. . : : Touatl tij mati, touatl tech mati (Lucian) : : . .

Consideraba cada segundo alejados como un desperdicio, como un pequeño hueco en su corazón que se veía incapaz de cerrar, al menos con facilidad. Sin embargo, ambos habían decidido llegar en sus respectivos autos, además, servía de entrenamiento, de alguna clase de extraño e incomprensible entrenamiento...

No obstante, el tiempo pasó tan velozmente que apenas fue capaz de percibirle. Una mirada llena de felicidad, por destrozar la infame distancia que mantenía a ambos separados, surgió en los brillantes ojos esmeralda de un ser por demás frío.

Sin resistirse en lo más mínimo, permitió ser guiado por aquel sitio que desconocía por completo pero, de algún modo, presentía era testigo de momentos significativos para su amante. Tenía bien sujeta su mano, no quería perder ni un detalle de la misma mientras le fuese posible, no quería malgastar tiempo a su lado pues era escaso y valioso.

Inhaló profundamente la deliciosa mezcla del aroma particular de Metztli y la del mar, creyendo por un instante que soñaba ante semejante deleite. Pese a ello, el ligero temor y respeto que sentía por la gran masa de agua no desaparecía. Sujetó con algo de mayor firmeza aquella mano que le proporcionaba seguridad, al tiempo que observaba el faro alrededor del cual caminaban, cuyos rayos luminosos daban un bello resplandor al horizonte.

-Concuerdo totalmente contigo- fueron sus palabras, casi inaudibles pero sinceras- Aunque, debo confesarte, el mar siempre ha sido merecedor de mi respeto- confesó suspirando, pasando un brazo alrededor de su compañera, mirándole con evidente dulzura.

El suave viento que soplaba a favor nuestro propiciaba que pudiesemos hablar en susurros, escuchándonos con gran facilidad. Los primeros rayos de la aurora, aquellos que teñían de un sublime color anaranjado el cielo y parecían extender sus brazos a toda la creación en un esfuerzo sobrenatural por brindar paz y calma a los habitantes de la tierra capaz de admirar semejante espectáculo, aquella luz matutina se filtró por mis ojos para alojarse en mi memoria.

No era el esplendor de Gaia lo que observaba, sino la forma en que el mismo universo se unía para magnificar infinitamente la descomunal belleza de Metztli mediante su toque particular y plagado de vitalidad. Incapaz de resistirme, pasé ambos brazos por la cintura de mi compañera, al tiempo que sentía los suyos alrededor de mi cuello, permitiéndome experimentar alguna clase de correspondencia total, sintiendo una especie de ansiedad incontrolable por aprisionar cada segundo que pasaba... ansiedad por congelar el tiempo y verdaderamente del dote de la inmortalidad.

El ligero sonido de las olas golpeando contra la orilla, unas solitarias gaviotas graznando y la luz del faro que todavía se mantenía como un silencioso centinela sobre nuestras cabezas, todo ello era el más fantástico escenario natural que podría haber pedido para pasar un momento a solas con la mitad de mi alma, con la mitad más humana de mi ser que recidía en el templo corporal de Metztli.

Sus palabras llenaron mis oidos y emociones mientras mi cerebro asimilaba la entonación particular que adquirían las mismas. Leyendas, leyendas, de ello trataba el pequeño discurso que escuchaba gusto y atento, rindiéndome ante el manjar que representaban el par de relatos cautivados por mi mente con sumo cuidado. Disfrutaba en demasía la compañía de aquella fascinante mujer tanto como la sabiduría que compartía conmigo.

Sin embargo, cuando surgió la interrogante, una interrogante para la cual no poseía respuesta distinta a la ignorancia, el par de esmeraldas que admiraban casi de forma semejante a la adoración el rostro suave y bronceado de Metztli, adquirieron un minúsculo asomo de sorpresa. Traté de buscar en la enigmática mirada de mi interlocutora, en la mirada que podía encerrar mil y un secretos y simultaneamente ser comparable a un libro abierto, pero no ubiqué respuesta alguna.

-Para mí es sinónimo de felicidad- comencé con un gesto de seguridad en lo que decía-, Metztli será por el resto de los siglos que vienen más que la alegría proporcionada de manera indigna a la Luz tenebrosa que borró la esperanza de tantos seres y buscó la venganza sostenida por la injusticia, será motivo de inspiración para las huestes celestiales y los miembros del Partenón- añadí haciendo alusión al significado del nombre que portaba, empleando un tono que claramente evidenciaba el hechizo de amor al cual me encontraba sujeto- Que el cielo y la tierra me corrijan si he fallado, porque para mí corazón, Metztli, tu nombre y tú han venido a salvar la Luz que había vendido su existencia al diablo

Una vez finalicé mi respuesta, completamente colmada de sentimentalismo, busqué con determinación los labios dulces que fuesen capaces de mover cada una de las fibras nerviosas dentro de mí, deseando, necesitando su poder para infundirme fuerzas y continuar mi existencia, hasta hace poco, solitaria y desolada.

