El elfo Ghon se fue de jarra (Mutante: Damian)

Invitado

La zona me parecía cada vez más peculiar, entré a un bar que parecía sombrío, olía de una forma desagradable una mezcla de olores característicos de un bar de mala muerte, cerveza, cigarros viejos, sexo, limpiador de baño, hice una mueca de asco y me fui a sentar en algún sitio. Un par de tragos y el olor se iría. Tenía que observar a los mutantes y sus doncellas. Había bastantes personas que estaban alcoholizadas, una mujer le bailaba a un sujeto, ella no traía nada en la parte de arriba. Una camarera me atendió, tenia una peluca roja y un vestido entallado, pero su cuerpo y sus manos me indicaron que no se trataba de una mujer. Un mutante usurpando el lugar de una doncella.

Sentada fumando un cigarrillo me quedé en uno de los sofás, aparte de todo el gentío, traía una gorra de lana que hacía una sombra en los ojos y en el rostro y ocultaba mi cabello. Tal vez pensaron que era un mutante, mejor que nadie me haya mirado, no soportaría sus miradas lascivas, pero aquí estaba analizando a la urbe, metiendome en los peores antros, donde se supone que nacen las mejores historias. ¿Quién dijo eso? ...

Miré la barra y estaba llena de sujetos, unos tenían aspecto de camioneros o de obreros no lo sabía, pero la mayoría eran obesos y hablaban en voz alta, uno le agarró las nalgas a la mesera que me atendía, cuando regresaba a traerme lo que le había pedido, una botella de Whiskey, un vaso y hielos. Apagué el cigarrillo sobre el cenicero, le pagué a la mesera, pude percibir sus ojos verdes y sus pestañas postizas, me regaló una sonrisa amable y pude ver sus manos que estaban perfectamente arregladas, con unas uñas largas con brillantes. No era una mujer desde luego, pero se veía y actuaba como tal, era un mutante muy interesante.

Dejé escapar un suspiro y me serví medio vaso con hielos, regresaría a casa caminando así que no importaba si me terminaba toda la botella sola. Me tomé en dos tragos todo el vaso y me volví a servir para luego encender un cigarrillo, el fuego brillo en mis pupilas y volví el rostro al percibir una presencia a mi lado, alguien había dejado caer su cuerpo en el sofá.

- ¿Tú que eres escritor? Tienes pinta de acabar como yo si tardas tanto entre línea y línea. ¿Qué estás pensando? Seguro que eres un pajillero de veinte años al que su mamá le ha comprado un cuaderno y se ha creído Dios por hacer un verso. ¿Te la pajeas como los monos eh? No tienes ni idea. Para escribir hay que vivir, ¡sal ahí fuera! llama a una puta y que te cobre el peaje y
el subsidio. ¡Niñato! No me estás oyendo...

Creo que acabé fusilando a aquel anciano, la cabeza me daba vueltas había estado durante casi media hora escuchando la conversación monótona de un borracho separado. Acabé saliendo de aquel antro de divorciados y ejecutivos con traje que solo buscaban relaciones esporádicas con las mujeres que habituaban aquellos lares. Pasé por la puerta de un local mientras buscaba como volver a casa, no lo conocía de nada, pero miré la hora mientras me encendía un cigarro, en aquel momento era un fumador compulsivo y necesitaba sentarme en algún sitio, tomar una copa y tener la mente relajada.

Abrí la puerta como se abren las puertas a los ojos de un niño, ande tranquilo, con paso firme, levanté la vista y vi más allá de los cuerpos. Allí había gente al borde de un ataque de nervios, el nerviosismo que causa la excitación, la intranquilidad de los que están en una fase terminal, incluso la felicidad de aquel que le sonríe la suerte con una máquina de juego.
En este mundo a las personas se les olvidan las miradas, pero con solo verles los ojos podía saber cual era sus sentimientos, o si no, eso pensaba yo. Caminé esquivando sillas, un billar y las lámparas que estaban a la altura justa para golpearse con la frente.
Pedí una copa y me apoyé en la barra, me giré y comencé a mirar el resto de mesas, hasta que vi a una chica que su mirada no me decía nada más que la ausencia de un significado. Estuve mirándola un rato, no podía verle bien intentaba esconderse de alguien, creo que no se dio cuenta de que la miraba.
Cuando me sirvieron mi copa la cogí y me dirigí a aquella mesa, hacía tiempo que no encontraba a alguien así. Me senté de un golpe, ¿querría echarme? Ya era tarde.

- ¿De quien son esos labios tan extraños?

Invitado

Lo miré de reojo cuando se había echado en el sofá. El mutante habló e hizo una pregunta ¿De quien son esos labios tan extraños? Usó la palabra tan. Que aplicaba ¿a que eran demasiado extraños? Simplemente eran labios que su uso eran el primordial, pero podrían tener muchos significados, labios de mujer, de una doncella, podría aplicarse al sexo, al placer y al deseo.

