Azul, esperanza y sentimientos olvidados

A raíz de la última matanza me dedicaba a mirar el cielo cada noche, sin fallar, aguardando un matiz azulado que me indicase el momento de reencontrarme con el rayo de esperanza que brillase para mi días atrás, con la persona que comenzase a darle un nuevo enfoque a mi existencia, demacrada por una voraz sed de sangre vampírica.

Un punto en especial me resultaba sumamente curioso: mi caminar por la Tierra se extendía a lo largo de siglos enteros, siempre aguardando la muerte con absoluta calma, pero ahora me veía incapaz de resistir una vigilia que, a mi parecer, tardaba más de mil años en concluir.

Finalmente, una noche el firmamento, completamente libre de nubes, exhibió la Luna tan azul que su color me dejó sorprendido por algunos instantes... brillaba con la misma intensidad que viese en la mirada de Metztli pocos días atrás. Sin titubear, me di media vuelta, haciendo ondear mi gabardina ligeamente, para reingresar al interior de la mansión y dirigirme a la cochera, en donde abordé mi Aston Martin.

Puse ambas manos en el volante, respirando lentamente un par de ocasiones antes de encender el motor, preguntándome si realmente hacía lo correcto. Sólo hay una forma de saberlo, y esa forma es permitir que los hilos del destino me guíen donde su voluntad desee me respondí sin articular palabra alguna.

El viaje hasta la Push fue relativamente corto, o eso creí, pues conduje un tanto más rápido de lo habitual, aprovechando la cercanía de la medianoche. Tenía dos razones para ello: no quería perder ni un segundo y sabía perfectamente el lugar al cual me dirigía, el estudio perteneciente a Metztli.

Aparqué el vehículo casi frente a mi destino. Bajé del auto, encendiendo su alarma contra robos. Inhalé el aire a mi alrededor, percibiendo cada esencia flotando en él, captando con facilidad aquella que tenía tan arraigada a mí como una nueva parte de mi ser. Una sonrisa de suficiencia se marcó claramente en mi rostro al tiempo que comenzaba a caminar en la dirección que mis sentidos indicaban.

-Es muy su estilo- murmuré ladeando la cabeza lentamente una vez llegué frente a la casa que, asumía, habitaban un par de pequeños y su fascinante madre- Supongo que si viese mi morada pensaría lo mismo de mi- añadí con cierta seguridad, dialogando con las tinieblas.

Recorrí el par de escalones que me conducían a la entrada, haciendo un leve ruido en el acto a causa de la madera. Levanté la mano para llamar a la puerta, pero me detuve antes de ello. Podía ser que mi esencia me precediese. Al final, los modales pudieron más, por lo cual hice sonar el timbre.

Me siento tan estúpido pensé evocando la cultura contemporánea y tantas video cintas de las cuales hablase Birkoff... Todo sea por un mejor futuro.... espero miré fijamente a la puerta, con el semblante pétreo que me caracterizace, ambas manos libres a los costados, erguido cuan alto podía llegar a ser.

Jamás había temido a la muerte, nunca siquiera mis pensamientos forjaron una idea sobre aquel siniestro final de la existencia, tanto porque Viktor me inculcó su valentía como por la fiereza con la cual Sonja la encarase en los últimos instantes. Sin embargo, si tuviese que describir la forma en que deseaba reunirme con mis antepasados, mi respuesta sería: un sueño de ensueño, en el cual el rostro angelical de una dulce cambiaformas me reciba, con una encantadora voz y un aura de paz que hasta el espíritu más caótico se transformase en su presencia.

No creía merecer semejante privilegio, pero ahí estaba Metztli, como un trozo del mismo paraíso moldeado con la diestra del mismo ser supremo que manipulaba los sucesos del universo. Ignoro si un gesto de asombro zurcó mi rostro, pero busqué mantener mi aplomo tan pronto volví a ser dueño de mi ser, tratando de safarme del hechizo en que me viese inmerso.

