Un Nuevo pueblo, una nueva oportunidad...*libre*

Ya me habia instalado en el hotel, la mochila y la guitarra se habían quedado en el cuarto y yo habia salido para explorar un poco el lugar donde iba a vivir por un tiempo, no se veía mal, era tranquilo y el clima en realidad no me molestaba, el frío no estaba del todo mal si me ponía a pensarlo.

Caminaba por la avenida y decidí entrar al café que ví por ahí para tomar algo que me hiciera entrar en calor, ya cuando respiraba salía humo de mi boca y si bien era gracioso, me iba a convertir en una paleta humana pronto.

Cuando entré, friccioné mis manos y después de buscar con la mirada me senté en una de las mesas que tenía vista afuera para ver a las personas pasar, esperando que el mesero reconociera mi existencia tarde o temprano.

Había acabado la visita a un cliente cuya casa de campo se encontraba cerca a Forks, el pueblito más lluvioso y desconocido de toda la península de Olympic. A pesar de estar cerca al verano, el día era endemoniadamente frío, no me explicaba como se las arreglaban los habitantes del pueblo con semejante congelador por casa.

Llevaba un traje de chaqueta y falda rojo que me encantaba, aunque ahora me arrepentía de no haber elegido un pantalón. Entré a un café en la avenida principal del pueblo, tan sólo pasra encontrarlo repleto de gente. Estaba a punto de salir cuando ví a un chico que estaba sentado a solas, y dirigí el paso hacia allí.

-Discula, ¿el asiento está libre? -pregunté, señalando la silla frente a él.

De un momento a otro el lugar se había llenado y el mesero seguía sin prestarme atención...suspiré algo frustrado y me distraje un tanto mirando por la ventana hasta que una mujer que se veia muy seria y de traje rojo me habló.

-Por supuesto, sientate si quieres, aunque no te prometo que nos atiendan pronto-le contesté educadamente con una sonrisa, siempre me habían enseñado a ser educado frente a una mujer y eso ayudaba a que mi timidez no se hiciera tan notoria.

Tomé asiento. Le sonreí al chico, aunque esa era una sonrisa a medias, la sonrisa de la abogada. A veces quería mostrarme más humana, menos frívola de lo que era, pero si querías ser el mejor, tenías que arrollar a la competencia... Incluso con altos costos a tu vida personal.

-En algún momento nos verán -comenté, mirando hacia el mostrador, donde un chico se percató de mi mirada y vino hacia nosotros- Por cierto, ¿cómo te llamas? -le pregunté, no me gustaba hablar con tácitos, prefería conocer sus nombres.

Esa mujer daba miedo...era de esas que seguro trabajaban mucho por ser reconocidas y altamente competitivas en su trabajo...conocía varias de ese tipo en casa, se convertian en personas frias y agresivas.

Pero no era el tipo de los que juzgaba sin conocer, por lo que borré todas esas ideas preconcebidas de mi mente.

-Soy Xander-me presenté y le tendí la mano amablemente

-Soy Michelle -me presenté, tomando su mano.

El mesero se había acercado a nosotros, con la libreta lista para tomar el pedido y un par de cartas en la mano, las cuáles nos tendió después de un escueto "buenas tardes". Tomé la carta y empecé a mirar los cafés, sólo pediría un cappuchino y un croissant de queso, lo cual funcionaría hasta la hora de la cena. Cerré el menú y levanté la mirada. Xander parecía estar terminando de sopesar sus opciones.

-¿Vives aquí en Forks? -le pregunté, una vez él hubo cerrado la carta.

Estreché su mano y le sonreí antes de mirar la carta, no sabía si quería algo para el mientras o algo que me llenara, considerando que la comida del hotel no era lo mejor de este mundo. Me decidí por un café caliente para el frio y un pastel de carne. Bajé la mirada y le contesté.

-Podría decirse, acabo de llegar pero voy a vivir aquí por un tiempo, apenas estoy conociendo y tu?-pregunté haciendo conversacion.

El mesero, a dos mesas de nosotros, se volvió al ver que habíamos cerrado la carta. Ambos hicimos nuestros pedidos, yo el mío por el capuchino y el croissant, y él por un café y un pastel de carne. A medida que el mesero se alejaba, empecé a responderle a Xander su comentario.

-Dicen que es un buen pueblo -comenté, sin poderme explicar como la gente podía vivir con tan poca emoción en sus vidas- Pequeño, buenos vecinos... Lo único es que es el pueblo más frío de toda la península -concluí, observando como llovía a través de la ventana.

-Lo noté, creéme-dije y reí un poco- tendré que acostumbrarme al frío eventualmente, precisamente lo que me gusta de los pueblos pequeños es que todo el mundo se conoce, y es fácil conocer a los vecinos, me gusta la tranquilidad-expliqué, casi todos mis destinos en estos meses habian sido pueblos pequeños.

-La vida en las ciudades puede ser demasiado acelerada-concluí.