Peligro de Muerte (Dra. Blanchard)

Detuve el automóvil en el estacionamiento del edificio donde estaba el apartamento de Blanchard, tapé a Fromm con mi chaqueta y la subí abrazada, corrí lo mas rápido que pude sin levantar sospechas. Toqué la puerta, mientras en mi mente aparecía un remolino de pensamientos. Estaba confundido, porque lo hizo, lo había prometido, recordé el lugar en llamas, tal vez Fromm provocó a Freda, pero que sabía esta chica de todo esto, que sabía de nuestra existencia. Volví a tocar y fue en ese momento que me abrió.

-Bonjour -No había tiempo para formalidades, nos habíamos conocído en la universidad, en las reuniones que hacía el rector cada mes - Pardon par arribar así, pasó un accidente–al menos eso era lo que creía que había pasado, o eso quería creer, miré el interior- Necesito de su ayuda ¿Podemos pasar? –Estaba desesperado, necesitábamos salvar a la chica que estaba en mis brazos- Fue mordida por uno de nosotros, pero no se a que grado… -La dejé recostada sobre uno de sus sofás-La recogí hace como 15 minutos -Miré a la chica, puede percibir que ambos estamos llenos de tisne y con olor a humo, como si hubieramos escapado de un incendio-

El olor a humarada, sangre y sudor humano llegaron a mis fosas nasales junto con el sonido de una pisada relativamente fuerte en el descansillo del pasillo que llevaba a mi apartamento y el efluvio de uno de mi especie. Laurent, probablemente, pues lo reconocía de las reuniones que hacía el rector de la UCS cada vez en vez. La sangre, el sudor provenían de alguien que conocía un tanto mejor que Blanc, una alumna y paciente mía: Amaltea. Tocó una vez, y corrí a inhumana velocidad a la puerta. Al segundo toque abrí y les hice señas para que pasaran de una vez. Laurent me informó rápidamente de la situación de Amaltea, que uno de los nuestros la había muerto. Éso implicaba que ya estaba más que enterada de nuestra naturaleza, a juzgar por las sospechas que mostraba hacia mí en sus clases.

Suspiré, un gesto humano que tenía por costumbre.

-Genial, este tipo de heridas no las podemos reportar al hospital -murmuré algo ofuscada- Descríbeme el ataque, tal como lo hayas visto, mientras busco el material de sutura -le pedí a Laurent antes de salir disparada por todo el apartamento a recoger mi material. }

Sin importar la distancia dentro del apartamento, le escucharía como si estuviese junto a él.

Marion empezó hacerme preguntas mientras revisaba a la chica..
-Lo sé, por eso acudí aquí… disculpe, tal vez esto nos traiga problemas, no sé como estuvo el ataque, solo vi que ya estaba sobre de ella, separé a la vampira y enseguida la traje aquí, afrontaré todas las consecuencias, usted no tuvo nada que ver en esto–dije mientras ella se iba por algunas cosas para curar a la muchacha que estaba tendida en el sofá, en ese momento sonó mi móvil- discúlpeme debo responder…-hice un movimiento idéntico a un suspiro, estaba notoriamente aturdido y confundido-.

-… ¿Oui? .. non… non… estoy en el departamento de la Dra Blanchard, dile a tu madre… tranquilízate… si, dime que pasó…mmm tranquilízate… oke… oke… está bien… ven con ella -le expliqué donde estaba el departamento de la Dra, ella me miró y la miré cerré el móvil-

Caminé hacia donde estaba Marion y estaba terminando de curar la herida, la sangre había dejado de fluir… me quedé parado como una estatua mirando. La chica estaba pálida con los parpados inmóviles, los labios de un color mortecino.

-La chica provocó al vampiro, lo cual parece que hizo que se descontrolara y la mordiera, ella quería que sucediera esto… no estoy seguro de como fue, se escucharon detonaciones, mi local se estaba desmoronando, algunos sitios insendiados y el humo empezó a invadir todo el lugar. -hice una pausa caminando hacía una ventana cercana, no sé cual era mi obsesion con las ventanas, pero cada vez que miraba a través de ellas me sentía un poco más tranquilo- Estoy confundido… aturdido- balbuceé para mismo en un tono inaudible, esto era nuevo, hablandome sobre lo que sentía, definitivamente Lizzie había hecho cambios en mi, era algo que me hacía sentir sumamente extraño-

Me volví totalmente insensible al tiempo, no podía asimilar los cambios del medio en los que una figura también irreconocible para mi me llevaba.

