Una vez la puerta se cerró detrás de Lucrecia me dispuse a escuchar lo que tuviese que decir. Resultó algo notablemente entretenido... ocuparme del trabajo sucio en otras palabras, actuar en las sombras como un simple sirviente con apenas menor poder que la propia alpha. Era fastidiante la idea, sobre todo cuando estás acostumbrado a hacer las cosas a tu particular modo. Sin embargo, el hecho era que Lucrecia solicitaba mi ayuda en ello. Le miré durante un instante más y luego negué con la cabeza, dibujando una sonrisa hostil.
-¿Quieres que me ocupe del trabajo sucio para que los infantes no se desmoralicen por nuestra aparente falta de ética?- pregunté con cierto sarcasmo- Supongo que es algo considerado de tu parte- agregué con un matiz de burla- No tengo inconveniente en hacer nada, jamás lo he tenido siempre que se trata de continuar la labor de aniquilar escorias de este mundo- dije con decisión y firmeza- Pero, deberías considerar entrenar a parte de los niñatos que te has conseguido, yo no nací siendo un mortal cazador, tuve que aprenderlo. Quizás alguno daría una sorpresa con suficiente práctica.. o morirán en el intento- concluí conteniendo una expresión de mayor sarcasmo