Me había tocado apertura del restaurante ¡Genial! No, es broma, lo odio. Allí me encontraba, con los parpados pegados, odiando el maldito sol que para un día que brillaba había decidido dejarme ciega, al menos mi “jefa” estaba con sus días libres, no tendría que soportar su inquietante presencia.
Al entrar al local no pude menos que llevarme una mano a la frente, me había olvidado, hoy era el curioso juego de Dick, mire a mi alrededor, el restaurante estaba completamente lleno de rosas adornando las paredes, así lo habíamos dejado la noche anterior después del cierre… unas rojas, otras blancas en un bello contraste, y un perfume embriagador adornaba la sala.
-Puagg- Masculle en voz alta, las primeras horas de la mañana me volvían sumamente irritable, y ahora el juego que de tan buena gana acepte anoche ahora me parecía molestias innecesarias, al menos por las mañanas no solía venir demasiada gente, salvo para algún desayuno ligero. Me metí a la trastienda, me puse mi “precioso” uniforme, un motivo mas por el que estrangularía a mi jefa, y me dedique a preparar todo para la apertura, apenas una hora después el local seguía igual, solo que ahora se leía abierto, y yo me entretenía apoyada en la barra hablando con nuestro cocinero para no dormirme en la espera a que entrara alguien.