La quemazon se torno el sentimiento mas insoportable que jamas había vivido, todos mis organos vitales parecían estarse retorciendo dentro de mi cuerpo mientras se carbonizaban, la sangre, o la poca que me quedaba, corría ardiente por mis venas. Quería retorcerme, gritar, llorar, morirme pero ni un solo musculo me respondía, mis ojos estaban abiertos pero tanto dolor no dejaban que pensara o registrara el lugar en el que estaba. La piel parecía estarse desgarrando sola de mi cuerpo, y sin embargo seguía ahí.

Había ruidos, voces alrededor mío a las que tampoco le podía prestar atención. Quise concentrarme, quise moverme, sentía que algo tocaba la herida de mi cuello, el lugar que mas me dolía, "la mecha" de mi dolor. Sin embargo cuando dejaron de curarmelo el dolor no cesó.

((OFF: yo tmb puedo no? ))

Cerré los ojos ante la repugnancia de lo que tendría que hacer. "Realmente detesto esto," pensé, inclinándome hacia la herida en el cuello de Amaltea. La sed, que siempre estaba presente, ahora golpeaba los barrotes, en un intento de salir. Olisqueé la sangre que manaba de la herida: La concentración de veneno en ése punto era mínima ya, éso tan sólo podía decir una cosa: Era imposible detener el proceso de transformación de Fromm sin matarla desangrada... El veneno corría ya libre por todo su cuerpo. Suspiré relativamente aliviada, no tendría que succionar su sangre, y tomé una gasa con la que limpié la herida, apretando los labios. Mis instintos querían sangre, no era lo mismo atender a alguien en casa que atenderle en el hospital, pero aún así mi autocontrol era remarcable en ése aspecto... Y más aún hablando de alguien con quién había interactuado antes.

Tras haber limpiado la herida, tomé la aguja y el hilo de sutura: No importaba qué tan mal hechos quedaran los puntos, cuando su transformación se completara no se vería ni un rasguño en su cuello, pero ahora esta reparación era necesaria para evitar que su carótida ya lastimada se desgarrase y le provocare la muerte antes de cualquiera que fuere su destino. Pobrecilla. Lo bueno es que mis agudos sentidos y destreza me permitían hacer el arreglo de la arteria sin la necesidad de cámarillas laparoscópicas ni endoscópicas, al igual que la inhumana precisión con la que mis manos trabajaban sobre los tejidos de Amaltea. Menos de un minuto después -aliviada de no tener que retrazar mi ritmo al de un torpe doctor humano corriente- estaba terminando los últimos dos puntos cutáneos, que en menos de tres días desaparecerían de la piel de Amaltea Fromm. Me levanté con la chica en brazos y la subí a la habitación de invitados. Laurent aún estaba mirando por la ventana, haciendose evidentes las sensaciones que él había dicho sentir hacía tan sólo minutos.

-Volveré en treinta segundos -le dije y salí disparada hacia la habitación de invitados.

Dejé a Amaltea sobre la cama y la tapé con las cobijas. Había perdido sangre, pero no la suficiente para sufrir un shock hipovolémico. Aún así, coloqué un par de almohadones grandes bajo sus pies, dejándola en la posición de Tredelemburg* para mejorar el flujo sanguíneo hacia el resto de su cuerpo. Su corazón latía rápido; el stress fisiológico que producía la ponzoña de vampiro ya había empezado a obrar en el organismo de Fromm. Me encogí de hombros. Ella estaría retorciéndose del dolor por días y días desde ahora, no podía menos que compadecerme de ella. La transformación y ser neófito realmente apestaba. Salí de la habitación, corriendo de nuevo, hacia el clóset en el que tenía los artículos de aseo y saqué la lejía; si venían más vampiros no quería que anduviesen medio locos por el olor de la sangre impregnada en los cojines y la tapicería de mi sala. Llegué de nuevo al estar, agarré los dos cojines y fuí a la cocina, donde los desgarré e impregné con alcohol, lanzando una cerilla a la caneca. El fuego consumió en pocos segundos lo que quedaba del material de los cojines, eliminando así buena parte del olor a sangre. Volví al estar, donde Laurent me miraba algo escéptico y mientras empezaba a limpiar con la lejía el suelo y la tapicería -que por esto mantenía blanca- le hablé:

