Bailemos con la Muerte [Libre]

La misteriosa mano del destino nos había conducido a Lucian y a mi a un extraño enigma en el que nuestros distantes caminos parecían converger sin remedio. Nuestras visiones eran tan similares que el simple hecho de recordarles me estremecía por completo, helando mi sangre durante un par de segundos. ¿Cómo era posible si ni siquiera éramos padre e hijo consanguíneamente? Pero, por encima de cualquier cosa, ¿nos enfrentaríamos al final?... Carente de respuestas, necesité abandonar la comodidad de la mansión de mientras la luna empezaba a elevarse en el cielo, resplandeciendo con un terrorífico matiz de poder y soberbia.

Las llantas del Lamborghini chirriaron violentamente en cuanto pisé el acelerador del vehículo y salí del garaje. Por cortesía, decidí dejar un mensaje a mi dama de hielo antes de ausentarme de mis dominios. Las ideas me asaltaban inmisericordemente una tras otra en una sucesión desagradable que me ocasionaba frustración al ser incapaz de descifrarles. Aferraba el volante con tal salvajismo que casi sentía las uñas quedarse pegadas a la piel del timón de mi automóvil.

Inconsciente, me dirigí hacia Seattle, a la urbe más grande en los alrededores. Quizás requería pasar algunas horas en el bullicio tan sofocante de una ciudad, alejarme de la soledad de mi castillo y permitirme pensar en asuntos completamente distintos, no tan enloquecedores. Con aquellas determinaciones, estacioné el vehículo en las inmediaciones de la famosa Plaza de los Pioneros. No era la primera vez que me detenía por ahí, incluso en el pasado, al terminar de impartir clases... recuerdos... no más.

Caminé con la capa negra colocada a los hombros, esbosando una sonrisa socarrona que fácilmente ocultaba las dudas que atacaban mi salud mental. Me senté a contemplar el paso de las personas, perdiendo mi mirada en algún lugar, quizás transportando mi espíritu a otra zona... otro país... al viejo continente... aún tenía mucho por hacer allá, y el tiempo seguía corriendo en mi contra, como el injusto verdugo que busca apresurar la sentencia para disfrutar de la mirada desesperada de su víctima.

Hoy era la noche mas maldita, la noche que me habia condenado al eterno silencio de la soledad. Hoy, hacia exactamente un año, trescientos sesenta y cinco dias atras, habia ocurrido el evento que habia cambiado mi vida de una manera bastante radical. En los ultimos dias, me la pasaba en Seattle, y hoy habia tomado la decision ilusa y radical de buscar al vampiro que acabo con la vida de mi hermano. Me sente en la plaza de los pioneros, con las lagrimas brotando de mis ojos, con el alma desgarrada, llorando sin poder contenerme. Me hice ovillo en la banca, la noche me envolvia, mientras el mundo seguia corriendo. El aire frio me calaba los huesos, las horas pasaban lentamente, perdi la nocion del tiempo, ahogada en mi dolor.

Frustración, la mejor manera de describir mis sentimientos en aquellos instantes de medicatión, de desesperación y deseos ardientes de descifrar el oculto significado de las visiones de Lucian y mías. Meneé la cabeza varias veces, lenta y suavemente, desechando una idea tras otra, un trozo de disparate tras otro. Al final, después de un rato, me di por vencido... temporalmente, cansado por forzar la marcha de mis neuronas al límite... y un tanto más.

Me pusé en pie con algo de pereza, respirando hondo, observando como la gente se alejaba con rapidez de la zona a la cual planeaba dirigirme. Un destello de curiosidad afloró de inmediato, al tiempo que enarcaba una ceja, expresando una fracción de mi confusión en el acto. La capa se movió acompasadamente, con el mismo ritmo de mis pisadas. Reí un tanto sorprendido de lo que mis ojos me revelaron casi una tercia de segundos más tarde: una joven de cabellos rojos como las llamas del infierno, sostenida por un individuo carente de sus sentidos... al menos de su funcionalidad completa.

El sujeto parece tenerle de rehén, y la situación se me antoja divertida, quizás hasta atractiva. Una manera de distraer mi cabeza de problemas más trascendentales. Llevé una mano debajo de mis vestiduras, hasta el lugar donde mi daga siempre me acompañaba. El frío acero me sacó una sonrisa por demás macabra mientras recorría la distancia hasta el escenario, ante la mirada atónita de muchos y el sonido de las sirenas en las proximidades. Tenía que actuar rápido si quería hacer algo, desaparecer con la misma velocidad. Al menos, la suerte estaba de mi lado al colocarme a espaldas del hombre.

-¿Alguna vez habrá bailado con el diablo a la luz de la luna llena?- me pregunté recordando una línea de cierto largometraje. Sostuve, con la baja temperatura de la ciudad, la daga en mi mano derecha. El practicar esgrima me había ayudado a dar pasos sigilosos como los de un felino y a dominar el latido de mi corazón, bajar las descargas de adrenalina que seguramente me llevarían a cometer una torpeza.

Girando un par de ocasiones el arma entre mis manos, completé el trayecto hasta rehén y agresor. Tenía ganas de burlarme de su estúpido modus operandi, pero prefería llevar a veloz término la divertida empresa que me propuse.