Tomé la mano que me tendía mi anfitriona, volviendo a experimentar un flujo cálido de emociones al contacto con su inmaculada piel. Dibujé una casi imperceptible sonrisa en un rostro marcado por la guerra y la violencia, una expresión que, de haber sido más amplia, seguramente hubiese contrastado de forma singular conmigo.

-He esperado este momento con tanto ahínco que me ha parecido más largo que mi existencia entera, como si el futuro del universo mismo dependiese de ello, al menos el de mi universo- declaré con voz serena, fría y segura, casi creando una paradoja entre mis palabras y mi tono.

A continuación eché una mirada a la pequeña que Metztli sostenía con un brazo, una delicada criatura que, si no recordaba mal, era producto de una cambiaformas sinigual. En esta ocasión no pude reprimir una sonrisa algo más cordial, que se desvaneció velozmente.

-Es tan hermosa como su madre- admití con un dejo de gelidez, una forma de expresarme demasiado arraigada a mi persona, casi un sello que me distinguía.

Pero es una habilidad que se desarrolla con facilidad cuando convives con vampiros pensé con un inverosímil sentimiento de satisfacción.

Debí estar en desacuerdo, claro estaba, con la siguiente declaración de Metz, puesto que, ¿quién más podía haber cedido tan sublime herencia a la pequeña que se mantenía firmemente sujeta por el brazo de su madre?

Puse algo de curiosa atención a la sala en la cual me encontraba, notablemente hogareña, completamente distinta a las murallas de un castillo antiguo o los grisaceos páneles de una sala de mando repleta de computadoras y otros accesorios electrónicos. Suponía que era el ambiente perfecto para el desarrollo de los... ¿cuatro niños? Bueno, parecía que aún debía conocer a otros dos.

Un detalle más que capto mi atención fue la actitud maternal que atestiguase. En mi "profesión", conductas así resultaban prácticamente imposibles de presenciar... mil años, un milenio y no había tenido la delicadeza o curiosidad de... Mis pensamientos se vieron interrumpidos al ver como la cambiaformas bebé busca alcanzarme.

-Yo no...- fui incapaz de expresar mi confusión verbalmente, aunque creo que mi gesto fue más que suficiente para ello.

Sujeté con suavidad pero firmeza a la niña, casi instintivamente. Su mano recorrió mi mejilla ante mis atónitos ojos. Caí en una especie de trance en el que me limité a contemplar la mirada de la joven cambiaformas, como buscando descifrar sus pensamientos con ello... acto que ella parecía imitar a la perfección.

-Es verdaderamente acogedor, más con algunos infantes por aquí- dije con la misma inhumanidad de siempre... pero sin darme cuenta de que acababa de darle un beso en la frente a la pequeña que cargaba en mis brazos.

Familia... una palabra que no aparecía en mi léxico salvo en los momentos en que me encontraba reunido con mis soldados en Eslovaquia... pero les llamaba soldados, no familia. Fue sensación extraña la que recorrió mi cuerpo. Familia me repetí mentalmente, tratando de asimilar el significado de semejante concepto, como si mi mente fuese torpe para procesar esa específica información.

Armand... Aaron, cautivé sus esencias en mi mente mientras Metztli les nombraba, sin comprender mucho del lenguaje madre hijos, pese a haber vivido algunos años en la mansión de Alemania, con un hijo adoptivo... que ahora era un adulador de vampiros. ¡Oh, doble ironía! Primero, jamás poner atención a un pequeño infante aún teniéndole cerca; segundo, que ese infante se volviese partidario de mis más odiados enemigos.

Sin embargo... sin embargo, tenía la impresión de que todos los sucesos en mi largo caminar sobre el mundo me conducían irremediablemente a aquel instante de paz y gozo... todo el sufrimiento, todas las pérdidas, todo el cansancio, todos mis años...