Con mi mano enfundada con un guante de color azul celeste tomé el vaso y lo bebí de golpe sin responderle aun, serví otro golpe igual que al anterior.

-Son labios de una mujer, que pueden costar lamentos, pueden vivir el tiempo… están sedientos… -tomé un trago más de mi vaso y lo miré, primero pasé mi mirada por sus manos y luego por su rostro, le miré a los ojos, descaradamente, sin premura, no se trataba de un ligue ni nada de eso, sonreí de lado y regresé la mirada hacía mi vaso-.

No dije más y le di una calada a mi cigarrillo y me recargué en sofá de una manera informal con el vaso en una de mis piernas y en la otra mano un cigarrillo. Miraba el lugar, era una especie de selva entre tanta perdición, con las risas, humo alrededor, los olores que iban y venían y ahora un mutante que no sabía quien era, su voz tal vez me resultó familiar pero no la reconocía, llevaba muchos tragos encima.

-¿De quien son los ojos que porta el caballero a mi lado? –dije en un hilo de voz, con el acento de mi lengua materna, el tonó de mi inolvidable Francia-

Esperé un momento su respuesta mientras pensé en una imagen del elfo Ghon con una jarra en la mano, con una chica que no era la princesa, con un aspecto desalineado y con el rostro que parece lloverle tristeza, seguramente la princesa nunca le dará el si.

- Del dueño de ese mundo que llevas dentro, ese que empieza detrás de las cuencas de estos ojos negros.

Creía conocerla de algo, pero creo que íbamos demasiado ebrios como para reconocernos. Mis ojos no eran negros en ese momento, azules como siempre, pero cuando se convertían en ese negro intenso era como la agonía de una estrella fugaz. Ese mundo que todos llevamos dentro y que quizás no conocemos del todo, o quizás el alcohol comenzaba a pasar factura en mi cabeza, y ya estaba podando las rosas de mi consciencia.
La cabeza estaba descafeinada, aún me dio más vueltas cuando me levante para cambiarme de lugar en la mesa y me ponerme en el sofá de enfrente de ella, intentaba verla sin ningún impedimento, aunque parecía que había puesto cada impedimento a consciencia.
No dejé de mirarla durante un buen rato, mirada al vaso, a la barra, a la pareja que estaba revolcándose en los sillones de la entrada, a mis ojos y volvía a su bajo y sus rodillas de porcelana.

- ¿Eres la chica de mis sueños?

Invitado

El mutante de nuevo se puso hablar raro, sonreí al escucharle, sin quitarle los ojos a los que estaban ahí, tal vez uno que otro ya no podía mas con su vida, sus miradas estaban perdidas, uno estaba durmiendo sobre la mesa, una mujer le metía la mano en los bolsillos para sacarle su cartera y robarle el dinero.

La misma frase se repitió en mi mente “Del dueño de ese mundo que llevas dentro, ese que empieza detrás de las cuencas de estos ojos negros” Entendí eso, no era precisamente el color de sus ojos, era lo que estaba sintiendo en ese momento, tal vez yo tenía los ojos grises si pudiera definir lo que sentía en ese momento, estaba a punto de que mis ojos se pusieran negros, el mismo color que un cuervo mirando la muerte.

Su voz me resultaba familiar, pero no recordaba de donde, me serví otro golpe para beber, sin decir nada, únicamente fumaba y lo noté un poco inquieto, lo miré levantando el rostro, descubriendo parte de mis ojos. Me causo gracia su pregunta, mutante atrevido, pensé.

-Si en tus sueños se encuentra una doncella con la mirada gris, los pensamientos negros y el alma roja, tal vez lo sea… pero alerta… que no todas las doncellas no son princesas, no todas las doncellas pueden ser parte de tus sueños, los sueños duelen y caen cuando te das cuenta que has despertado.

Me llevé el vaso a la boca y me tomé todo lo que restaba… y lo dejé sobre la mesa. Apagué el cigarrillo y de nuevo la mirada, azul como un hilo frio se poso en la gente del lugar, mi mente estaba en el elfo Ghon, pero ya no habían ideas que surgieran para su historia, seguramente algo aparecerá, siempre hay sorpresas en este mundo.

Princesas, nadie sabía quien había sido, pero yo sí. No había un mundo con princesas, ni manicomios con vistas al mar. No habían princesas en mis sueños, y doncellas casi que tampoco. Cada vez me sonaba más ella, poco a poco la recordaría, la piedra caería por su mismo peso.

