Azul, esperanza y sentimientos olvidados

Mis dos manos, ambas llenas del aroma tan delicioso de Metztli, percibido por mi cerebro a través de mi mente, se encontraban alrededor de su cintura, apenas distanciadas de su cálida piel por una fina capa de tela. Ambos oídos se agudizaron ante una voz tan baja que parecía provenir de mi cabeza... o ser percibida directametne por ella.

Supe que no soñaba porque una frase resonó nuevamente con fuerza en medio de un paradójico silencio, lo hizo por segunda ocasión y una oleada de alegría, la cual comenzaba a transformarse en una costante en presencia de Metztli, recorrió cada parte de mi cuerpo y alma. La sensación de flotar, de que la habitación giraba en torno nuestro, fue invencible, sin ocasionarme mareo alguno.

El par de manos que poseía dieron inicio a un breve viaje que concluyó en las palmas de aquella excepcional mujer por la cual sentía una fortísima devoción y atracción en una infinidad de sentidos. Regalé una sonrisa mientras permitía que mis pensamientos gozaran de libertad, para unirse a la suave brisa que se filtraba a ocasiones.

-Sólo me pregunto si los cuatro pequeños luceros que resguardas en este palacio no sentirán alguna clase de respulsión a mí- besé fugazmente la frente de mi anfitriona, cerrando los ojos para guardar esos segundos a perpetuidad- Ahora seremos cinco quienes deseen disfrutar de tu compañía- añadí todavía en tono de broma y seriedad simultaneamente.

Convivir con niños... convivir con seres cuya consciencia es vivaz pero incapaz de ser expresada al mundo adulto de una forma fluida o verbal... Llevaba siglos dirigiendo ejércitos de soldados, ejércitos compuestos por cambiaformas de diferentes ideologías, de diferentes formas de sentir, de diferentes convicciones que sólo convergían bajo mi guía... Sonaba como algo majestuoso que yo veía como una necesidad. Ahora me enfrentaría a cuatro pequeños, cuatro pequeños de quienes, sin duda, conseguiría ampliar mi sabiduría.

Disfruté de una melodiosa risa, una risa contagiosa que, pese a sus características, fue incapaz de conducirme por el camino de su dueña. Ya habría tiempo para aprender a reir con mayor soltura, ya habría tiempo... o eso esperaba.

-Supongo que nos llevaremos...bien- murmuré con cierta firmeza y un asomo de afecto por aquellos futuros cambiaformas aún sin conocerles a profundidad... sabiendo que si Metztli les estimaba sería por una razón. Será interesante, además de un medio de aprendizaje me dije con firmeza, tratando de convencerme de que un reto así no sería tan fácil de superar- Moriré en el intento de lo contrario y tú deberás comandar a casi ochocientos cambiaformas en Europa- concluí con un intento de reir... el cual terminase ligeramente mal, en un sonido breve y cómico semejante a un silbido.... debía admitir que mi humor podía a llegar a ser difícil de entender la mayoría de las veces, incluso para mí.

Cuatro niños... el número retumbó en los oídos de un cambiaformas llenó de emociones tan variadas como asesinatos se contaban en su haber. Ignoraba si sería capaz de sobrellevar una vivencia como esa aunque a sus ojos se exhibiese como una tentación, una tentación para probar su suerte y, más que nada, sus capacidades mentales, principalmente la paciencia.

-Quizás no sea tan distinto a como he terminado más de una vez tras un arduo día de regaños y fuertes llamadas de atención a mis soldados...- los pensamientos de Lucian no eran claros, carecían de un fundamento más allá de las conjeturas que pudisen forjarse en la zarandeada mente del ancestral ser, cuyo corazón se encontraba en condiciones semejantes.

Un suspiro escapó de aquella boca que mordiese con fiereza la piel de diamante de miles de vampiros a lo largo de la historia. Y, apenas momentos más tarde, de esos mismos labios cubiertos de muerte, escapó una risa en respuesta a aquel gesto de Metztli... en respuesta a un gesto que movió cada músculo de su cuerpo sin que supiese el motivo... quizás sólo necesitaba reir un poco para mantenerse vivo, quizás era el efecto que ocasionaba su compañera de vida... al final, su rostro inhumano se desbordó de alegría momentanea.