Mujer de la Luna....Mujer de la Luna... jamás olvidaría el significa- el verdadero significado- del nombre que Metztli portaba con orgullo, con una intrigante alteza que realmente me podía sorprender de buena manera. Tendría que pasearme por México, descubrir algunos de los secretos que esa nación encerraba, de las tradiciones e historias que llegasen a mis oidos en el Renacimiento provenientes de la tierra de los ancestros de Metztli.

Un segundo, sólo un segundo me pregunté si acaso yo estaba portando adecuadamente la Luz y la Protección que me había sido conferida desde la cuna... Jamás lo sabría, puesto que aquel que me diese bautizo se encontraba en otro mundo, asesinado por mis manos en un momento de arrebato justiciero, en un momento que planeara durante tanto tiempo.

Al siguiente segundo, las divagaciones concluyeron al volver a sentir el ardor del fuego que crecía fuertemente al deleitarme con el sabor mismo de Metztli, de mi Luna, forzando el Crono a cesar su avance para darnos oportunidad de vivir y amar como jamás lo habíamos hecho antes... al menos, yo, desde luego.

Sin preocuparse, justo como se debe vivir, fui buscando un momento para llenar mis pulmones de aire y poder cumplir un deseo que crecía en mi interior. Miré con firmeza el rostro celestial que se exhibía frente a mí, pasando una mano por aquellos cabellos tan agradables al tacto e incluso a la vista.

-Debía ser la Luz Guardiana de mis protectores, ¿sabes?- comencé como si estuviese a punto de relatar una historia muy antigua... lo cual era cierto- Lucian Alexander, esa era mi misión. Sin embargo, el destino deseó que me revelase y decidiese proteger otros intereses, combatir la tiranía que amenazaba con dominar el mundo entero a base de fuerza y destrucción, destrozar la mano que me alimentase... Al final, me volví algo similar.- negué con la cabeza al recordar mis actos a través de los siglos- Imagino que debo aprender de ello... no lo sé- susurré al aire, mientras elevaba la mirada al cielo, donde esperaba que Sonja me protegiese.

Al menos las palabras me reconfortaban un poco. Quizás, sólo quizás, estábamos destinados a crear una imperecedera leyenda, una leyenda de amor que pasaría de generación en generación y motivaría a otros seres a permitirse a amar... a saber que la esperanza jamás desaparece sin importar lo que la existencia pueda poner como obstáculo.

Un destello de curiosidad se manifestó en dos ojos llenos de vitalidad y energía, curiosidad característica en la hermosa joven frente, curiosidad por... ¿por qué? Nuevamente me quedaba en la penumbra de la incertidumbre. Sin embargo, ello no importó mucho cuando llegaron a mis oidos dos palabras que iluminaron mi día más que el propio astro rey. Las disfruté y agradecí con la mirada hasta que....

No pude sentir más que un impulso, el desplazamiento de mi cuerpo tomado completamente por sorpresa y la consecuente inercia que ocasionó... El sonido del agua al ser golpeada por cuerpos que ingresan en su reino fue audible por fugaces momentos.

Por reflejo cerré los ojos y dejé de sentir aquellos cálidos brazos alrededor de mí. Casi al inmediatamente, siguiendo mi instinto, nadé para alcanzar la superificie y tomar tanto aire como mis pulmones podían almacenar.

-Eso ha sido..... inesperado- fue lo primero que dije al recuperar el habla tras la descarga de adrenalina que recorriese mi cuerpo por unos segundos, sacudiendo la cabeza mientras buscaba con la mirada a la doncella de la Luna, todavía sorprendido e incapaz de saber como reaccionar.

Las gotas de agua empapando el reluciente rostro de Metztli conferían una belleza adicional y salvaje a la mujer que amaba. No pude admirarla por mucho puesto que desapareció bajo el manto marino. Le busqué con la mirada ligeramente paralizado, incapacitado para reaccionar con celeridad. Para mi desgracia, cuando logré pensar nuevamente, sólo sentí un fuerte tirón y el agua volvió a cubrirme por completo.

Unas burbujas escaparon hasta que dulces labios sellaron la fuga de aire que experimentaba. Era tan inaudito lo que vivía, algo totalmente nuevo e incomprensible para mi persona. Duró poco pero suficiente para volverse inolvidable.

Retorné a la superficie, con una agitada respiración. La misma voz encantadora que tanto me fascinaba escuchar me recibió y de inmediato comencé a reir como no lo hacía desde la última vez que la viese. ¿Acaso esa parte impulsiva me hechizaba de manera aún más especial? Talvez.