- No hay un mundo con reinas, no hay manicomios con vistas al mar. –Volví a darle un calo a aquel cigarro mugriento, y me quedé mirándola.- ¿Tu sabes quién mató a la supersónica? Ella era la reina de las princesas, desde que ella se fue, no hay princesas. Ella fue la que hizo el océano, la que tiro la piedra al mar.

Aquello pasaba a una conversación de esquizofrénicos, algo extraña era aquella conversación, pero ella seguía en la misma tonalidad de métrica. Los sueños y las princesas, la supersónica y los pensamientos negros. Parecía que hablábamos de algo coherente, pero sinceramente ahora, me parece todo una incoherencia. ¿Princesas? ¿Supersónica? ¿Sueños y doncellas?

- Aunque todo en esta vida tiene un límite, perra.

Invitado

Ahora el mutante parecía entender a lo que me refería, lo escuché con paciencia, apagué mi cigarrillo, bebí mi bebida de un golpe y serví una más. Parecía por el tono de voz que estaba enojado ¿Había adivinado? El maldito mutante quería meterme en su mundo de sonidos ¿Quería acaso burlarse de mi?... No me conocía, no sabe con quien se mete.

-La supersónica murió por estúpida. Se bañó con las aguas del océano y el hundió su espada hasta el fondo de su corazón para que ella muera y el océano quede perdido en la locura… Princesas hay muchas, Reinas hay muchas… pero nadie sabe donde se esconden…-Mutante imbécil, pensé-

Me quedé callada un momento, esto me empezaba a molestar, fruncí el cejo y bebí de mi trago y serví otro, quría irme pronto, lo miré y el parecía que ya no tenía los ojos negros, parecían rojos, mejor, que se enoje, que sienta lo que siente una mujer cuando un hombre habla por hablar, dispara sin apuntar.

Reí a carcajadas por lo que dijo, todo tiene un límite, seguramente.
-El limite está hasta donde uno quiera que sea, no vivimos en el futuro –le lancé lo que estaba bebiendo a la cara-Espero que eso apague tu sed mutante -Me levanté de ahí para largarme a otro sitio y agarré mi botella-

Empecé a reír con ganas. Me había mojado entero, ya sabía quién era, no me hacía falta saber más, y seguí riendo como en una locura transitoria. Se había levantado ofuscada, cogió sus cosas y se disponía a marcharse. Yo me eché en el sofá, cómodo, mojado y borracho, y sin dejar de reír. No sabía si me había tirado aquello porque me recordaba, consciente o inconscientemente.

- Lo que no recuerdo de ti, es porque te disfrazabas. – Lo dije al vuelo, no sabía si lo estaba escuchando.- Te lo dije una vez, después de mí, una botella será lo mejor que te lleves a la cama Kat!

Cogí su botella vacía y me subí encima de la mesa y me dispuse a ladrar. – DISPÁRAME! Has renunciado a muchos otros y lo sabes bien, pude empeorar las cosas pero no cambie! Salí del flow como si tu estuvieras esperáaaandome! – baje de la mesa y comencé a seguirla mientras intentaba salir de aquel antro, y no deje de cantarle mientras me movía con gracia - Vivo en una nube toxica esa es mi ventaja! Por si el futuro no me fuera a despertar mañana he superado crisis, baches, biches que ven entristecerme y aun así sigo firmeeeeee!!- después de acabar así, me quedé sin aire y me tiré al suelo mientras reí en una felicidad irracional

Invitado

Estaba a unos pasos para salir de ese mugriento sitio, en verdad la estaba pasando bien hasta que ese mutante empezó con sus palabrerías de querer jugar con mi mente. Me empiné la botella cuando se puso a gritar como un idiota, habla mutante, di lo que quieras... que tus palabras no valen nada para mi... volví de reojo lentamente sobre el hombro cuando dijo perfectamente Kat, ¿Como diablos sabía mi nombre?, nadie sabía mi verdadero nombre. Nadie. Fue en ese momento que caí en cuenta, maldito mutante en jefe, maldito desgraciado. Al menos mi botella es más hombre que tú, es mi fiel compañero en las buenas y en las malas, no habla nunca, me escucha y sobre todo nunca me ha traicionado. Menudo imbécil que eres Damian Noor.

Caminé unos pasos más para seguir mi rumbo, no estaba de ánimos de burlas, ni de discusiones, que se pudra, el y el Flow… cuando lo vi tirado a mi lado riéndose de una forma inconsciente… aplaudí…

-Excelente actuación… -reí- ¿Es todo? ¿Ya me puedo ir?... –tomé de mi botella y sin tomarle mucha importancia a lo que dijo, di media vuelta y casi a trompicones me dirigí a la salida.

El aire frio me pegó en el rostro y seguí caminado, dirección, casa, bebida, en la mano, idiotas, en el bar. Bufé mientras volví a dar otro trago a la botella mientras me sujetaba de una pared.

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