Fiesta roja.

Observe el antifaz rojo como la sangre, y tras el sus rastros, era como si los viera por primera vez, tan armoniosos… tan perfectos, de una simetría que eliminaría el habla del mayor de los poetas, mi reina roja.
Acerque mi rostro al suyo y lamí desde su cuello hasta sus labios la sangre que escurria, retirándome y relamiéndome, sintiendo ese éxtasis, ese placer que solo la sangre llegaba a proporcionarme, levante mi mano hasta mi rostro y la recorrí con mi lengua nervioso, poniendo los ojos en blanco por un momento, era tan… no, no ahí adjetivo posible para clasificar su sabor. De fondo una melodía que recordaba a la perfección Bach: Air, como olvidar música tan celestial, comencé a moverme por la sala en una danza improvisada mientras tarareaba con los ojos cerrados.

El tañido del reloj, ronco y resonante, rompió cualquiera de mis ensoñaciones trayéndome de vuelta al presente.

Estire mi brazo hacia Roja y comencé a hablar con voz clara, casi musical.

“Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caída. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.”

En aquel momento la música ceso y me agache haciendo una reverencia mientras retiraba la mascara que cubría la parte superior de mi rostro, permaneciendo unos segundos inclinado, antes de levantarme y admirar nuestra obra, una gran sala rectangular, cuyas paredes estaban cubiertas de espejos, a excepción de una, que estaba ocupada por un gran ventanal, incluso el techo se encontraba espejado, reflejando una y otra vez las dos figuras que permanecían de pie en el centro de la sala, a sus pies, cada uno de los invitados a la fiesta yacían inmóviles en el suelo, silenciosos, sus rostros, antiguo símbolo de su vanidad, creyentes todos ellos de poseer la autentica belleza, habían sido arrancados, dejando tras de si, las burlonas sonrisas del músculo desollado, ahora todos eran iguales, su belleza no era mas que una ilusion perenne, y el echo de que lo hubieran olvidado era un acto imperdonable.

Me agache un segundo ante uno de los cuerpos, y deje cuidadosamente la mascara sobre su pecho.

Sonreí de una manera tranquila sosegada, había contemplado cada uno de los rostros de terror, mientras agarraba a sus acompañantes, o mientras clavaba mis uñas en sus propios rostros, como habían gritado, corriendo hacia la puerta, suplicando por sus vidas, solo uno de ellos había osado estropear el momento, haciendo un vano intento por detenerme, observe con el ceño fruncido uno de los espejos rotos, testimonio del lugar en el que había impactado el cráneo, antes de detenerse rodando a los pies de Roja.

“En verdad ha sido una buena fiesta, y todos ellos han acudido, no me han defraudado” tras una pausa añadí “no podía ser de otra manera.”

Pose mis ojos sobre los de Roja que me sostuvo la mirada con alegria.

Era tan maravilloso, encontrar a alguien capaz de apreciar el arte innato en la muerte, aunque en realidad fuera ella quien me encontrara a mí.

Con dos largas zancadas me situé junto al cristal que daba a la calle, una gran mancha de sangre había salpicado, gire mi cabeza enfurecido hacia la izquierda, observe el cuerpo del desdichado infeliz, que se encontraba mutilado y decapitado, ese desgraciado me había estorbado en el peor momento tratando de detenerme, rompiendo mi armonía de gritos y sufrimiento, mi reacción violenta e instantánea había ocasionado un final para el que no estaba previsto, era la única mancha en mi obra, así no podía ser, el no encajaba con el resto, insignificante criatura como se había atrevido a estropear la perfección de mi trabajo.

Me moví dirigido por un ataque súbito de ira, agarre el cuerpo desmadejado y lo arroje con fuerza contra el ventanal, el cuerpo lo atravesó y siguió volando unos metros antes de caer finalmente y explotar contra el asfalto, en un sonido entremezclado entre los cristales al caer y las vísceras al desparramarse.

“Como se a atrevido a estropear mi obra así, ahora esta incompleta, maldita sea”
Agarre la cabeza decapitada que aun mantenía una expresión boquiabierta, como en una sorpresa permanente, la única que no estaba despellejada, todo por su maldito acto de valor egoísta, incapaz de ver cual debía de ser su final, agarre la mandíbula inferior y la separe arrojándola a un lado para a continuación clavar los dedos en el desfigurado rostro y lanzarlo en la misma dirección que había llevado el cuerpo, no obstante le puse demasiada efusividad y la cabeza acabo en la azotea del edificio de enfrente, que era notablemente mas bajo que el nuestro, por eso la elección de aquel ático, ningún vecino curioso nos podría haber interrumpido.

“Maldita sea, maldita sea, ¡MALDITA SEA!” Me lleve las manos a las sienes desquiciado cuando una nueva melodía empezó a sonar en el tocadiscos, pero antes de poder reconocerla lo agarre y lo estampe contra uno de los espejos.

“Nos vamos” gruñí abriendo la puerta de la sala y atravesándola, el ático estaba insonorizado pero alguien habría visto el cuerpo caer por la ventana era mejor ahorrarse problemas