-¡Diablos! No te disculpes, creo que necesitaba un poco de eso para sentirme algo más vivo- dije entre risas. Retiré algunos mechones húmedos para contemplar en su hermosura máxima las facciones más sublimes que viese en mi existencia- No sé como describirlo, pero me ha gustado- alcancé a declarar torpemente

Era incapaz de explicarse como su vida había saltado de la agonía al punto más elevado del gozo y alegría, como era capaz un mezquino engendro como él conseguir las gracias del paraíso de forma tan maravillosa. Quizás, como su Ángel de Música le acababa de revelar, existen cosas que simplemente no tienen explicación.

Se aproximó a su compañera venciendo con facilidad la poca resistencia que las aguas oponían a su potente cuerpo, que si bien no se veía tan musculoso y llamativo como el de muchos otros inmortales, sí era dueño de una fuerza abrumadora, además de bastante intimidante.

Bajo la cubierta acuática que mantenía a resguardo el cuerpo de ambos, un par de varoniles manos tocaron con cuidado la esbelta figura observada por un par de gemas verdes que centelleaban una profunda devoción por Metztli. Contrario a cualquier apuesta, el otrora asesino de vampiros exhibía una paz absoluta, casi al grado de ser contagiosa.

-Dime, si es un sueño, ¿qué debo hacer para no despertar?- preguntó una voz llena de esperanza- Y sino, dime cuál es el precio que debo pagar para prolongar estos segundos a tu lado por la eternidad entera- el endurecido rostro de Lucian, ahora rebosante de luz, se acercó lo necesario para alimentarse una vez más de la calidez de los labios de su dulce amada, a quien no podía imaginar lejos de él.

Cada instante al lado de Metztli le parecía la mejor forma de invertir su victoria sobre la muerte y el tiempo. A cada instante que pasaba, el influjo ejercido sobre él por la criatura más excelsa que conociese en su largísimo andar incrementaba su fuerza exponencialmente. Jamás, en sus mil años de morar en la Tierra, había experimentado una atracción tan irresistible, tan adictiva, tan necesaria.. Sintió el deseo de abandonar su larga cacería para permanecer, tal como ella lo sugiriese, juntos hasta que el destino dictase lo contrario.

Y antes de poder reir sonoramente por el extraño comentario hecho con la adorable voz que amaba con absoluta perdición, el éxtasis le invadió con renovado brío, mientras sujetaba por la cintura a la dueña de su corazón y pensamientos, dejándose llevar por la emoción e intensidad de un momento que, a pesar de saber posible su repetición, era incapaz de conocer cuantas veces podría disfrutarle como lo hacía en esos instantes.

El aire puro de la naciente mañana, el aire de esperanza corrió por sus pulmones hasta invadire, el aire que le obligase a separarse a regañadientes de su motivo de existir. Le contempló unos segundos, preguntándose cuanto habría de esperar para jamás volver a dejarle.

-Creo que esa es parte de la magia del amor, Metztli- comenzó finalmente, aún recuperando la estabilidad en su respiración- Yo puedo ver en tí la perfección existente en la mano del creador del universo y en mí la encarnación misma de la voluntad de los infiernos a causa de tantos actos que puedo contar en mi haber.- meneó la cabeza un par de veces, ocultando brevemente con los parpados los fulgurantes ojos esmeraldas con que fuese dotado- Sinceramente, no puedo concebir a que belleza puedas referirte, no en un rostro, cuerpo y almas tallados en las más ásperas piedras de la guerra y la venganza- terminó con una sonrisa que fácilmente delataba su confusión.

Jamás la maquina calculadora que residía en Lucian fue capaz de predecir lo que escucharía tras formular una pregunta que, a primera mesuración, era de lo más inocente e inofensiva. ¿Cómo aguardar una respuesta así cuando estaba acostumbrado a ser visto de forma semejante a un líder guerrero, fiero, intimidante e incluso inmisericorde en otros tiempos?

Elevó el rostro hasta divisar el firmamento unos segundos, tratando de asimilar las palabras pronunciadas por Metztli tan sólo segundos antes. La evidente sonrisa que acompaña a la sorpresa agradable se presentó súbitamente en el pétreo rostro de Lucian, quien observase de reojo el tono escarlata que nacía velozmente en la cara de su amada.

Un par de ojos verde, de un verde intenso y casi perforante, se posaron de nuevo en la piel cobriza que centelleaba suavemente a causa de la luz natural. Respiró hondo un instante, buscando hacer suyas aquellas cualidades que le reconociesen, al tiempo que su diestra tocaba con delicadeza la mejilla izquierda de Metztli, retirando algunas gotas de agua marina con el pulgar.