-Aceptaré cualquier cosa que desees proveer a este pobre viajero en una noche que brilla como el día para mi gracias a tu cercanía- miré velozmente a todos los pequeños, cuya presencia, sorpresivamente, no me incomodaba en lo más mínimo- y a la de estos jóvenes, de quienes percibo un gran poder, sus miradas les delatan- agregué con una sonrisa de satisfacción, la misma sonrisa que sólo un líder sabio y de gran longevidad puede mostrar al vislumbrar a nuevas promesas, esperanzas que traerán un mejor mañana por la fuerza de su nobleza.

Me limité a sonreir, no sabía muy bien como comportarme en varias situaciones. Era una pena, tantos siglos, tanto mundo, tanto espacio y haber caido en el abismo de la inhumanidad... cosa que por un instante se esfumo por completo cuando los labios de Metztli se posaran un par de veces en mi mejilla. Alegría, esa palabra describía de maravilla mis sentimientos, los cuales se veían imposibilitados para salir a flote por un maldito motivo que no comprendía del todo.

-Tienes razón, como tantas otras veces, tienes razón. Creo que superas mi sabiduría de mil años en ocasiones- admití con cierta resignación pero felicidad.

Mi mente siempre estaba abierta al conocimiento, a nuevas experiencias por muy difíciles que éstas pudiesen llegar a ser. Sin duda, aquella joven cambiaformas, muchas vidas más joven que yo, me acababa de proporcionar una nueva adquisición a mi biblioteca del saber.

No dije nada más mientras aguardaba a que regresase. Me senté junto con la pequeña en mi brazo, contemplando como se disponía a dormir sin importar que era yo, un asesino despiadado, un monstruo sobrenatural, quien la sostenía en esos instantes.

-Tu madre, tú y esos tres piratas me han dado una nueva razón para desafiar a la muerte y limpiar este mundo de tipos malos cara pálidas- me reí tan bajo como pude y proseguí, con la misma expresión gélida de siempre- Sé que puedo lucir similar, pero te prometo que no lo soy.. al menos ya no quiero serlo del todo. Duerme ya, sueña con un mundo feliz, tal como el que vives ahora y jamás olvides que la luz brilla aún en las tinieblas.

Mantuve una extraña sonrisa, una vil bizarra combinación de asombro por aquel pequeño ser y el universo en que vivía y un matiz de mi maldad, maldad nacida del odio a los vampiros... del odio a la raza de la última persona especial en mi vida.

Tener a un pequeño retoño de vida, un trozo de humanidad salido de una admirable mujer a la cual comenzaba a ver con devoción representaba una nueva experiencia para mi... una experiencia que habría podido vivir tanto tiempo atrás pero, gracias a la tiranía de una aberración, disfrutaba con cientos de años de tardanza.

No obstante, debía admitir, mi lado afectivo se encontraba fuera de forma, además que me veía incapaz, desde mi perspectiva, de sostener a Wendy correctamente. Era tan complicado tratar con infantes, quizás más complejo que lidiar con un regimiento de cambiaformas hambrientos de matanzas y feroces...

Alcancé a divisar de reojo a Metztli regresar, rogando que no escuchase mis palabras pues, de ser así, me sentiría aún más extraño y torpe de lo actual. Mejor no pensar en ello, simplemente mantente firme y seguro como de costumbre me sugerí mentalmente, antes de que mi anfitriona se sentara junto a mi y posara parte de su liviano cuerpo en mi hombro.

Casi había olvidado lo que la sensación cálida de otro ser vivo, a tan íntima cercanía, podía ocasionar bajo las circunstancias correctas. Aún con la mirada en Wendy, quien se rehusaba a dormir pese al cansancio que la hacía presa, dediqué a Metztli una sonrisa afable y dulce.

-Guíame- fue lo único que dije con relativa frialdad, un completo contraste entre mis gestos y emociones, una paradoja absoluta. Tomaría algún lapso el recobrar parte de mi alma, aunque, estaba consciente, ablandarme demasiado sería dañino para la pesada labor que tenía sobre mi espalda, la labor de traer paz al mundo mediante la fuerza y la muerte.

