La Titanomaquia y el fin de los tiempos ((Bianca y Metztli))

Mi espíritu ardió en cólera, una irritación enorme que me quemaba por dentro y casi me impulsaba a adoptar mi forma de combate para lanzarme sobre la emisaria de la muerte. Le miré con odio, con los sentimientos más profundos de mi ser aflorados. Ya no había caso de escoder nada, de todos modos, presentía que ella sabía lo que cruzaba mi corazón con tan sólo escuchar mis palabras. Me giré para observar a Bianca, diciéndole en tono tajante.

-¡Vete de aquí! Esto es entre ella y yo, Bianca- mi voz salió con un tono de autoridad superior al que Lucrecia pudiese adoptar jamás mientras bufaba lleno de rabia, aunque buscando mantener la cordura y la mente lúcida, pues perder los estribos implicaba caer en la salvajidad pura... cosa que no planeaba hacer.

Volví a mirar a la roca, dónde Metztli se mantenía de pie con absoluta impacibilidad. ¿Por qué? me pregunté en mi fuero interno con frustración, viendo de nuevo ahí la figura de un ser desaparecido de la Tierra... el pasado encarnado en el presente. Debía abatir mis pensamientos, debía destruir aquello que me perturbaba... debía destruirla o sucumbir ante la flaqueza y debilidad de mis sentimientos... cosa que no estaba dispuesto a permitir.

-¡Nadie te necesita, Heraldo de la Umbra! Nosotros podemos hacer cualquier tarea, cualquier labor sin su ayuda. He vivido mil años haciendo esto, ¿por qué demonios necesitaría de ti?- grité haciéndome escuchar por sobre el ruido de la tormenta y la furia del viento, con unos ojos inyectados de sangre y hostilidad. A continuación, una sonrisa macabra se marcó en mis labios- Y no creas por ningún motivo que voy a dejar este asunto inconcluso de nuevo... esta será la ocasión definitiva. ¡Si he de morir, que así sea!- mi voz adoptó, inevitablemente, el tono de un fiero bramido.

A lo lejos, el sonido del búho se escuchó con debilidad, mientras se aproximaba al sitio de la disputa, a atestiguar el encuentro de dos feroces cambiaformas.

Gruñi ante la imposicion de Lucian, como se atrevia a usar la voz de un alpha, en contra de una Black Furie, mi maturaleza respondio al reto no me iria del lugar, pero tampoco seria parte de su injusticia, mire friamente a Lucian mientras mi lomo se empezaba a erixzar de nuevo habia transgredido mi educacion, tradicion, mire con enervo a Lucian mientras reprimia mi impulso sin dejar de gruñor, sentada en mis cuartos traseros.

Mire rapihdamente a mi hermana, ella respondio a mi mirada, respire profundamente para tranquilizarme no podia permitir agredir a alguien de mi manada pero tampoco dejar a una hermana en manos de alguien tan frio y terco, solo me rtire unos paso sin dejarlos de mirar a ambos, solte un aullido de rabia para terminar de controlar mis instintos.

Cierto aire de satisfacción me causó la forma en que Bianca se tomase mi comando. Realmente no interesaba si hería sus sentimientos, ego o cualquier semejante, ella era irrelevante... a menos que tomase parte en el asunto. No obstante, por alguna razón, tenía cierta confianza respecto a que no entrometería... al final, mis presentimientos no solían defraudarme jamás.

Un instante después, cuando Metztli se aproximó sin cautela, completamente serena y segura de sí misma, recibí aquel gesto con absoluto furor, mirando con ojos asesinos a la cambiaformas tan arrogante. Se atrevía a encararme de esa manera, de una forma completamente demente... pero no... eso no era... vampiros y cambiaformas por igual habían cometido ese error en el pasado con consecuencias como la muerte... yo no me había inmutado en absoluto esas ocasiones... ¿qué ocasionaba ese cambio en mi personalidad de forma tan radical? Creía saber la respuesta, pero prefería buscar alternativas.

-Debería matarte- le espeté iracundo, sin mover un músculo si quiera.