-No lo sé, quizás tengas razón, quizás simplemente me he acostumbrado a mirar sólamente los errores y atrocidades que cometo cada día- rió sin imprimir demasiada fuerza a aquella forma de manifestar su alegría, por alguna razón que ignoraba- ¿Sabes? Me ha gustado mucho verte sonrojada nuevamente, es tan distinto de admirar tu ira- añadió completamente embelesado

-Pronto... muy pronto... no habrá que pensar en algo así, rosa de la noche, te lo prometo- murmuró tan suave y cariñosamente como su fría humanidad le permitió, mientras una serie de pensamientos le asaltaron sin remedio alguno.

Con la mano izquierda sintió la húmeda cabellera de Metztli, todavía tratando de imaginar la forma en que sería su vida sin la guerra o el ejército formado por su liderazgo... quizás... el tiempo de retirarse finalmente llegaba, o simplemente de colaborar de forma menos activa a la cruzada milenaria que él mismo iniciase.

-No obstante, debo confesarte algo- dijo en voz baja, acercándose al oido derecho de su compañera de vida-, nunca me gusto estar tan empapado que parezca arrugado como una pasa- completó a modo de broma, mientras sonreí, alejándose sólo lo suficiente para volver a deleitarse con el hermoso rostro que era engrandecido gracias al amanecer.

Temía que se acostumbrara demasiado a aquella proximidad tan deliciosa para él, que terminara por olvidar su habitual fría, siniestra y calculadora forma de ser, perdiendo parte de la esencia por la cual se convirtiese en el líder de un numeroso grupo de guerreros. Sin embargo, también creía que, por mucho que perdiese, el intercambio era justo: felicidad a cambio de su puesto como cabeza de los Blood Avengers.

Nadó de vuelta a la orilla, después de sentir la calidez y afecto de Metztli rozarle de nuevo con aquel mágico toque capaz de maravillarlo infinitamente, una y otra, y otra vez. El sol comenzaba a levantarse con majestad, acogiendo con su luz todo cuanto existía en la creación.

-Deberás contemplar un ocaso en Eslovaquia, la nieve brilla con tal esplendor que te hace olvidar cualquier pena albergada en tu corazón durante unos segundos- comentó mientras sentía la tierra firme bajo de él, dejándose invadir por la alegría de salir de los dominos del mar- Aunque también es muy fascinante observar la sangre de un vampiro regada en el blanquecino suelo invernal de los Cárpatos- añadió con una sonrisa macabra.

Buscó adivinar, profundizar con la mirada más allá de lo que las palabras de su amada le habían querido decir. La duda vino consecuentemente, una duda que dejaría pasar por alto... sólo esa ocasión, pues algo le indicaba que sus interrogantes se verían resueltas cuando las circunstancias fueran las adecuadas para ambos... en Eslovaquia.

Se retiró la gabardina que cubría parte de su cuerpo, dejando sólamente la camisa casi pegada al pecho. Sacudió juguetonamente el cabello para mojar a Metztli, permitiendo que una carcajada escapara de su garganta.

-Hay tanto que te revelaré en Europa...- anticipó con seriedad, puesto que resultaba importante para él mostrar parte de sus raíces a su adorada compañera- Espero no termines por asesinarme una vez que te cuente mi historia... una fracción de ella- añadió un tanto más animado, aunque no por ello menos preocupado por lo que podría suceder en sus propios dominios... dudando de si sería lo correcto o no... de si su decisión sería la más acertada en esta ocasión.

-Así es- confirmó con un frío aplomo, casi rayando en lo descortés a causa del pesar que la certeza de tener que verla a escondidas le causaba. Puso sus manos en la cintura de Metztli como minutos atrás, cayendo en una incongruencia al exhibir un enorme cuidado al tocarla, queriendo recorrer con las yemas de los dedos... recorriendo con la yema de los dedos la parte baja de la espalda hasta llegar a la altura de los hombros.

Era una ironía para los dos: tener una eternidad para disfrutarse y amarse y ser presas de la premura... de la necesidad por ocultarse durante un tiempo... Quizás, si habían esperado, en su caso, por tan largos siglos el amor verdadero, unos pocos meses transcurrirían como el agua en la mano del viajero... sólo quizás...

-Pero... ¿de verdad sería tan malo hacerte enojar?- preguntó con una sonrisa que delataba sus intenciones.

Tan veloz como la centella, sin dar tiempo suficiente para una respuesta, puso ambas manos en los costados de Metztli y, con su sobrenatural fuerza, la levantó por sobre su cabeza, riendo como un niño travieso.

-Dime qué ves desde ahí arriba- dijo clavando sus ojos en el rostro de su compañera.