-Metztli, no es interesante... es... fascinante, es un arte, una gran emoción el ponerte delante de tantos hermanos y saber que sus esperanzas descansan en tus hombros- consiguió decir poco después, recuperando su aire formal de manera total- Quizás resultaría tan innovadora una sensación así como lo fue para mí colocar a Wendy en su cuna- concluyó esbosando un gesto que apenas conseguía rayar en la dulzura, motivado por el recuerdo de la pequeña que cautivase su atención por un rato.

Ver en Metztli el porte natural de un sabio líder fue cosa relativamente sencilla para Lucian, quien sabía que podría confiar en ella si algo malo le llegaba a suceder algún día... podría confiar en ella tanto como lo hacía en Raze, quien representaba lo más cercano a un amigo para él y fungía como mano derecha desde, prácticamente, el momento en que ambos se conocieran.

Otro punto claro en la mente de Von Wednar fue que longevidad no era sinónimo de omnisapiencia, que cada segundo, cada fracción de la vida, puede traer un cúmulo increíble de conocimientos... y esa noche su postura al respecto se vio reforzada cuando, en medio de un instante de calma, de seriedad, la polifácetica madre de un par de hermosos bebés pasó una mano traviesa por parte de sus cabellos, arrancando una expresión de sorpresa y confusión a un hombre tan frío como el hielo del ártico.

-Este mundo es gobernado por aquellos que saben dosificar su espotaneidad y son capaces de llevar a otros en un camino por el cual son constantemente redescubiertos... No existe nada de lo que debas disculparte- fueron las palabras emitidas en respuesta a la disculpa innecesaria de Metztli.

A continuación recordó por un momento al propio Seprov... aquel hombre engendrado para sucederle al frente de su compañía... aquel humano cuyas capacidades acabasen siendo superiores a sus expectativas originales... aquel hijo con quien se encontraba enemistado por adular a los vampiros... aquel sujeto que le desafiase.

Se reveló en su rostro un ligero tinte de preocupación. Aún tenía una promesa que cumplir y esperaba no verse forzado a ello pues carecía de los deseos de charlar al respecto, aunque lo haría sin titubear si así se lo pedían, pues una promesa cumplida fomentaría los vínculos de confianza entre ambos, cosa que Lucian deseaba con notoria fuerza en su corazón... deseaba tener alguien con quién poder hablar abiertamente... deseaba tener a una amante y amiga si el universo se lo permitía.

Una edificación semejante a un castillo, pero mucho más acogedora que Nachtburg o el Castillo Peregrino apareció de pronto en mi mente, con claridad. No era del todo ajeno a ella, había caminado por sus pasillos en alguna ocasión pero me resultaba sufiente para grabar muchos detalles guardados tras aquellas paredes... para recordar a su dueño, a mi hijo...

Sacudí la cabeza con delicadeza una vez alcancé a escuchar, en la lejanía, la adorable voz de Metztli. La casa en que me encontraba recuperó sus proporciones, oscureciendo el tétrico recuerdo de la mansión Von Wednar en América.

Seguramente, aunque no hubiese venido ninguna clase de propuesta, me habría sentido en perfecta disposición para expresarme... únicamente porque así lo había prometido. Respiré profundamente antes de que cualquier otro sonido escapase de mí, buscando mantener mi ecuanimidad.

-Ya que eres tú quien hace la oferta, no podré oponerme en lo más mínimo- comencé con tranquilidad, dejando de lado mi tono inexpresivo, acercándome lo suficiente como para rozar la punta de su nariz con la mía- Pero primero quiero ese beso... después te revelaré todo cuanto cruzó por mi mente, tienes mi palabra- concluí con una sonrisa de absoluta confianza y un ligero tinte de seducción.

Sólo unos segundos transcurrieron antes de poder sentir de nuevo el exquisito sabor de los labios de mi anfitriona, de sentirme amado y rendirme completamente a la voluntad de Metztli. Cerré los ojos para enfocar mi atención al tacto e ignorar por unos momentos la visión, aunque, incluso así, el rostro de compañera resplandecía con tanta claridad que parecía poder visualizarla a través de los párpados.