¿Debería? ¿Qué diablos me mantenía petrificado, incapaz de moverme un sólo milímetro de mi posición? ¡Demonios! ¡Dioses de lo oscuro! Mis deseos de luchar estaban a flor de piel pero mi voluntad no reaccionaba en absoluto y cada vez se acrecentaba en mi la furia del propio infierno.

Detrás de mi un rayo partió un árbol y éste cayó incendiado con terrible ruido. Seguido a esto, cuatro luces iluminaron el cielo y descargas eléctricas cercaron el lugar, como indicando que se libraría un duelo en esa zona. A una corta distancia, sobre nosotros, un búho buscaba un lugar donde posarse... el espíritu de la sabiduría en las leyendas... necesitaba sapiencia para sobre llevar la situación.

-¿Por qué siempre debes ser tú quien aparezca?- pregunté finalmente con tono de fastidio, aguardando una congruente respuesta de parte de mi rival.

Escuche lo que me decia Metz, sabia perfectamente que no era mi pelea, que no podia intervenir, el ciclo que se deberia cerrar para poder abrir el definnitivo, accedi al pedimento de mi hermana, alejandome para que estubieran solos, llegue hasta el auto de lucian hechandome y recargando la cabeza sobre mis patas, esperando el incio de un nuevo comienzo, resople mientras me recostaba, mirando al cuervo que me seguia de cerca. "El tiempo y espacio es de ustedes, las eras se mezclan si testigo mas que los propios herederos del espiritu", rece en mi mente mientras cerraba los ojos ya hechada lejos del sitio donde se encontraban.

Al final, Bianca se había ido. Era reconfortante no tener expectadores torpes en los alrededores, además de recuperar la equidad numérica. Con ello, podría batirme en duelo con aquella maldita cambiaformas de una vez por todos y menguar su vida... o perecer en el acto de ser así. La muerte era una perra con la cual danzace más de una vez en mi existencia, éramos tan conocidos que podíamos olernos todo el tiempo.

Realmente, la gota que derramó el vaso fue aquella temeraria forma de invitarme a despedazarla, seguida de sus palabras incoherentes, lo cual encendió la llama de la lucha en mi conrazón. Exhibí mis afilados dientes cuan mortíferos eran en su apariencia antropomorfa. Incluso en ello nos encontrábamos en igualdad de condiciones. Si luchábamos, sería a muerte, con justicia para cada uno... sin ventaja, excepto la experiencia y sapiencia para mi.

Es tiempo, se acabó la paciencia contigo pensé con frialdad, con aquel dominio de mí mismo que aparecía en los mejores momentos, con una serenidad implacable que podía ser envidiada por cualquier inmortal... pero el destino nos da vueltas caprichosas y nos forza a reconciderar nuestras acciones; Búho pululó a modo de advertencia sólo unos segundos antes.

-No puede ser- murmuré mientras caía de rodillas al suelo, víctima del más mortal golpe que un ente como yo pudiese recibir, con la mirada perdida en el suelo y ambas palmas soportando parte de un peso imposible de llevar a cuestas por cualquier ser.

¿Era esa la jugarreta definitiva, la puñalada con la cual mi corazón se resquebrajaba en millones de fracciones? No habían sido sus palabras, ni su porte, mucho menos su actitud... aunque eso había contribuido notablemente al fatídico resultado. Respiraba entrecortadamente, víctima de una inverosímil desesperación y confusión, perdido en el valle de frustración y la alegría; en el bosque de lo enigmático y el milagro; en un mar de incredulidad y esperanza... estaba acabado.

Había sido una fracción de segundo, no más, no había soportado más: Ahí estaban de nuevo, aquellos centelleantes ojos de un azul celeste tan fiero y hermoso, la mirada de un ser destruido injustamente mil años atrás... sacudí la cabeza con violencia y un alarido desgarrador perturbó el entorno más que la fúrica tormenta. Cielo y tierra se estremecieron ante mi agonía, al tiempo que un rictus de infinita tristeza se apoderó de mi otrora pétreo rostro.