Contagiosa, esa era la palabra perfecta para describir la sonrisa de Metztli, contagiosa como la alegría de los ángeles descrita en los textos de los judíos, contagiosa como la satisfacción al diezmar la existencia de un poderoso vampiro, contagiosa como la felicidad que me produjese evocar los momentos al lado de Sonja... con la diferencia de que no dolía, no era tan terrible como eso...

Me puse en pie, con un cuidado extremo, quizás más de lo habitual, buscando moverme con absoluta delicadeza para evitar que Wendy despertara por mi culpa. De no haber sido por mi entrenamiento, jamás me hubiese percatado de la mano que me ayudase a incorporarme.... una nueva ironía se extendía... yo, el clásico sujeto al que le solicitaban auxilio acababa de ser auxiliado, aunque sólo para levantarme... sin duda, la congruencia de mi mundo cambiaba en presencia de la joven cambiaformas con quien me encontraba.

El resto del trayecto hasta la habitación de los pequeños transcurrió en silencio de mi parte, poniendo completa atención en las palabras que me dirigía mi anfitriona. Sin embargo, cuando llegó el momento de acomodar a Wendy en su cuna, un escalofrío recorrió mis neuronas...Metztli me invitaba a colocar a la pequeña en la comidad de su sitio para dormir, una tarea de la cual no me creía del todo capaz.

-Puedo manejar un batallón de fieroz lobos, guiar su voluntad a la victoria, elaborar complicadas estrategias de combate... pero esto no se parece en nada- comenté con cierta confusión, respirando hondo.

Tomé a Wendy con ambos brazos, con una delicadeza que no usase en tiempo casi incalculable. Por fortuna, tras unos segundos de titubeos, la pequeña descansaba plácidamente. Le eché una última mirada antes de observar a Metztli, con algo de alivio en el rostro.

-Bueno, no ha sido tan complicado... sólo espero que la próxima vez tenga que matar a un vampiro, eso es mucho más sencillo- admití al tiempo que un suspiro escapaba de mi.

No estaba seguro del todo de si mi comentario ocasionaba una risa de burla o simplemente resultaba demasiado cómica una declaración así a Metztli, sin embargo, de lo que sí estaba plenamente seguro era que domar los ánimos de un grupo de fieras era más sencillo, al final, jamás había sido del todo bueno en el arte del sigilo... ¿o quizás no todo tenía que ver con guerra, matanzas y demás?

-Si tú lo dices...- murmuré tan bajo que ni siquiera habría podido escuchar aquellas palabras de no ser porque yo era el emisor de las mismas.

A continuación sentí como el elixir de la vida inhundaba mi boca hasta filtrarse a cada rincón de mi cuerpo ancestral. Disfrutaba de ello, pero me seguía resultando complicado asimilarlo y hacerme a la idea de que existía alguien en este mundo capaz de sentir afecto por un monstruo como yo, sobre todo, de generar alguna clase de reciprocidad en mí.

Esta vez pude sentir con mayor detalle la textura de la mano que se afianzaba a la mía, una vez salí de mi trance. Podría disfrutar mucho más esos momentos, pero por ahora, el sentirme más humano me bastaba, incluso me sobraba.

Cuando llegamos a la mesa me sentí aún más extraño, fuera de mi rutina. Cenar no era una actividad que realizace a menudo, pero ahí estaba, con deseos de haber sostenido entre mi mejilla y el hombro la mano de mi anfitriona, sentado cómodamente a una mesa diferente de la del castillo Peregrino...

-Prometo que algún día te llevaré a mi humilde morada en Eslovaquia, y te daré el mismo trato que me proporcionarás esta noche, mi querida dama- dije con cierto asomo de agradecimiento desde mi posición, casi rígido y algo nervioso... por un motivo que no descifraba del todo.

