Cuando gusten (caminantes silenciosas)

Ese maldito tirano, me habia tenido ocupado todo el dia, ademas parecia que el no durmiera nunca, pero poco a poco a habia ido "acabando" mis tareas, revise mi lista mentalmente.

Primero: tirar la basura. La mochila equipaje que trajo aquella chica... Francesca, se encontraba comodamente en la basura.

Segundo: Llevar un refrigerio al Cerebrin que rondaba por la casa. Por las noches acostumbro a tener muchas flemas y e de hacer algunos ejercicios en mi escupidera, su baso con hielo a servido hoy para tal efecto.

Tercero: Acomodar el salon para las reuniones. Me habia encargado de encerarlo a conciencia, solo me habia defraudado que esos desgraciados parecian tener todos un equlibrio felino, solo esa tal Shad o como fuera me habia deleitado apollando sus posaderas en el suelo.

Cuarto: Enseñarle a Lucrecia la totatildad del castillo. Aun no se como ha logrado salir de la mazmorra sin la llave, pero sera mejor evitarla por unos dias, parece tener malas pulgas.

Quinto: Preparar cada una de las habitaciónes, es una lastima que nadie les haya avisado de que el ala este en el que se hospedaran esta infestado de las cucarachas que se me escaparón, tal vez al acostarse el colchon este crujiente.

Sexto: Subir los cajones al piso de arriba. Demasiado pesado para un abuelo como yo, me duele tanto la espalda, podrias hacerlo tu chico, tienes buenos brazos, y se ve tan vigoroso... Myhr ha echo el trabajo del esclavo.

Bien creo que tengo la tarde libre. Me tumbe placiademente en el sillon, me descalze dejando al aire mis calcetines negros, y comence a leer la novela "Jovenes ocultos"

Me encontaba en la biblioteca de Quince, operando mi computadora portátil mientras disfrutaba de un rato de aire "fresco" fuera del subterráneo. Debía admitir, pese a ser una zona construida con la finalidad de almacenar libros, la sala era notablemente grande, notablemente. Por supuesto, nada tan gigantesco como el centro de mando, ubicado debajo del castillo, infestado de aparatos y un sofisticado equipo que sólamente yo entendiese.

Le había pedido al anciano mayordomo, Smithers, si no me equivocaba, proveerme de un refrigerio pues, aunque entrenado por el propio lord Lucian, aún seguía siendo un humano, y el hambre, acompañada de la sed, me acometían fuertemente de vez en vez. No obstante, me mantuve centrado en el trabajo el tiempo que debí aguardar, revisando algunas conexiones con los satélites, así como la pronta llegada de lanzallamas a la fortaleza.

Minutos después de mi solicitud, Smithers retornó, con un gélido vaso lleno de fría agua. Le agradecí sin mirarle, pues mi vista se encontraba clavada en los datos que procesaba a gran velocidad en mi máquina. Eso, reconozco, fue un terrible error. Al recordar mi sed, tomé el vaso, sintiendo su gelidez, y le di un sorbo, tras lo cual escupí sobre la reluciente alfombra que se extendía bajo mis pies. Acto seguido, tosí un par de veces. Dirigí un ojo al contenido de mi vaso y observé una espesa cosa en él... una flema.

Me levanté furioso, dejando mi computadora en la mesa, buscando al mayordomo. No tardé mucho en localizarle descansando, como maldito vago. De no ser por mis modales, le habría gritado en ese instante. En cambio, me acerqué a él, pronunciando mi queja en voz moderada.

-Me temo que alguien frente a mi ha cometido un ligero error al colocar cierta cantidad de fluidos de su garganta en mi agua- mis ojos sacaban chispas detrás de los anteojos transparentes.

Deje la novela a un lado y le mire por encima de mis gafas de lectura. ¿Disculpe? Pero no puede ser... oh dios mio, le di el vaso equivocado ¿es posible? oh, lo lamento de verdad joven, la vista de este pobre viejo ya no es lo que era, y cometo descuidos, lo lamento de veras, le traere otro enseguida, disculpe las molestias que haya podido ocasionarlo. Me incorpore, me calce y comence a caminar por los pasillos silvando alegremente, era sin duda un dia maravilloso.