-¿Quién eres en verdad, Heraldo? ¿Qué quieres de mi?- pregunté en un susurro, sin despegar los ojos de mis manos, carente de fuerza... inexpresivo... pero no por mi frialdad, sino porque ya no podía esbosar nada.. estaba vacío por la impresión... estaba muerto en vida... Lucian Von Wednar había desaparecido para el mundo...

Un gesto de sarcasmo, un sarcasmo tan deplorable como un chiste mal contado por un raquítico payaso, un gesto ante el cual sólo el cruento destino podía reir a carcajadas con beneplácito, eso era lo que mi rostro demostraba en ese instante. Estaba molido, pero no físicamente... de hecho, sentía como si una buena parte de mi espíritu, de mi mente y de mi ser hubiesen desaparecido súbitamente.

Y ahora recibía esa respuesta...¿por qué? Un nuevo arranque de ira comenzaba a inundarme profundamente, la ira de saberme destruido por dentro y ser incapaz de levantarme de nuevo. ¿Por qué no moría de una vez? Ese suplicio tenía que terminar... era mi única salvación. Miré aquellos ojos que ya no eran iguales, habían vuelto a adoptar un tono distinto, ni remotamente cercano a los de Sonja... no obstante, yo estaba seguro de lo que atestiguase momentos atrás.

-Por tu culpa mi existencia se ha vuelto un infierno... Despertaste emociones muertas en mi desde hace mil años... Y ahora, tus ojos centellearon con la misma fuerza del sol... con un azul que no veía en varias eras... ¿y simplemente me dices que no sabes nada? No quiero tu lástima si eso es lo que tratas de darme a entender- bufé con ira mientras una lágrima de impotencia rodaba por mi mejilla, al tiempo que apretaba los dientes en una expresión violenta, sintiendo el sabor de mi sangre al abrirse mis ensias por la presión- ¿Por qué?- pregunté al cielo en un grito de desesperación que ya no podía reprimir- ¿He servido a tus designios y así me pagas? ¡Arráncame el corazón y dame un descanso eterno de una vez!

Golpeé la tierra con ambos puños, en un arrebato de confusión y odio... odio a mi mismo y a mi pasado.

No había respuestas, el cielo y el infierno me abandonaban a mi suerte en la zona intermedia... vagaría por una eternidad lleno de dolor y aflicción, matando vampiros para buscar una paz y tranquiliadad que no podía de otra forma... aunque sólo fuese pasajera. ¡Sonja! La necesitaba, deseaba estar con ella, pero no quería morir cobardemente... debía ser en combate... y jamás lo había logrado...

Un segundo después, todo fue silencio. Sentí el golpe en mi rostro, sacudiéndome cada una de las ideas en la cabeza. Fui puesto en pie contra mi voluntad, si siquiera poder escuchar nada... sin desear escuchar nada. La existencia se había acabado para mi, el universo se desmoronaba a pedazos y mi alma fallecía, dejando un cuerpo vacío.

Pero el resplandor del Edén brilló una vez más para mi. No había duda ya, Metztli era, o eso entendía, la reencarnación de mi amada Sonja... su personificación después de mil años. El torrente de pensamientos que siguió a ello fue sorprendente, como si las puertas del entendimiento brillasen de nuevo para mi. Cerré los ojos, grabando aquella luz celeste en mi memoria, tal como lo hiciese siglos atrás.

El gesto de desesperación fue sustituido por una renovada confianza en mi mismo, el poder de mi mente retornó con mayor fuerza. Cuando contemplé de nuevo a la cambiaformas frente a mi, sabiendo que ya no sería el mismo jamás, esbocé una sonrisa de seguridad, un gesto tan firme que me recordó la vez en que dije a Sonja que huiría de mi esclavitud.

-¿Qué sugieres?- pregunté con un bizarro toque que se podía describir como seducción y dominio pleno de la confianza que volvía a morar en mi.

La luz de un relámpago me hizo entrar en un estado en el cual recordé el pasado, partes claves del mismo. El castillo de Viktor... mi Sonja... los días juntos... su embarazo... mi fuga de la prisión... la conversión de mi amada... su padre averiguando la verdad detrás de nuestra unión... nuestro amor reforzado a pesar de la diferencia de especies... su injusto asesinato a manos de su propio progenitor... la venganza... mi último recuerdo, el medallón.