-Laurent... Tienes un nuevo integrante en tu clan -le comuniqué- El veneno se ha extendido por todo el torrente sanguíneo de Amaltea, intentar succionarselo habría sido asesinarla por desangramiento. Ya sabes que debes educarla, si pretendes que los Volturi no vengan a meter sus apestosas y decrépitas narices por éstos lares -le recordé, cerrando el recipiente con la lejía- Y... No hay mucho que pueda hacerse si ella provocó a quién fuese que la hubiese atacado, es su voluntad. Creo saber porqué lo quiso así...

Tomé aire y agregué, más para mí misma que para él.

-Idiota, casi le cuesta la vida.

OFf: Perdon Metz :/ Seremos (o tal vez la palabra es "sere") mas atenta con las reglas.

Mientras miraba por aquella ventana mi mente trabajaba a marchas forzadas, le di vueltas y vueltas al asunto, por un momento temí que alguien se diera cuenta de lo sucedido sobre todo los cambia formas que abundaban en las cercanías de la ciudad. Saqué de nuevo el móvil para hacer unas llamadas. Hablé un rato con algunos sujetos que había conocido semanas atrás. Sentí el olor a lejía, linóleo, tela y humo, todo para desaparecer aquella sangre que nos hacía volver a un hábito olvidado, al menos esperábamos haberlo olvidado. Apareció Marion de nuevo y la miré con seriedad.

-Marion, tome sus cosas nos vamos de aquí. Lleve sus documentos, saldremos de la ciudad – Lo pensé mejor debíamos salir de la ciudad, había movido mis influencias para sacarnos de ahí, unos contactos que había hecho para cuando me fui a Brasil un mes atrás- Renté una avioneta nos esperan en cuarenta minutos. Hay que sacar a Fromm de aquí, pronto empezará a retorcerse del dolor, iré por ella si me permite –hice una seña de permiso para ir a buscarla- Corremos peligro si nos quedamos aquí… -abrió paso para que pasara tomé a la chica en los brazos envuelta con una frazada, su piel estaba pálida, parecía que estaba dormida, aunque la expresión de su rostro parecía que en su interior estaba corriendo el veneno de nuestra naturaleza. Salí de la habitación y Marion estaba en la puerta con su maletín de medico y una bolsa más, por mi, las cosas materiales no tenían valor alguno.

En el automóvil acomodé a la chica en el asiento trasero y Blanchard se quedó de copiloto, manejé hasta el aeropuerto, en el caminó le llamé a Freda ordenándole que se presentara lo más pronto posible en el lugar.

Estacioné donde estaba el aparcamiento privado para abordar la avioneta, Marion se quedó con la chica mientras fui a ver todos los trámites y los papeleos. Cuando estuvo todo en orden regresé donde estaban las dos mujeres para ir abordar la avioneta, solo faltaba Freda para irnos de ese lugar esperaba que llegara pronto.
-Lo siento Marion –le dije apenado- Lamento haberla involucrado en esto, en verdad lo lamento… sobre todo, le agradezco su ayuda.

Salimos del apartamento enfletados hacia el aeropuerto. La expresión de gravedad de Laurent era increíblemente solemne, se le notaba cuán preocupado estaba. Quién fuese el o la que había atacado a Amaltea, debía ser cercano a Blanc, a juzgar por su reacción… Aunque quizá podría equivocarme, también era consciente de ello. Suspiré agradecida de tener siempre una reserva de morfina en casa, así como mi maletín que solía ser más que útil en estos casos de emergencia.