No estaba acostumbrado a los halagos, no sin que llevasen un propósito de por medio, el cual siempre estaba relacionado con guerra, armamento, respeto, ascensos en los rangos de mi equipo militar... era tan complicado recibir palabras de afecto por el simple hecho de que, suponía, Metztli así se sentía respecto a mí. Talvez era demasiado duro, demasiado pétreo incluso en mi forma de ser... pero era algo necesario en mi labor, en mi destino, en mi puesto como cabeza de una de la más grandes resistencias al poder de los vampiros.

-Jamás he sido un sujeto exigente en mi dieta, cualquier cosa que me mantenga en buenas condiciones es suficiente para mi- dije con algo de seriedad, esperando no causar molestias a mi anfitriona... ¿de verdad estaba yo esperando semejante cosa?

No pude meditar al respecto porque sentí ambos brazos de Metztli colocarse alrededor de mi. Cerré los ojos mientras una sonrisa de felicidad y aprobación surgía como el girasol al sentir sobre él los rayos solares. Habría declarado cuanto amaba sentirme así, proclamado al viento que la cambiaformas a mi espalda era la luz que brillaba para mi, la mano que me guiaba para salir de mi soledad... pero mi gelidez me lo impidó tajantemente.

-Como mencioné con anterioridad, soy tu invitado, aceptaré gustoso lo que desees ofrecerme- respondí ante su pregunta, una vez se encaminó, ante mi incapcidad para percatarme de ello, a un estante ubicado no muy lejos.

Aspiré el aire, una dulce mezcla entre la fragancia de Metztli, tan sublime y maravillosa como enigmática y polifacética podía ser, y el aroma de la comida servida delante de mi, apetitosa en grado notable.

Estuve a punto de reir sonoramente, por primera vez desde hacía mucho tiempo, pero fue mayor mi marcada incapacidad para expresar mis emociones, lo cual fue suficiente para limitarme a esbosar una sonrisa que delataba el sentido cómico que encontraba al comentario de mi querida anfitriona, aunque tenía un trasfondo bastante verdadero.

A continuación sentí su mirada curiosa encontrarse con la mía, semejante a un témpano del Ártico, pese a estar pasando una velada de lo más agradable. Requería aprender, nuevamente, a ser más expresivo, ligeramente abierto, al menos con Metztli, en cuya compañía me sentía capaz de conseguir hazañas de ese estilo, complicadas en cierto modo.

Sin embargo, nada me había preparado para lo que sucedió después: tenía, en bandeja de plata, mi oportunidad para averiguar tantas cosas que circulaban por mi mente... creo que era esa abrumadora cantidad la que me impedía pensar de forma adecuada, de tomar provecho del momento... ¿o fue percatarme, casi milagrosamente, de un tonalidad rojiza que se manifestaba en la piel de Metztli, dándole una belleza más allá de lo natural?

-Sí, muchas interrogantes fluyen por mis pensamientos- admití con firmeza- Sin embargo, no seré yo quien empiece. Me han enseñado, que las damas siempre han de ir primero. Aunque debo advertir- dije al instante- que no hay mucho que decir, incluso al haber vivido mil años en un mundo tan maravilloso como este. Así pues, modifiquemos la pregunta: ¿existe algo que tú desees conocer?- pusé dos dedos en su barbilla, haciendo que me mirase, tras lo cual le solté para que viese por si misma la sinceridad de mis palabras exhibida en mis ojos de un verde reluciente y caprichoso.

Respiré hondo, apretando los labios un poco. Me esperaba que algo así fuese lo que preguntase tan pronto le proporcioné la oportunidad. Quizás tendría que resumir mi historia en breves palabras, en fugaces minutos... talvez sólo podía limitarme a enmascarar nuevamente un enigma que rondaría la mente de Metztli hasta el momento en que una respuesta satisfactoria llegase a sus oídos.

Entrelacé los dedos, poniendo ambas manos sobre la mesa y adoptando una actitud seria, una seriedad que variaba notablemente de la postura fría y ruda que solía exhibir. Observé con detenimiento un punto aleatorio, concentrándome en hablar con sinceridad, pero únicamente lo necesario... ignoraba hasta que grado mi leyenda podía ser tomada con pacifismo y no repulsión... aunque, realmente no me interesaba completamente.