Abrí los ojos y mis sentidos retornaron. Escuché aquellos latidos en ambos, sincronizados de forma caprichosa. La lluvia comenzaba a arreciar velozmente y las gotas de agua se engrosaban, cayendo al suelo con estrépito. Fue como si mi percepción del mundo se magnificase infinitamente, aumentando mi visión en miles de veces.

Comprendí las palabras de la joven cambiaformas... sintiendo la ironía de la ocasión: yo, un ser nacido por lo menos un milenio atrás, con un gran cúmulo de vivencias y experiencia en mi haber, volvía a aprender de un semejante muchísimo menos antiguo que yo.

Las ráfagas de aire murmuraron, las nubes se comunicaron entre ellas y un extraño rayo de luz se filtró por un segundo a través de las tinieblas. No requería más signos: era testarudo, necio y hasta ciego ante la forma de hablar del destino, pero ese día creía recibir ese llamado con plena claridad: por algún motivo, una razón maquinada por el universo entero, un plan fraguado en las entrañas de la Tierra, Metztli y yo nos habíamos encontrado... veía en todo aquello los deseos de Sonja más marcados que nunca, incluso su temeraria forma de conseguir lo que se proponía.

-My chains are still yours, I belong to you- susurré en un instante en que la tempestad cesó para permitir que mi voz se extendiese a lo largo de la naturaleza. Me erguí con la majestad que demostraba antes de entrar en combate, investido con el manto de la seguridad y el centro de la firmeza, portaba ahora la espada del conocimiento y el escudo de la sabiduría. Todo estaba claro- Ya no necesito más respuestas, sé lo que necesito saber... Y tú también- declaré con abrumadora calma. Simultáneamente, los rayos volvían a golpear el suelo y el diluvio aumentaba su fiereza... pero a mi no me importaba, no en ese instante.

La naturaleza anunciaba como mi Oscurantismo concluía en medio de la tempestad... al menos quería verlo de esa forma. Percibí el sonido de Búho, nuestro observador y testigo sapiente, colocado en un árbol cercano, firme pese a las condiciones climáticas. El espíritu de la sabiduría me había guiado a través del tiempo, siempre atinente en cada paso que me impulsaba a realizar... y esta no era la excepción sin duda alguna; mi corazón lo podía sentir: era dueño de renovados sentimientos y múltiples deseos de vivir... tanto en tan poco.

Una sonrisa algo confusa se marcó en mis labios cuando aquella extraña cambiaformas se aproximó a mi. No sabía, no recordaba que hacer en esos casos... me sentía... ¿nervioso? ¿Ebrio de alegría? Complicado sería describir con presición aquel momento. Abrí un par de veces las manos, indeciso... incapaz de discernir... Aquel comportamiento me tomó por sorpresa incuestionablemente.

Inhalé, al igual que ella, su esencia... diferente, por alguna razón que no podía ni quería comprender, de la que recordase en el cementerio. El dolor cesaba y mi mente se sentía apasiguada. Con dificultad, timidez de hecho, pasé ambos brazos alrededor de su cintura. Posé mi barbilla a la altura de su hombro, susurrando, a sabiendas que me escucharía sin importar el ruido de las violentas descargas eléctricas.

-Lead me, save me from my solitude- comencé con inusual delicadeza y suavidad- Say you want me with you, here beside you ...

No pude proseguir, ya había dicho lo necesario. Me limité a callar y dejar que el momento transcurriese... era lo único que restaba.

Y así terminaba una época de desolación para mi, mil años de soledad y vacío... con aquellas palabras celestes dedicadas al monstruo en que me convirtiese. Fui presa de un sentimiento de redención, me sabía ahora con una segunda oportunidad para vivir una eternidad que anhelase, de alcanzar la felicidad arrebatada de mi lado por la injusticia y la tiranía de un maligno ser cuyo espíritu ya moraba entre las paredes del averno.