[…]

Al llegar al aparcamiento, Laurent se bajó del auto, al parecer a terminar los papeleos que se requerían para un vuelo charter. Yo me pasé al asiento trasero y saqué la jeringuilla, que llené de morfina. Las venas de Amaltea sobresaltaban en su nívea piel, por lo que introduje la aguja sin problemas. Le apliqué dos tercios más de la dosis usual para un humano de su tamaño y edad, el veneno que hacía que su metabolismo se acelerase se encargaría de evitar una eventual sobredosis. Los latidos de su corazón iban aún rápido, pero no lo suficiente para sospechar una fibrilación. Pocos minutos después volvió Laurent. Me miré descorazonada, no podría cargar a Amaltea si los operarios estaban mirando. Se preguntarían qué tipo de extraño deporte hacía como para ser capaz con alguien de mi tamaño.

-No hay porqué –respondí con sinceridad- Me necesitan más aquí, en el hospital hay más que suficientes médicos a cargo –dije, encogiéndome de hombros.

Miré una vez más hacia fuera, aparentemente no habían más operarios, pero jamás podría decirlo por seguro. Podrían –y seguramente habrían- cámaras de seguridad, lo cual no ayudaría a nuestro cometido de pasar desapercibidos.

-¿Vamos a subirnos ya a la avioneta? –pregunté y agregué en un tono de voz bajo y a alta velocidad- Será mejor si hacemos parecer que Amaltea camina, levantará menos sospechas con los operarios

-Esperamos a mi hija Freda – lo dije en un tono invariable, perdido- Dije a los operadores que llevaremos a una chica a otro lugar para tratar, que tiene una enfermedad que solo en ese lugar la podrán curar, la avioneta es privada, no tendremos que pasar entre toda la gente… no se preocupe. –Hice un movimiento muy humano y ajusté la gorra- La llevaré cargada, como si estuviera dormida, tome sus cosas, por favor lleve estas llaves al casillero 420 la espero en el la zona de abordar, no tendrá ningún problema, la registré como el medico de Fromm. Ahí esperaremos a Freda…

Llamé a Brody, pero no respondió, le deje un mensaje diciéndole que las llaves del coche las había dejado a su nombre en el casillero 420 del aeropuerto, que pasara por ellas y que la esperaba en Alaska en unos días.

Levanté a Tea y la acomodé como una muñequilla de tela en mis brazos cubriéndola con la frazada como si estuviera enferma, la llevé hasta donde estaba la zona de abordar habían un par de personas que me miraron extrañados, vieron a la chica que tenía un aspecto enfermizo y enseguida me dejaron pasar, subí con ella al aeroplano especificando que nadie, subiera. Al poco tiempo llegó Marion y minutos después llegó Freda.

Tomé las llaves que Laurent me tendía con gesto despreocupado. La calma, así fuese aparente, funcionaba siempre mejor en estos casos.

-420, está bien -dije antes de salir caminando a velocidad humana hacia el lugar.

La gente se volvía a observarme curiosa, se preguntaban como esque tenía semejante cara de muerta y aún así seguir en pie... Escuché a un niño pequeño decir eso. Suspiré, era preferible que siguiera siendo tan inocente como entonces, que no se diese cuenta del montón de cosas extrañas a su alrededor. Unos minutos después llegué a los casilleros, el chico que atendía se había quedado, de golpe, sin aliento. Mi voz interna empezó a reir, a veces olvidaba el efecto que los de mi especie teníamos sobre los seres humanos.

-Quisiera dejar ésto en el casillero 420 -dije con tono amable, pero cansino. Le entregué las llaves- Gracias... -dije y fingí mirar con detenimiento su placa-... Jack.

Me volví y caminé de vuelta hasta el muelle en el que estaba el avión privado que Laurent había rentado. En la entrada tuve que mostrar mis documentos, y una vez ellos comprobaron que yo era, de hecho, el médico de la "chica enferma" me dejaron pasar sin mayor problema. Él sostenía a Amaltea en su regazo, yo incliné una de las sillas para que ella estuviera medio acostada y la cargué hasta el lugar, le aseguré el cinturón y me senté cerca, monitoreando constantemente sus signos vitales básicos: Frecuencia cardiaca y respiratoria, que podía registrar sin poner atención apenas. Unos pocos minutos pasaron, y entonces un nuevo efluvio vampírico llegó a mis fosas nasales: Era de una hembra, probablemente, la hija de Laurent Blanc.