi cabeza a la suya- ¿O prefieres seguir aquí? -pregunté en un susurro con un claro tinte de picardía.