Guantes rojos y un wiskey en las rocas (Mutante: Kian)

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Había llegado en mi motocicleta hasta ese sitio, no sabía con exactitud que hacía ahí, vi gente salir y entrar, el sonido de la música, todo se había tornado extraño por un momento, la princesa ahí estaba en su castillo el elfo Ghon le preparaba n pastel de frutillas.

Caminé hacia el lugar y me senté en un banco en la barra, encendí un cigarrillo y pedí una bebida y un wiskey doble en las rocas. Le di una buena calada y miré a mí alrededor, tenía el cabello en una coleta y traía una boina, en Seattle hacía mucho frio tanto como el Port Angels, me ajusté la bufanda y subí un poco el ziper de la chaqueta. El ambiente estaba tranquilo la música era un tipo de electrónica, habían unas chicas que se divertían bailando y las acompañaban algunos mutantes.

Mi mirada se posó sobre los hielos y tomé un buen trago de mi bebida, me molestaban un poco las lentillas, odiaba usarlas cuando salía, pero era cuestión de apariencia la cual tengo impecable. Un mutante se sentó a mi lado, lo miré de reojo mientras fume un buen jalón de mi cigarro y luego lo dejé sobre el cenicero, esta vez traía unos guantes rojos de cuero, unos que me había regalado mi abuela para mi cumpleaños.

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La mala racha en las apuestas me seguía hasta los lugares más profundos del casino, no me faltaba el dinero, debía aprender a controlar mis impulsos o terminaría en la banca rota, no quería caer nuevamente en las manos de mi hermano mayor y pedirle de su sucio dinero de drogas ilícitas.

Deje a Fire en casa, listo para su paseo con Anael, esperaba que esos malditos jóvenes no les llamaran la atención mi hermana o se las arreglarían conmigo. Maneje mi vehiculo a velocidad normal, necesitaba alcohol en mi cuerpo para pasar las penurias de los últimos juegos, podría quemar una caza abandonada, pero con el árbol que queme la semana pasada aseguraría que los bomberos de la región ya conocían mi pálido rostro.

Llegue hasta un antro muy concurrido de nombre Pzyco, muchas veces entre a aquel local, y siempre salía apostando hasta los tragos, esperaba que esta vez no sucediera lo mismo. Estacione mi camioneta y me dirigí hasta la entrada, caminé como de costumbre entre la multitud llegando hasta la barra, mi cámara fotográfica colgaba de mi cuello, mi vestimenta era normal pasaba desapercibido entre las personas allí presentes.

Una presencia llamo mi atención, una joven rubia, de ojos claros y piel blanca que relucía con las luces del lugar, sus guantes rojos me invitaban sin que ella se enterara a acompañarla. El fuego consumía armónicamente el cigarrillo que fumaba, me acerqué hasta su lado y me senté en una silla próxima. Saqué de mi bolsillo una cigarrera roja con un encendedor pintoresco. Puse el cilindro de tabaco entre mis dedos y lo encendí mirando atentamente la llama que emergía de mi encendedor.

° Un whisky a las rocas por favor ° le dije al barman llamando su atención. Miré a la joven. ° ¿La invito a servirse algo señorita? ° Pregunté con una encantadora sonrisa.

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Miré al mutante, era joven, fumé un poco más cuando el habló. Sonreí a medias. Levanté una ceja… y asentí.
-Lo mismo que tú pero doble –reí ampliamente- Soy Dana –le dije al mutante de forma amable-
Apagué mi cigarrillo sobre le cenicero, mis dedos rojos salían del borde de mi chaqueta negra. Miré su cigarrera, me pareció curiosa, yo andaba un una cajetilla aplastada y un encendedor desechable.