Apenas logré percatarme de como posaba sus brazos alrededor de mi cuello, inmerso en el mar del goce. Sin vacilar, llevé ambas manos cerca de su cintura, por debajo de cualquier trozo de tela que pudise evitarme el contacto directo con aquel cuerpo que encerraba un alma tan hechizante.

Nuevamente escuché la voz que me hablaba con tanta calidez que conseguía abrir las puertas de hierro forjadas para defender mi humanidad del mundo. Volvía a permitirme contemplar la realidad, acercando mi frente hasta tocar delicadamente la de Metztli. Miré los labios que acabase de disfrutar, mientras formulaba mi respuesta con sumo cuidado. No quería separarme ni un centímetro más, no quería profundizar en algo distinto al presente...

-Recordaba el pasado- admití suavemente- Recordaba que la última vez que nos vimos, la vez en que girases mi rostro con un par de bofetadas- añadí sonriendo ante aquella memoria-, te prometí hablarte un poco más sobre mis dos hijos- guardé silencio un segundo, besando por un instante más mi particular fruto del Edén- Soy un hombre de palabra, y, si lo deseas, con gusto la cumpliré.

No pronuncié nada más, esperando que fuese ella quien eligiese el curso de nuestra reunión, mientras yo observaba su rostro, embelesado.

-De acuerdo, comenzaré el relato, después tus deseos guiarán esta noche.

La palabras salieron de Lucian con después de que su cuerpo experimentase una gran cantidad de emociones, un flujo de éxtasis que le condujeron a un estado de relajación tan sublime como no recordaba en siglos enteros, quizás en toda su existencia. Recordó, en cuestión de segundos, lo que las palabras pasión y ansia podía representar en su significado pleno aplicado a las exigencias que su alma le demandase con implacable fuerza por un prolongado y tortuoso lapso... ya no estaba sólo, y por alguna razón, su espíritu parecía estar más tranquilo, menos fiero e intimidante.

-Pero antes...- dedicó un beso prolongado, lleno de esperanza, una esperanza que no era otra cosa que el deseo de mantenerse al lado de Metztli tanto tiempo como la inmortalidad le permitiese, sin importar nada más ahora.

Dos firmes manos atraparon con un poco más de fuerza el firme cuerpo femenino de la cambiaformas con quien Lucian pasaba la noche, aún a sabiendas que su ausencia podría ser descubierta, tarde o temprano, en la mansión. A medida que se separó, incluso cuando a momentos buscaba frenéticamente aquella sensación que llenaba su ser, clavó sus ojos en la majestuosidad del rostro que admiraba sin ser merecedor de ello.

-Como imaginarás- comenzó finalmente, con voz serena, sin poder despegar la vista de su compañera-, una guerra a gran escala contra los vampiros es costosa, sumamente costosa. Los primeros siglos de ella conseguía recursos de aquellos bebedores de sangre acaudalados a quienes exterminaba. Cuando concluyó la Edad Media y mi castillo requería algo de dinero, muchos de nosotros tuvimos que trabajar clandestinamente, mientras continuábamos nuestra cruzada.

Calló un breve segundo, pasando una áspera mano por los relucientes cabellos de Metztli, sin querer evitar ese acto que le parecía indispensable para seguir hablando.

-Eso fue suficiente hasta que la tecnología nos abrumó y requerimos mayores fondos. Además, muchos de mis hombres deseaban ampliar nuestros dominios, para lo cual también requeríamos financiamiento. Conseguí apoyo de algunos humanos que temían a los vampiros, con lo que la guerra se mantuvo en pie unos años más. Hace unas décadas conseguí crear una poderosa compañía con la cual extraemos una basta cantidad de bienes para nuestra causa. Sin embargo, esto me causaba problemas, problemas para pelear al lado de mis hermanos.

Eché un vistazo a una de las ventanas, para tratar de contemplar el tenue brillo de la Luna azul, la misma luz que me condujese hasta el hogar de la mujer destinada para mí, o al menos esa era la idea a la cual me aferraba con fuerza. Retorné a mi historia con el mismo tono, tomando energía renovadas de la mirada que mi anfitriona me lanzaba.

