La Titanomaquia y el fin de los tiempos ((Bianca y Metztli))

-Gracias- murmuré sin mucha fuerza, sin ganas... aunque realmente estuviese infinitamente alegre porque Metztli no proseguí su indagación... ya llegaría el momento, sin duda alguna, en que le hablaría de ambos... pero en ese momento el silencio fue mi aliado.

Ninguno había sido engendrado por mi, pero por un segundo mi corazón se llenó de regocijo al recordarles a ambos... sus infancias, el tiempo a su lado. Esperaba que Wendy y Adam se ganaran mi afecto, aún más de lo que ya lo tenían con sólo ese primer encuentro; también rogaba por ser un buen ejemplo.. pero, ¿no me apresuraba demasiado? Incapaz de reprimirme, me reí ante mis cavilaciones y miré a la hermosa dama que estaba conmigo.

-La próxima vez que estemos juntos y la Luna adquiera un color azulado en el firmamento te hablaré de ambos- prometí solemnemente, promesa que, me propuse, cumpliría sin importar nada- Y me prepararás algo de comer- añadí a tono de... ¿broma? Algo en mi cambiaba cuando estaba a su lado... realmente descubría en mi formas de actuar que pensase perdidas para siempre y que me fascinaba haber recuperado.

Fue extraño, fue raro... en mucho tiempo no había escuchado palabras dedicadas a mi en modo semejante. Solían recibirme en todos lados, ciertamente, pero motivados por el respeto o el mismo temor que a las historias sobre mi causaban. Y ahora, Metztli hablaba con afecto... me costaría algo de trabajo acostumbrarme a ello, pero lo lograría, confiaba en mi.

Su sonrisa iluminó el cielo con mayor fuerza que los rayos solares que, tímidamente, conseguían filatrarse en medio de la formación nubosa cubriendo el firmamento. Nada más me importaba ahora que ella y los dos pequeños que formaban su familia. La época de la venganza había quedado atrás, mis luchas, a partir de ese momento tomarían su poder del amor.

-Adam... vi como me observó la otra vez, espero que no tuviese algo en la cara, la primer impresión es la que cuenta- comenté alegremente, negando con un gesto de la cabeza- Lo siento, me haces... perder la coherencia de pronto.

Me encogí de hombros con suavidad, estando perfectamente seguro de la razón de mi sinceridad.

Yo me había mantenido cuerdo demasiado tiempo, a tal grado de alcanzar la locura en medio de tanta coherencia... irónico. Aquella risa tan alegre me hechizaba, incluso cuando acababa de comenzar a hacerme familiar a ella; era capaz de borrar la expresión sombría de la amargura de mi rostro y los rasgos de una existencia en la cual un vacío infinito había ocupado gran parte de mi corazón y robado mis sentimientos por tanto.

-Será una gran alegría tener el placer de conocer más a fondo a tus dos hijos mientras mi cabeza divaga en un mundo de locuras donde sólo tú serás el elixir de la congruencia y la felicidad para mi- comenté con serenidad y un tono dulce tan raro en mi.

Estreché a Metztli entre mis brazos con un poco de fuerza, tratando de grabar hasta el último detalle de su esencia, de su mirada tan vivaz, de su delicadeza y firmeza como persona. No la perdería, no me lo permitiría y tampoco la dañaría en ningún modo.

Tomé las manos de Metztli con delicadeza, con la misma delicadeza que un relojero sujeta su pieza maestra, aquella que da sentido a su arduo trabajo, aquella por la cual moriría y entregaría la vida sin dudarlo. Guíe con firmeza y decisión sus dedos por mi rostro, deseando que se convenciese, y con ello yo, que lo vivido por ambos era un suceso fantástico y auténtico.

-Soy tan real como una leyenda viviente de mil años de antigüedad, tan real como el mismo aire que respiras en este instante, tan real como el aroma de humedad que inunda nuestros sentidos, tan real como este rostro tallado en piedra por el transcurso de la Eras y las batallas puede ser... tan real como el milagro que para mi representas, tan real como mi fé en un mejor futuro.

Solté sus manos y ahora pasé mis dedos por su faz; su piel era tan perfecta, si no hubiese sido por su color dorado, su cálida temperatura como la mía y su esencia tan deliciosa, tan hechizante a mis sentidos, seguramente podría pasar por una vampiresa, llena de una belleza tan formidable.

-Soy tan real como esto- dije mientras posaba mis labios en los suyos nuevamente, con lentitud, sin prisa alguna, cautivando ese instante en mi memoria por siempre, asimilando su angelical textura mientras buscaba demostrar mi devoción por ella.

Había tenido que sortear la muerte, la guerra, el cansancio, la agonía mental, el vacío del corazón, la desesperación... tanto... tanto.... y todo se desvaneció nuevamente con el divino intercambio de sentimientos que experimentase con Metztli en la sacra forma de un beso.

A cada palabra, a cada ocasión que escuchaba la voz de aquella cambiaformas tan sorprendente, con una consciencia que demostraba sabiduría y una juventud que centelleaba belleza, mi alma ansiaba fusionarse en un sólo ser con ella.

-Yo no deseo dejar de verte, mucho menos alejarme de ti. No obstante, estoy consciente que nuestros deberes han de ser atendidos; así que cada vez que piense en ti mis fuerzas aumentarán y mi espíritu se verá colmado de alegría hasta que nos encontremos de nuevo- la suficiencia que experimentaba se manifestó en la forma de una sonrisa llena de seguridad y un tinte de burla- De cualquier manera, sé dónde encontrarte y ahora sé que no necesito matar un vampiro para admirar el auge de la naturaleza- añadí con una mirada llena de felicidad.

El olor a podedumbre del bebedor de sangre desaparecido aún se percibía en el aire, así como los residuos de una tormenta... pero por encima de aquello, la vida se daba a conocer, emanando su esencia, el efluvio conjunto de los animales que salían a recuperar su existencia.

Me separé con suavidad de Metztli, sin perder de vista el rayo de esperanza que encontraba en sus ojos. Debía ser yo quien tomase la iniciativa o podríamos perdernos una eternidad en ese sitio, aislándonos de un mundo que requería nuestra presencia.

-Es momento de partir. Nuevamente, cuando la Luna esté azulada, esa noche te veré otra vez y nos conoceremos un poco mejor- declaré con un gesto de firmeza en el rostro- Hasta entonces, no me olvides.

Besé la mano derecha de Metztli con dulsura, tras lo cual me encaminé al lugar donde, sospechaba, Bianca aguardaría mi retorno. Era un sujeto distinto, rebosante de vivacidad... pero no podía demostrarlo, mantendría mi gelidez siempre que no fuese necesario bajar las murallas de mi castillo sentimental para volver a experimentar la humanidad extraviada en mi durante siglos.