Negué lentamente con la cabeza, sonriendo. Dejar que el demonio te invadiera, que el monstruo que como vampiro eras, tomara posesión de cada recodo de tu mente era muy fácil. Tan fácil como cazar, sólo era cuestión de dejarse llevar. Podía dejar todo aquello, ir al bosque y pararme a pensar en lo que estaba haciendo, en lo que por momentos me convertía. Pero no iba a dejar que eso ocurriera, eterna, devoradora de almas, con apariencia de ángel, podía elegir. Podía elegir el camino difícil, ese por el que caminé demasiado tiempo, por el que me castigaba a mí misma por ser lo que era, por mi propia naturaleza; pero hacer eso suponía un esfuerzo hercúleo por mi parte, no fui en contra de mi naturaleza, no me dejé llevar por ella, pero eso podía cambiar y de hecho, desde el principio pensé que terminaría siendo así…qué fácil resultaba cazar humanos cuando dejabas que el veneno se extendiera, que devorara un alma desgarrada; era casi placentero, jugar con ellos, sentirte dueño de sus vidas, con el poder de arrebatarlas, convertirme en señora de la muerte, jugar a ser Dios…pero sólo durante una noche, después el dolor me reclamaría, la bestia interna quedaría recluida, reducida al recuerdo de esa noche, a la sangre del pobre desgraciado.
No tenía doble personalidad, no, sólo se trataba de mi relativa juventud, del poder de los recuerdos humanos llenos de emociones ante el vacío vagabundeo del vampiro. Inspiré hondo un momento y los olores a viejo, a podrido y a carne en descomposición me trajeron de vuelta. No, ahora tocaba dejarse llevar, que el demonio se aferrara a un alma frágil y se apoderara de unos intensos ojos borgoña, que empezara la función.
Me puse en pie, con cuidado de no pisar nada, sobre el altar y proferí un grito desgarrador que el vigilante no podía ignorar. Plof, plof, plof, se acercaba corriendo, pisaba los charcos pero no aminoraba la marcha. Levanté ambos brazos y cerré los ojos un momento, emitiendo un sonido parecido al ronroneo de un felino, sí, la devoradora de almas disfrutaba con aquello, el vampiro quería cazar y los recuerdos humanos callaron un momento para que pudiera escuchar mejor la voz temblorosa del guardia ”¿Quién está ahí?”. Perfecta, letal, vacía, desgarrada, eterna, la señora de la muerte quería jugar ya, jugar a ser Dios una vez más.