-Cuando moras en el mundo el tiempo que lo he hecho, vives demasiadas experiencias que nadie podría imaginarse. He visto el transcurso de varias eras ante mis ojos, siempre continuando mi camino. Sin embargo- levanté la vista hasta encontrarme con el expectante gesto de mi anfitriona, infundiéndome un tanto más de fuerza para continuar-, no nací siendo el tipo calculador, frío y complicado que soy ahora. Esa noche- dije finalmente, pesadamente-, en tu mirada centelleó el pasado para mi, me encontré con... vi en tí el motivo de mi lucha incansable, vi en tí un azul celeste que no contemplaba desde hace mil años.

Estaba echo, de la forma adecuada. Respiré profundamente otra vez, guardando silencio. No diría nada más, al menos no quería hacerlo, aunque estaba dispuesto a proseguir de ser esos los deseos de Metztli... o, ¿quizás no?

Un gesto similar a una sonrisa se dibujó en mi rostro. Eso no fue extraño, no en presencia de mi anfitriona. Sin embargo, aquello no terminó ahí. Natural y lentamente, mis labios comenzaron a abrirse para dar paso a una acción que llevase sin realizar durante un largísimo tiempo, tanto que consideraba ese acto como perdido completamente de mi ser.

Una sonora carcajada inhundó con su ameno sonido la parte de la casa en que nos encontrábamos. Ladeé la cabeza mientras aquellos segundos de diversión duraron. Creo que me detuve antes para evitar que los bebés despertasen, lo cual conseguí para fortuna de ambos. Llené de aire mis pulmones nuevamente, evitando en lo posible hacer demasiado ruido.

Una vez regresó todo a la normalidad, conmigo observando mi plato todavía sin tocar, manteniendoa aún una sonrisa alegre, abrí la boca para hablar, pero preferí guardar silencio unos instantes más. Finalmente tomé la decisión.

-Creo que debo agradecerte por hacerme reir de esa manera. No entiendo exactamente el motivo, pero has roto un maleficio de siglos enteros- luego de meditar un breve instante proseguí- De cualquier modo, concuerdo contigo... si no hubiese padecido como lo hice, seguramente me habría dejado morir hace tiempo, Metztli, y no hubiera podido conocerte

Tomé mi tenedor y probé el spaghetti, agradable incluso a la vista, más tarde comprobé que su sabor era igualmente encantador.

-Delicioso- musité felizmente.

Antes de responder cualquier cosa preferí probar nuevamente el fantástico sazón de mi anfitriona. Temía que pasaran días enteros antes de poder volver a degustar un platillo así. Ni siquiera el "experimentado" mayordomo era capaz de acercarse remotamente al placer que ofrecía cada bocado de la pasta preparada por la mano de Metztli.

Una vez conseguí detenerme, habiendo puesto plena atención a la interrogante dirigida a mí, ordené mis pensamientos velozmente. En realidad, habían demasiadas dudas en mi mente, pero sólo una me mantenía inquieto sobremanera, una que, seguramente, representaría algo obvio para Metztli. Pese a ello, dibujé una expresión de completa firmeza y miré a mi interlocutora inexpresivamente, un cambio radical de mi anterior reacción. Me recargué en el respaldo de la silla para darme algo de comodidad extra.

-Si no fuese un devoto del conocimiento, un ser cuyas preguntas han de ser respondidas en la medida de lo posible, incluso de lo imposible, creo que me encontraría subordinado a algún cabeza hueca cuyas ansias de poder le llevasen a forjar un ejército de mata vampiros, no lo sé- declaré a modo de prefacio- Ahora, al punto. ¿Cómo sabes dónde encontrar a los muertos y por qué tu manada tiene la encomienda de estar presente ahí cuando un inmortal termina sus días sobre este mundo?- había deducido que no sólo ella, sino aquellos en su mismo equipo, debía dedicarse a la misma acción que aún me resultaba tan complicada de comprender.