Siempre decía el nombre de la princesa Dana Clover, la que vivía en un castillo de cristal en las montañas amarillas, su mejor amigo el elfo Ghon, hacía todo para conquistarla pero únicamente no pasaba de aventuras. Ghon era un mutante peculiar, hasta me caía bien.
Solté mi cajetilla aplastada de otra de mis manos y saqué otro cigarrillo para encenderlo.
-La siguiente yo la invito - mutante-

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Miré los ojos azules de la joven el tiempo suficiente para no parecer un mal educado, pero nuevamente mis ojos se desviaban hacia ese exquisito color, y constantemente estaba debatiendo en mi cabeza el por que las mujeres no usaban suficiente rojo, podría fotografiar sus finos dedos cubiertos por esa capa de cuero al tiempo que sujetaba el cigarrillo, podía hacerlo, pero tenía que darle tiempo al tiempo… un minuto, talvez cinco, como mucho diez.

° Que así sea entonces ° respondí sonriente, al mismo instante en que el barman llegaba con ambos tragos, al parecer ella ya había hecho su trabajo ordenando un Whisky y una bebida. ° Mi nombre es Kian señorita Dana, Kian Snider a sus servicios ° y allí me encontraba yo, con la sonrisa tan característica de mi padre.

Ella deslizo sus dedos hasta sus bolsillos para sacar otro cigarrillo. Le di una calada al mío llenando mis pulmones con el humo cancerigeno. Una hermosa obra de arte, el fuego quema todo. Quema, devasta, se lleva hasta lo más mínimo como una fuerte oleada. Casi escupo el humo cuando me dijo lo ultimo, las damas nunca invitan diría el pesado de Lance.

° No tiene de que preocuparse yo invito todo ° solté riendo de lado. Mi mirada denuedo se centro en sus guantes, necesitaba tocarlos, ¡Tranquilo! Respiré agitadamente torciendo levemente el gesto. Bebí de mi trago. °¿Desea comer algo? venden comida vegetariana exquisita acá ° ya parecía un promotor del local, siempre encantador la miré en espera de una respuesta.

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Noté que sus ojos se posaron en mis manos, y las bajé de la barra, me incomodaba que me miraran las manos que bueno que siempre las traía con guantes. Asentí al escuchar su nombre y me reí sobre “a sus servicios” mutante gracioso. Fumé de mi cigarrillo en lo que nos servían las bebidas… levanté el vaso y le dije solo para reafirmar:
-Dana Clover, salud –tenía el acento característico afrancesado, aunque hablaba bien ingles, el maldito acento parisiense no se me quitaba con nada-

Le di un buen trago a mi bebida, inmutable, era tan resistente al Whiskey que podría desayunar con un vaso, Katherine eso ya es adicción, lo sé, cigarrillos y Whiskey, tal vez un par de joint para acompañar, sonreí de lo tonta y escuché un poco la música del lugar.
El mutante era un caballero, pero no había que confiarse en los mutantes, asentí solo para seguirle la corriente.
-¿Pues veamos que venden en este sitio? –miré al camarero que me dio uno de los menús donde tenía diversos sándwiches- Tal vez este vegetariano con queso mozzarella –le dije al camarero para luego de un golpe terminarme el Whiskey-

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Sus manos se escondieron al verse acosadas con mi mirada, demonios, ya había notado mi impertinente mirada. La joven tenia un acento europeo bien marcado en su hablar, había conocido a varios franceses en los casinos, aun así no sabía ni pretendía pronunciar alguna palabra en esa lengua. Mi fuerte eran las apuestas no los diferentes idiomas.

Dana Clover no era un nombre muy común, pero para mí los nombres más diversos eran fáciles de recordar. Le dí otro sorbo a mi Whisky añoraba ese sabor a alcohol en mi paladar, sonreí mostrando satisfacción ante el trago.
Un mesero nos tenido los menú, mire la lista pensando en que pedir, el azar siempre resultaba, si, cerré los ojos y miré el menú nuevamente la primera comida que leyera la pediría y así fue como lo hice y ordené: ° Una pizza vegetariana con champiñones, extra queso, y los ingredientes correspondientes °

La joven pidió lo suyo y el camarero anotó rápidamente ° Y más tragos de los mismos ° le dije al mesero, el asintió y se marcho sin apuro. Volví la mirada a Dana y sus preciosos guantes rojos, sin darme cuenta ya tenia una mano puesta en la cámara, me contuve dándole una acogedora calada a mi cigarrillo.