-Pensé necesario un heredero, un hijo que fuese lo suficientemente capaz para liderar mis logros y comprender el mundo infernal en que me desenvolvía. Korbin nació de una joven rusa a quien conocí hace casi cuarenta años. Lo adopté como propio, pero al poco tiempo surgió una mejor oportunidad para reforzar mi corporación y... me hice cargo de aquel niño, mientras contraía falsas nupcias con una empresaria alemana. Ella decidió optar por un embarazo mediante métodos artificiales ante mi renuencia por engendrar una nueva vida... de ahí nació Seprov.

Cerré los ojos, percibiendo la brisa nocturna. Necesitaba unos instantes para proseguir, para revelar el actual paradero de Seprov... y la muerte de Aidan por mi culpa... Ignoraba como reaccionaría Metztli, pero deseaba estar listo para eso, requiriendo instantes para alistar mi mente...

Una sonrisa algo burlona recorrió mi rostro cuando escuché aquella pregunta llena de curiosidad, una curiosidad que entendía como natural en una mujer que ha sufrido los golpes del destino en más de una ocasión y que quiere estar segura de que el hombre a quien desea entregar sus sentimientos es el adecuado... más aún, ansía asegurarse que ello no traerá ninguna consecuencia todavía peor a negarse a él y los hilos del destino.

Usé ambas manos para posarlas en las mejillas de Metztli, tras lo cual dí un dulce y sincero beso a la frente de mi amada anfitriona, tratando de apaciguar cualquier temor que pudiese generarse en su corazón durante aquellos instantes. A continuación, dejándole lentamente, miré con mis ojos caprichosamente verdes su cara llena del mismo sentimiento de momentos anteriores.

-Las madres de mis dos hijos adoptivos murieron. La primera fue víctima del cáncer, que la demolió velozmente en San Petersburgo, si no me equivoco. La segunda, con la cual beneficié a mi corporación, falleció a causa de sus excesos... una dosis elevadísima de heroína consumió su vida en un santiamén, en la soledad de la mansión Von Wednar, en Berlín

Debía reconocer que la muerte de la última, Katherina, había resultado un tanto perturbadora para mí. Sin embargo, aquel sentimiento se encontraba completamente desvanecido. Rodeé con ambos brazos a Metztli, en un acto de afecto que no realizaba desde minutos atrás.

-El destino actua de formas misteriosas, y no cabe duda que nos ha colocado en el mismo lugar en el momento adecuado. ¿Deseas preguntarme algo más? O talvez, ¿deseas seguir escuchando mi pequeña historia?- pregunté en un tono semejante al de un comprensivo abuelo con su nieto.

Después de aceptar un beso de aprobación, respirar hondo y concentrarme en lo que seguía, busqué la forma adecuada de expresarme. Era complicado, complicado explicar aquello en que se convirtiesen ambos humanos... ambos con un talento tan formidable... ambos con la capacidad de sorprenderme completamente.

-Korbin creció en un mundo duro, forjándole un caracter algo intimidante, impredecible. A la muerte de su madre, esos rasgos se acentuaron aún más. Imagino que la poca atención que le puse durante su infancia, durante su vida en general, jugó un papel determinante en su existencia- ladeé la cabeza de forma apenas perceptible, reprobando mi conducta- Lo envié a estudiar a Johannesburg, de donde se graduo en Ingeniería Genética con honores. Con aquellos conocimientos se forjó suficientes méritos como para ascender en la jerarquía de la compañía en la que trabajaba. Eventualmente, la ironía de la vida me hizo requerir de él- dije con un tono de cierta decepción, mirando el techo por unos segundos- Korbin se había transformado en un asesino y, cercano a, un terrorista...

Tuve que callar unos momentos más, buscando la mano de Metztli a tientas, tratando de impulsarme a seguir. No quería ocultarle gran cosa sobre mí, al menos no lo que pudiese revelarle sin temor alguno. Sujeté su palma con relativa fuerza y proseguí.

-Lo contraté para matar a mi otro hijo, Seprov... Pero terminó poniéndose en mi contra y fue él quien pereció en mis manos- tomé una bocanada de aire, cerrando los ojos, con una mueca de dolor que no me explicaba- Seprov iba a ser mi sucesor, pero acabó adulando a los vampiros... incluso ahora tiene romances con una de ellos.

