Salí de la escuela y me dirigí hacia el cementerio. Antes pasé por la orilla del bosque, en busca de unas flores blancas que tanto gustaban a mi madre.
El pasto de su tumba estaba muy crecido, ya hacía mucho que no pasaba por allí. Jamás me gustó ese lugar, pero era donde más cerca me sentía de ella.
Me llamó la atención la cantidad de personas en ese lugar. Forks jamás fue un lugar lleno de vida, por más irónico que suene en la boca de alguien que relata desde un cementerio. Había algo en esas personas que no me gustaba. Con tan solo mirarlos mi piel se enfriaba y comenzaba a sudar. El ambiente no era el mismo de la última vez que estuve en ese lugar.
La necesidad de irme fue cada vez mayor, y no pude ignorarla.