° Francesa ¿verdad? ° pregunté para afirmar la previa información recolectada. El lugar se estaba repletando y la con la música tenia que elevar mi voz para que fuera audible ° ¿Vive aquí en Seattle señorita Dana Clover o sólo anda de visita por el sector? ° pregunté amablemente sin borrar la sonrisa de mi rostro aun que mis ojos ya se salían de su puesto tratando de mantener la mirada en sus ojos y no en sus guantes.

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Kian, parece el nombre de un personaje para un cuento infantil, el elfo Kian y el elfo Ghon, tal vez podría usarlo más adelante. Veamos el mutante parece mirarme de forma extraña, no había que confiar, sin embargo se había portado amable, un trago, comida, ¿Qué más?.. todos los mutantes quieren algo de las doncellas. El mutante pidió su pizza y fumé una calada más de mi cigarrillo mientras lo analizaba un poco luego volví mi mirada hacia mi vaso.

-Si, de Paris.–Todo mundo me lo preguntaba, ¿acaso no se notaba? Acabé mi cigarrillo y lo aplasté en el cenicero, dejando al descubierto de nuevo mis dedos cubiertos en rojo, era una prueba únicamente para el mutante- Solo estoy de visita, vivo en Port Angels… -dije en un tono amable y agarré el vaso old fashion para tomar un buen trago de mi bebida, no podía tomar demasiado tenía que conducir mi motocicleta de regreso- ¿Y usted Kian, es de por estos rumbos?

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¿Podría tocarlos? hasta sentía su suave tacto, traté de detener mi inquietante mirada pero mi mano ya comenzaba a temblar, oler rojo, ver rojo, beber rojo, comer rojo, sentir rojo. Alguien algún día se dignaría a escribir un poema hablando solamente del rojo, o bueno talvez lo había pero yo no me lo sabía. ¿Podría escribirlo yo talvez?... delirando… ya estaba delirando, y la tristeza me invadió, mis constantes cambios de ánimos hasta a mi me preocupaban, aun que me alegraba que no me dieran tan seguido sobretodo cuando tenía que espantar a esos buitres que asechaban a Anael.

° Nacido y criado en Seattle Dana ° respondí cortésmente con la voz amigable, Port era un buen lugar para apostar y jugar póker.

Con la cara desanimada y la mano temblorosa le di un gran sorbo a lo que me quedaba de whisky vaciando el vaso, encendí un cigarrillo y veía como la llama se movía de un lado a otro sin permanecer en su lugar. ¡Fuck!. Mi mano libre viajo sin orden de mi parte a la cámara y un flash fue activado, esa luz casi cegadora y molesta apuntando los delicados guantes rojos de Dana. No bajé la mirada, pero la sangre se acumulo en mis mejillas, estaba seguro de ello.

La cámara con la luz verde aun encendida callo pesadamente sobre mi pecho, no sonreí me sentía triste y apenado para sonreír ° Lo siento ° me disculpe cuando al fin pude dejar de ver sus ojos. El camarero llego con los tragos y ese ruido de los hielos al chocar con la copa llamo mi atención. La música cambió abruptamente y no sabía como la chica tomaría mi sicópata reacción.

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El mutante tenía una mirada extraña, parecía perderse en sus pensamientos, ahora habló y dijo que era de Seattle, por eso conocía bien este lugar. Fumé mi cigarrillo sin decir más, y bebí mi trago tranquilamente, para ser una mujer era extraño que bebiera como un hombre, aunque no dudo que hayan otras chicas que hicieran lo mismo.