Quizás mis revelaciones conducirían a Metztli a pedirme alejarme de ella, no lo sabía, pero al menos había liberado un peso de mi alma pasase lo que pasase.

Aflicción, asombro, quizás... ¿compasión por mí mismo? ¿Qué diablos experimentaba en esos precisos segundos que escuchaba las palabras de Metztli sonar con fuerza tan cerca? Había preparado mi mente para cualquier reacción: ira, desprecio, odio, rechazo... pero, en cambio, conseguía comprensión por parte de la madre del par de infantes que dormían plácidamente arriba, subiendo las escaleras que hace poco recorriese.

No entendía, pero el abrazo de mi compañera fue suficiente para indicarme que no tenía gran cosa de que preocuparme. Aunque no veía, como ella misma lo dijese, con beneplácito mis acciones, tampoco parecía posar toda la culpa del asunto sobre mi persona... Una cosa era cierta, ya había fallado tres ocasiones en la educación de una nueva vida...

-Mi primer hijo, heredero de todo lo que poseo- comencé con un evidente matiz de profundo y desgarrador dolor en mi voz-, murió en el vientre de su madre, sin que yo pudiese hacer nada.- inconscientemente me había aferrado al cuerpo de Metztli, sin ejercer una presión que rayara en el daño, sólo lo necesario para demostrar mi frustración- No he podido superar esa pena en mil años... Korbin murió por mi culpa también, por la culpa de mi ceguera, por la culpa de mis deseos de vengarme de los vampiros...- me detuve un instante y dejé escapar un suspiro de desesperación- Seprov es el único vivo, creció como un verdadero caballero, como todo un noble. Pero siguió el camino de la sangre y se alió a los vampiros... Estoy seguro que algún día será él quién me dé muerte por sus siniestros medios.

Mi diestra recorrió el camino hasta la mano de mi anfitriona, sujetándole con mayor firmeza de lo habitual. Frené mis deseos de derramar lágrimas en nombre de mis erroes, pues de nada servía algo así. Cerré los ojos un par de segundos, para después continuar mi discurso, tan serenamente como me resultaba posible.

-He perdido tres almas por causas que recaen en mí- un par de esmeraldas suplicantes, suplicantes de redención, miraron a una cambiaformas en demasía comprensiva que, esperaba, no viera debilidad en mis actos- ¿De verdad deseas darme una nueva oportunidad? ¿De verdad quieres que intente brindarles a Wendy y Adam parte de mi espíritu? He sido un monstruo durante una larga Era, pero si me lo pides, juro que haré mi mejor esfuerzo por enmendar mis actos.- negué con la cabeza- Sería un riesgo muy elevado... quizás contigo lo logre... mi... querida... Metztli...

Y mi garganta fue incapaz de articular sonido alguno, siendo cómplice del cansancio que me produjese hablar de esa manera, de expresar mis sentimientos tal como mi corazón los albergaba en ese preciso instante.

Familia... un concepto desaparecido de mi mente durante un largísimo periodo; un concepto que me parecía más verdadero que nunca; una idea que se hacía parte de mi, ahora, alegre realidad a gran velocidad; una idea que pensaba tomar como mi forma de vida, como mi nueva razón de existir; una razón que consideraba mucho más noble y amable que la sed de venganza anidada en mi corazón centurias enteras de una pena insoportable para cualquier alma distinta a la mía, vacía y emisora de odio y hostilidad.

Una sonrisa reluciente apareció en mi rostro, una sonrisa que daba testimonio del comienzo del adiós, del comienzo de mi despedida, una despedida a aquello que me ataba al pasado. Ahora que Metztli representaba mi presente, al igual que sus encantadores hijos, me consideraba preparado para romper mis ataduras y comenzar una existencia a su lado.

Inmerso en mis pensamientos, el poder tranquilizante de los besos de Metztli consiguió retornar la paz a mi perturbado espíritu. Respiré lentamente, mientras mis manos desafiaban las órdenes de mi cerebro y se posaban en las mejillas de mi amada cambiaformas tiernamente. Sutilmente, busqué los labios que eran capaces de despertar un ardiente deseo por todo mi ser.

