Caminaba de nuevo por esa playa, por una extraña razón cada ve me sentía más apegado al mar, y más alejado del bosque. Mis pies descalzos jugueteaban con la húmeda arena, y mi pelo se despeinaba con el viento, que llegaba frío hasta la costa. Era muy temprano en la mañana, el sol apenas comenzaba a salir, por lo que todavía no calentaba demasiado.
Algo me llamó la atención en la orilla, una gran estrella de mar, de un vivo color rojo. Mis ojos se quedaron fijos en ella, parecía que había sido arrastrada con la marea alta de la noche pasada. Me acerqué y la cogí por una de sus patas, parecía que el pobre animal todavía vivía, asi que me introduje en el agua hasta las rodillas para dejarla en unas rocas, con un poco más de profundidad. Mi pantalón corto se mojó un poco y algunas gotas de las olas, mojaron mi camiseta también. En la lejanía una chica rubia contemplaba la escena.