Algo le pasaba al mutante definitivamente, miré que su mano temblaba, esperaba que no saliera con sus cosas de mutantes o tendríamos un problema. Y luego un flashazo hacía donde tenía mis manos, ¿Qué demonios?... me puse de pie en un tirón, he tratado con locos a locos pero este estaba peor que el resto. Al menos no podía verlas y solo tenía puesto los guantes.

-Para la próxima… –mutante insolente, al menos hubieras pedido permiso- No habrán disculpas –dije sentándome de nuevo y alejándome un poco del mutante en cuestión. El camarero puso un vaso en frente mía y enseguida me lo tomé de un tiro. Los mutantes cada vez se ponían más extraños, difíciles para el análisis, difícil para entender.

Al menos tenía un humor extraño esta noche, mis manos cubiertas y fotografiadas, que demonios le pasaba al mutante. Pensé en el elfo Ghon, con una cámara fotográfica queriendo sacarle fotos a las flores favoritas de la princesa, fotografiando figuras en las nubes y sobre todo intentando tomarle fotos a las estrellas en compañía de la luna, todo esto para complacer a la princesa.

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Traté de armonizar mis pensamientos pero aún me sentía apenado, quería tocar sus guantes, para mi cabeza no bastaba con sólo fotografiarlos. Mis sentidos seguían pidiendo más y más. Con la mirada busque más rojo en el lugar, pero nada. Las jóvenes vestían negro, azul, verde, amarillo, violeta, casi todos los colores del arco iris pero menos el color en cuestión. Ni los hombres eran capaces de vestir ese color… ¿En qué clases de mundo despiadado estaba viviendo hoy en día?

Divisé como su figura se alejaba de mi lado, era obvia una reacción así ante mi impertinente obsesión. Opté por apagar la cámara ya en ella habían quedado inmortalizados los guantes, sólo me faltaba tener un mayor alcance hacia ellos. ° Bueno, este es el instante donde yo confieso mi fascinación por el color rojo… de verdad lamento esto ° le dí un largo sorbo a mi bebida mirando sus ojos azules. ° Señorita Dana, no fue mi intención asustarla… pero como ya debe saber en el mundo cada humano tiene su obsesión en mi caso es el rojo, en su caso podría ser el cigarrillo. La verdad no lo sé. ° le volví a dar otro trago a mi whisky, baje el vaso y encendí un cilindro de tabaco. Miré con precaución la velocidad en la que ella ingería alcohol.

El rojo de mis mejillas ya se estaba apaciguando, podía notar que la muchacha tenia un carácter singular, tal vez en otro lugar u ocasión me golpearía por la fotografía. La felicidad volvía abarcarme, no me importaba el rechazo en lo más mínimo por lo que siempre decía lo que pensaba sin sobrepasar los límites de la caballerosidad. El mesero se encargo de dejar los pedidos de comida sobre la mesa. ° Espero que esto no haya influido en mi invitación ° señalé cortésmente la comida recién servida. Esperé su respuesta mostrando una sonrisa encantadora, ablandando el terreno nuevamente.

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Ese mutante era un bizarro, solo estaba mirando mis manos y lugo me confesó su fascinación sobre el color rojo y estallé en una carcajada. Con la ayuda de los dientes me saqué los guantes y los puse sobre la barra, no eran las manos eran los guantes… seguí riendo como una loca y hasta casi me ahogo con la bebida.

-Tómalos, te los regalo –le sonreí amable y muy divertida- Sírvanos otra copa –le dije al camarero- Venga, no se deprima, ya tienes los guantes, así como a ti te gusta el color rojo, a mi me molesta que miren mis manos…

Llegó la comida, olía muy bien y el alcohol me había abierto el apetito.
-Tranquilo –mutante en rojo sonreí divertida recordando la situación- Los guantes son tuyos… -le guiñé un ojo- compartamos la velada, no hay ningún problema…

No podía creer la bizarra situación, algo interesante, nunca antes vivido, hasta me pareció encantador, me dispuse a comer.

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