-Entonces trataré de ser el hombre más ejemplar que se pueda. No vacilaré en hacer todo lo posible por procurar el bien de todos. Contigo, Adam y Wendy sé que no tengo nada que temer y que sólo puedo hacerme cada vez más fuerte, que las barreras de la felicidad sólo se encontraran en el mismo cielo.- concluí perdiéndome en la sensación tan sublime que me ocasionaba amoldear mis labios a los de Metztli, en un entrega completa y sin reservas.

La bestia majestuosa e intimidante dormía en lo profundo del corazón de un inmortal que no le requería por el momento. La noche había traído un sinnúmero de emociones y cambios en la vida de un ser cuyo espíritu se encontraba lleno de dicha y calma. Una sóla noche, quizás un tanto más, había bastado para modificar la personalidad de hierro que poseía uno de los hombres más temidos en la historia clandestina del globo terráqueo.

Amaba la proximidad con Metztli, amaba la esencia que inhundaba cada centímetro de la habitación en la cual se hallaba, amaba las sensaciones que le asaltaban segundo a segundo bajo la tenue luz artificial de la casa, amaba el elixir vital que podía sustraer de los labios de su compañera, amaba incluso la cena que no terminase al dar paso a momentos grabados en su mente por siempre. Sin embargo, todo aquello era insuficiente para alejar de la mente vivaz y curiosa del milenario cambiaformas una cuestión que, si bien podía no ser relevante, sí tenía parte de su atención.

Ambas manos descendieron hasta llegar a una cintura que, si bien podía pasar por menos que perfecta para la absurda estética del mundo, para él resultaba sublime al igual que el resto de Metztli. Dibujó una sonrisa agradecida, aunque esperaba que su significado no fuese entendido al principio.

-Como te dije antes, haré hasta lo imposible por volverme el hombre ejemplar- rió amenamente, de forma contagiosa, dedicando un tierno beso a su anfitriona, para después continuar- Eres sabia, tierna, comprensiva, bella, temeraria, fiera, buena cocinera- volvió a reir ante sus propias palabras, aunque les tenía por ciertas- Posees cualidades que a cualquiera hechizarían. Pero, no me explico, además de los místicos y benditos designios del destino ¿por qué?- buscó rápidamente palabras con las cuales expresarse correctamente, no quería quedar como un tonto- ¿Por qué compartir tu vida conmigo?

Movió la cabeza a modo de reprobación, entendiendo lo torpe e impulsivo que se había visto al formular semejante pregunta. Decidió enmendar el error, besando con deseo los labios de Metztli, queriendo comunicarse con ese acto, queriendo comunicar su necesidad por ella pese al corto tiempo que llevasen juntos.

Y yo creí que jamás volvería a brillar para mí la estrella de la felicidad... hasta que te ví en el cementerio por primera vez... me dije, conteniendo el deseo de expresarme en voz alta.

Me crucé de brazos, meditando un instante, sin dejar de admirar a mi sorprendente compañera. Debía admitir que la sensación descrita por ella era algo que había experimentado en el pasado distante, miles de noches atrás y, contra cualquier expectativa, podía percibir el crecimiento de esa pertenencia en la superficie de mi ser.

Una media sonrisa demostró mi conformidad con la respuesta que consiguiese. Pasé una mano detrás del respaldo de la silla y con la otra recorrí la barbilla de Metztli, permitiendo que tacto y mente trabajesen en conjunto para dar vida a los recuerdos que me llevaría esa noche hasta la eternidad.

-Alguna vez, además de hoy mismo, fue víctima de cosa semejante. El tiempo podía pasar tan rápido como ahora o tan lento como la espera que vivimos para volver a encontrarnos. Es demasiado curioso, es algo que no comprenderé del todo por mucho que prolongue mi existencia.

Dejé escapar una risa, cuidando el volumen para evitar importurnar el descanso de los cuatro pequeños. Suspiré a continuación, parpadeando lentamente.

-Creo que mi mente es demasiado fría, analítica. Siempre debo buscar una forma de explicarme todo de manera razonable. Quizás puedas enseñarme que el mundo se puede vivir con un balance correcto de cabeza y espíritu.- pedí con tranquilidad, incluso cuando no solía pedir nada, jamás... como si fuese parte de una inverosímil política personal.