Salvame el Alma (James Cathedral)

Invitado

Ayer llegó a este país en busca de respuestas, en su interior estaba aquella duda que lo dejaba intranquilo en su vida eterna. Caminaba de un lado a otro dentro de su habitación, desazonado, con pasos apurados, con los puños apretados. Se detuvo en la ventana para ver como se cubría la ciudad con la noche. El viento frío silbaba al entrar por aquel ventanal que agitó las cortinas levemente. A lo lejos se escucharon unas campanadas, repicaban como si fueran una invitación. Con la mirada fija hacia esa estructura antigua que le traían recuerdos, su mente quedó quieta en ese instante. Un suspiro que era la imitación de un simple mortal, con los movimientos exactos, perfectos, se quedó mirando el horizonte. Aflojó los puños y dio unos pasos dentro de la alcoba. Se detuvo frente a un espejo en el cual podía ver su rostro marmóreo, parecido a un ángel, con esos pequeños rulos que caían sobre sus pómulos haciéndole sus facciones más marcadas, sus ojos ámbar brillaron con las luces de la calle que se filtraban por la ventana, su mirada estaba en un punto fijo, en la biblia sobre la mesa de noche, a lado de un rosario. Otra vez, estaban las campanadas, esperaba que esa invitación se marchara, pero no, ahí estaba, continua e insistente.

Su mente dejó la sed, aunque en su interior se derretía de deseos, esos deseos de probar la tibia sangre, dejando ese preciado líquido dentro de su cuerpo, saciando la sed que tanto le comía la garganta. Recordó los ojos de aquella mujer que le suplicaba por su vida. Su olor era dulce, le corrompía el interior, trataba de alejar esa imagen una y otra vez. Las campanadas se hicieron presentes, era la última llamada, era tiempo de asistir. Un movimiento inexistente y estaba fuera de aquel recinto, dejando atrás la puerta. Seguía las campanadas, tenía una pequeña ilusión, una luz de fe en su interior la cual disminuía con el paso de los días, creía que permanecería así, el pensaba que su voluntad era inquebrantable y eso era lo que temía, porque cada momento en esa vida no era el mismo, en algún momento su debilidad ganaría y resbalaría en el abismo para ser lo que siempre ha sido, lo que se convirtió en un principio, en un vampiro.

La concurrencia asistía al servicio de la noche, apurados entraban aquel edificio que parecía una casa vieja, que resguardaba historias aun no contadas, donde se guardaba la esencia de dios y del espíritu santo, donde yacía la única esperanza de encontrar el perdón eterno de su alma. Tomó asiento hasta el final, donde no había mucha gente, y sobre todo, los que pasaban a su lado se alejaban enseguida. Era el momento de escuchar la ceremonia que daría el padre.

Tema: Re: Salvame el Alma (James Cathedral) Sáb Abr 25, 2009 3:23 pm

"Porque el alma de la carne esta en la sangre"

Leviticos 17:11

~La gente murmura entre ellos, antes de que yo aparezca en el altar. Todos callan al verme.Como cada día paso la mirada lentamente de un lado a otro de la nave, todos agachan o desvían la suya, yo soy capaz de ver más allá de sus ojos cargados de verguenza, yo se más de lo que aparentan, todos mienten, todos esconden sus propios dramas personales...¿Me temen?...¿Me respetan?...Hacen bien...

Veo entrando a una figura humana algo tarde, sus movimientos son muy precisosos, camina cavizbajo y se sienta grácilmente en una de las últimas filas. Atrae mi atención, y me quedo bloqueado unos segundos, está demasiado lejos como para apreciar sus rasgos, pero su piel blanca destaca sobre los atuendos oscuros de los demás feligreses. Aparto la mirada algo confuso...¡Idiota! Como puede alterarte un simple hombre. Me doy la vuelta, levanto las manos y comienzo la misa con un "Oremos", todos agachan la cabeza y entrecruzan las manos, vuelvo a darme la vuelta, me encanta verlos así, sumisos, devotos, manejables, predecibles...yo los vigilo...y no se me escapa ningún detalle.

Continúo la ceremonía, les hablo del infierno, de los pecados, me río interiormente al observar sus miradas de terror. Todos desean permanecer la eternidad al lado del benebolente Dios...Todos me parecen estupidos...temen al mismo dios que ellos han inventado...-Esta es el caliz de la sangre, sangre de la alianza nueva y eterna...que será derramada por vosotros pecadores...para poder salvaros de vuestros pecados-Mis palabras son intensas, me llevo el caliz dorado a los labios, pruebo un poco de ese insulso vino, levanto las ostias, y pronuncio su ceremonia. Las personas comienzan a ponerse en fila, delante del altar, les doy el maldito "cuerpo de cristo" con una amable "Qué Dios esté contigo", al que me responden agachando la mirada. Aquel hombre sigue sentado de la misma manera, solo, casi en la penumbra...El organo suena grave, y ceremonioso...un acompañamiento perfecto, para aquel hombre de piel blanca, y sombra oscura.~

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