Italian with the Galway Girl (Sasha)

El recorrido a la Bella Italia fue breve y lo hicimos entre risas, era fácil pasar el tiempo con ella; tan fácil que podía hacerlo para siempre y sin siquiera cuestionármelo; bajamos de la Rav y fui hasta su lado a abrir la puerta y ayudarle a bajar, como todo buen caballero que se precie de serlo haría, tomando su mano y guiándola hasta el restaurant tomados de la mano.

Justo a tiempo tomamos la reservación, ya que era temporada y las mesas se necesitaban, pude ver claramente a un par de parejas que nos miraron desanimados, al ver que la mesa que quizá quedara disponible, finalmente sí se había ocupado. La hostess nos llevó hasta un gabinete pequeño, adecuado para dos personas y junto al cuál, ya habían puesto a enfriar una botella de vino tinto -una vez más... Feliz cumpleaños, mi Galway Girl- le dije con una sonrisa, una vez que ambos estuvimos sentados y la hostess se diera vuelta tras encender la vela que estaba al centro de la mesita -como te dije, tengo varios regalos de cumpleaños para tí... y uno más viene en camino- comenté, tomándole de la mano y en sincronización perfecta, un hombre con su acordeón en la mano llegó comenzando a tocar los acordes de Galway Girl, la cuál canté yo para ella, en nuestra perfecta burbuja rosa particular.

Empecé a reír sorprendida a medida que él empezaba a cantar con el acordeón al fondo. Muchas cosas me había imaginado que pasarían en este cumpleaños, pero ahora que lo veía todo, el día de hoy había ido sorpresa, tras sorpresa, tras sorpresa. Algo increíble pero cierto, y eso era... Genial. Sonreía como una idiota, y seguía con la sonrisa tonta en la cara cuando el pronunció las palabras finales de la canción.

-Gracias, knight in shiny armor -respondí riéndome, antes de acercarme a darle un beso rápido- ¿Te había dicho cuan hermosa me parece esa canción?

-No, en realidad no lo habías dicho, pero me alegra que te guste... porque esa eres tú, the most beautiful Galway Girl in the world- le sonerí con esa misma sonrisa idiota que me había venido acompañando durante los últimos meses, estar con ella me hacía feliz y no había nada que me impidiera demostrarlo -el siguiente regalo... bueno, ese vendrá después de la cena ¿qué le apetece a mi hermosa novia el día de su cumpleaños?- pregunté con una expresión que pretendía ser seria y lejos de eso, estaba seguro que causaba risa, o por lo menos eso decía mi reflejo en el ventanal del local, que teníamos justo a un lado.

-¿Qué me apetece? -pregunté retóricamente, mientras repasaba el menú con la mirada- Vaya, parecce que no cambio mi menú... -recnocí con una sonrisa, tomando su mano-..

Entonces, recordé esa primera cita en Port Angeles. Spaghetti a la Bolognesa. Ése plato siempre me lo recordaría a él, a sus sonrisas, a sus labios color carmín, a su voz, sus canciones... Sí, me lo recordaría siempre a él.

-Spaghetti al la Bolognesa -pedí con voz firme, sin quitar los ojos de Drew un segundo- ¿Y tú?

-Entonces serán dos... vivamos el encanto, como en La Dama y el Vagabundo- abarqué la mesa con mis manos -lo tenemos todo... un mantel a cuadros blanco con rojo, luz de velas, vino tinto y la bolognesa completaría a la perfección la postal- le sonreí con dulzura, era una tontería, sí, pero me parecía simplemente encantadora la idea de compartir un momento así con ella.

Justo en ese momento, el mesero levantó nuestro pedido y nos dejó solos una vez más -a esta altura creo que me he pasado de la raya con las sorpresas- arqueé una ceja, mirándole y tomando nuestras copas con vino recién servido; entregándole una a ella -aunque si te parece demasiado... en cualquier momento puedes decir "Andrew te pasaste de la línea"- le sonreí nuevamente y al final, levanté mi copa para brindar con ella -por tu cumpleaños... el primero de muchos que vamos a pasar juntos- aseguré en tono seductor.

-Creo que la línea quedó atrás hace mucho... Y no me importa haberla cruzado -repuse con una sonrisa.

Levanté la copa y brindé con él, llevándola a mis labios con una sonrisa que denotaba mil cosas al tiempo. Bebí un trago corto y la puse de nuevo sobre la mesa, para entrelazar mis dedos de nuevo con los suyos.

-Que así sea -le respondí, rompiendo en risas hacia el final de la frase

Sentí la magia fluyendo entre nosotros, era como si el mundo simplemente dejara de girar a nuestro alrededor, era una burbuja pequeña, pero muy feliz y en realidad no tenía intenciones de salir de ella; entrelazamos nuevamente los dedos y repetí la misma frase -que así sea- la miré directamente a los ojos, perdiéndome por un momento en el profundo azul de su mirada, memorizando que tan profundos eran los hoyuelos de sus mejillas al sonreir y ese par de arruguitas de la risa en la comisura del lado derecho de sus labios, seguramente por esa sonrisilla socarrona y ladeada que siempre se asomaba en sus labios cuando estaba de bueno humor.

La mesonera volvió con nuestra cena y a regañadientes solté su mano, para darnos espacio para cenar -buen provecho Sash- le dije a media voz, comenzando a enredar unos spaghettis con el tenedor y en ese movimiento en espiral, recapitulé cada momento del día, desde su rostro sorprendido cuando al fin, Willow la dejó asomarse a la ventana, hasta nuestro prácticamente día entre cuatro muros y montones de flores que habían dejado una memoria clarísima tatuada en mi memoria.

-Buen provecho -respondí, tomando el tenedor.

Empecé a enrollar los spaghettis en el tenedor con aire distraído, mientras pensaba en todo lo que había pasado ése día. Había sido, por mucho, el mejor cumpleaños de mi vida, al menos de la parte "adulta" de ésta. Me había reído como una niña, había suspirado como una adolescente enamorada -¿después de todo, no lo era aún?- y Drew había hecho que me sintiese mujer. Sonreí de medio lado al reparar en más detalles, incluyendo el anillo que hasta ahora había pretendido mantener fuera de mi cabeza. El anillo que de seguro estaría guardado en el bolsillo de Drew, el anillo que seguía recordándome la propuesta que me había hecho, literalmente, sudar frío.

-Creo que las pastas no tendrán jamás el mismo significado -admití tras haber pasado un bocado, y compuse otra sonrisa medio pícara.

-Las pastas, el mar, la luna... nada volverá a ser lo mismo- correspondí su sonrisa, inclinándome hacia ella para dar un tono de mayor confidencialidad -me gusta creer que el primer día de mi vida, fue esa estúpida fiesta griega, hacía mucho que no tenía un motivo para ser realmente feliz Sasha... gracias por entrar a mi vida- le robé un beso breve y después seguí con la cena, incluso en silencio era cómodo estar juntos, nuestro tiempo, nuestro espacio, en resumen, nuestro pequeño mundo.

-¿Hay algo más que mi princesa quiera hacer para cerrar la noche de su cumpleaños?- pregunté, sonriéndole con una sonrisa extraña, o por lo menos eso parecía a juzgar por la forma en que estaba mirándome, me gustaba sorprenderla, pero habían sido suficientes sorpresas para un sólo día, le tocaba a ella decidir cómo cerraríamos su noche.