-Touché- murmuré mientras hacía un perfecto corte en la muñeca que sostenía el arma de fuego, con lo cual inutilizaba su mano con plena facilidad. Un codazo bien acertado derribó al sujeto, liberando a la rehén de inmediato... Vaya cosa, creía recordarle de una charla en la universidad, alguna ocasión con la profesora Jamie...- Si no le apetece ser objeto de la policía o la muchedumbre, saldrá de aquí- dije entre risas a la joven de cabellos rojos, dando media vuelta para salir de escena por donde había llegado.

Se acerca entonces un hombre que me resulta terriblemente conocido, ladeo la cabeza ligeramente, más preocupada en ese momento por reconocerle que por evitar al desalmado que no me deja escapar. Con un movimiento limpio y premeditado logra deshacerme del brazo que me sujeta por el cuello. Nada más encontrarme libre acaricio el lugar donde antes estuvo ese sucio brazo, le dirijo una mirada de profundo desprecio e intento absorber su aroma de forma que éste quede grabado en mi memoria. No merecía servirme de alimento, sólo jugaría con él un rato, el suficiente para que mi irritación se desvaneciera y finalmente decidiera darle muerte.

Ignoro a la multitud expectante, girándome bruscamente en la dirección en que el humano se perdía, fácilmente logro alcanzarle. Camino a su lado en silencio, a sabiendas de que él era consciente de mi presencia. Miro al frente aún cuando me dirijo a él, hablando con mi habitual voz suave guardiana de mis sentimientos y auténticas intenciones. Esta vez no era más que diversión.

-¿Cómo que es que el héroe se da a la fuga? ¿No piensa acaso regodearse un rato en su pequeño momento de gloria?- una sonrisa torcida aparece en mis labios, siempre lista para salir a campar a sus anchas en mi rostro.


[Off: Perdón por la tardanza y por el cambio de color...me estoy descubriendo (?) xDDD]

Avanzo rápidamente, retornando por donde he aparecido. La gente murmura a mis espaldas, contarán historias seguramente, pero al menos atraparán al tonto que jugó a ser grande y terminó perdiendo. Si fue afortunado, sólo tendrá unas heridas superficiales, aunque si he sido certero, perderá parte de la movilidad de la mano de forma permanente, pues tendrá cortadas en los tendones. Al final, me importa lo mismo que cambiar un billete de un dólar por una moneda.

Un par de pisadas me siguen, debe ser la joven... trato de recordar su nombre en mi mente mientras mantengo la mirada fija en la calle que se abre frente a nosotros. La capa negra se mueve como en una especie de danza hipnótica provocada por la manera en que me desplazo en ese instante, como si bailara sobre las pacíficas olas del mar.

Suelto una nueva risa ante las preguntas de la mujer, pelirroja al parecer. Sus palabras parecen bastante objetivas, veraces. Quizás debería regresar y seguir la sugerencia que me realizan, pero la realidad es que me parece una tontería exhibirme ante la gente... aunque, es cierto, le traería más publicidad a mi compañía americana.

-Der Krieger der Oper ist nicht so- digo en mi perfecto y claro alemán, recobrado ligeramente tras mis recientes aventuras con mi princesa de hielo- Sería una pérdida de tiempo y captura de atención innecesarios... redituables no obstante- añado curvando los labios al lado opuesto de mi acompañante- Le conozco de la universidad, ¿no es así? Desayunamos con la profesora Jamie alguna vez- concluyo viendo finalmente como la calle da vuelta a la derecha, justo a donde deseo seguir para encontrar mi Lamborghini.

(Off: Never mind, siempre es divertido rolear contigo, aún sin conflictos bélicos XDD)

La sonrisa en mi rostro se hace un tanto más notoria conforme la mujer a mi lado habla. No le culpaba, si era lo que pensase el día que la conocí, no dudaría que conocer tantas personas podía resultar confuso en ocasiones, los nombres una simple sombra del pasado que viene y va. La elegante manera de manejar las palabras confirma un poco mis sospechas, nadie común y con su, aparente, edad emplearía un lenguaje semejante, a menos claro que decendiera de una familia con grandes recursos, tal como yo. Las posibilidades terminaban siendo tan infinitas como las estrellas en el cielo.

El silencio se transforma en nuestro temporal acompañante, mientras mis pensamientos retornan donde Lucian unos instantes. La mirada de aquel monstruo de ojos verdes podía dejar petrificado durante un segundo, pero lentamente conseguía recordarle con más odio, sentimiento que me auxiliaba a tenerle por un insecto más que por un cazador de inmortales...inmortales... sí, esa era mi misión.

Una pregunta brota en las tinieblas de la calle, a escasos metros de mi vehículo, negro como un omnipotente dragón oriental. Me detengo un instante, volteando a ver los cabellos como flamas de la mujer que caminase a mi lado. Con un semblante sereno y poco descifrable, aprendido de, irónicamente, mi padre, elijo las palabras para responder a tan divertida interrogante.

-La mayoría de mis ancestros han sido maestros en el uso de las armas blancas- declaré con cierto orgullo- Muchos de ellos vivieron durante el medievo, aunque uno sólo sobresaldría de entre ellos- agregué con notable desagrado- Así que, supongo, no podía quedarme atrás, por cual sí, he pagado mucho para adquirir mis dotes como espadachín... Seprov Iskander Von Wednar- agregué con una sonrisa que exhibía seguridad, al tiempo que extendía una mano a la joven... si respondía a aquel gesto quizás conseguiría más pistas para armar el rompecabezas que aún lucía como un montón de pincelazos de especulaciones.