Había cumplido mi venganza más de cien veces, había castigado a esos malditos vampiros en innumerables ocasiones, había propocionado paz a la humanidad en el grado más elevado que pude, había permanecido fiel a mis creencias... la tormenta de mi existencia comenzaba a ceder paso a la luz de un nuevo amanecer, un amanecer en el cual mi devoción por Sonja daba paso a un extraño sentimiento por aquella cambiaformas que revolucionase mi vida en tan poco tiempo.

Un segundo más bastó para volver a resucitar la emoción encerrada en la calidez de un beso, un beso que, para mi, hizo resplandecer las tinieblas con su propio fulgor. Cuando sentí su mirada sobre mi, una sonrisa alegre, llena de vitalidad, surgió de la nada en mi... una forma de expresión que creía perdida. Mi rostro se iluminó con tanta efucividad que ni yo mismo podía creer el flujo de emociones que circulaban en mi interior.

-Me has devuelto la vida, me has regresado las razones para existir más allá de una simple matanza, me has hecho recordar quién soy- puse una rodilla en el suelo, tome su mano derecha y le dediqué un beso delicado en medio de la tempestad- Mi alma, mi espíritu y mi ser completo te pertenecen ahora.

Contemplé sus ojos desde donde me encontraba, dejando irse una parte de mi pasado para abrir las puertas al futuro que se extendía delante de mi. Había renacido.

Búho levantó el vuelo. Miré el cielo un momento, después de ponerme en pie y asimilar las palabras de Metztli, palabras significativas que guardaría con recelo. Buscaba en el firmamento algo... estaba buscando despedirme de Sonja y dejar su memoria descansar en paz... pero me di cuenta que sólo había una forma de hacerlo... un sólo medio para concluir la más larga etapa de mi vida: tenía que regresar al castillo de Viktor, donde había construido su tumba.

No quité mi sonrisa del rostro, sabía que ella deseaba mi felicidad más que nadie en el mundo. Ahora tenía un motivo por el cual defender el mundo y convertirlo en un lugar seguro. Retorné la mirada a la mujer que ahora representaba parte de mi razón de existir, pasando mis manos detrás de su espalda para sentir la calidez de su cuerpo y recuperar una parte más de mi humanidad, exiliada durante siglos enteros, durante miles de noches completas.

-Será nuestro mundo, nuestra Era. ¿Sabes? Seguiré matando vampios- dije en tono de broma-, pero ya no lo haré por venganza, sino por protegerte a ti de sus garras, así como a los dos pequeños que nacieron de ti- concluí dándole un beso en la frente, posando mis labios con lentitud en ella, casi preparado para mi nuevo destino.

Observé con curiosidad ese símbolo pintado con tanto esplendor en la piel de Metztli. Me llamaba la atención poderosamente... ya tendría oportunidad, más tarde, de indagar en su significado. No obstante, pese a mi ignorancia, sabía que en las palabras de mi Heraldo de Umbra se encontraba una innegable verdad, el legado de mi especie resumido.

La tomé entre mis brazos: la experiencia de mis siglos y la juventud de su vida formarían una pareja invensible e insuperable, no sólo en combate, sino en la vida cotidiana... lo presentía, sospechaba eso mismo con un ahínco tan fuerte que casí lo afirmaba; mi fortaleza sería su fortaleza, mi sabiduría sería su sabiduría, su curiosidad sería mi curiosidad, su determinación sería mi determinación... formaríamos un sólo ser de ahora en adelante.

-El destino actua de formas tan extrañas que en ocasiones olvido que es más sencillo dejarse guiar por él que descrifarlo- murmuré con seguridad- Sólo espero que mis más grandes temores no se vuelvan realidad otra vez... no lo soportaría- mi miedo era infundamentado, ciertamente... pero la pérdida suponía, enfrentada dos veces, un vacío del cual jamás me levantaría.

La apreté un poco más fuerte contra mi pecho, como si desease que se fuese... porque así era... quería que se quedase conmigo por la eternidad o, al menos, hasta que se hartara de un monstruo como yo.

Un peso se fue de mi cuando mis temores fueron rebatidos momentáneamente. Esas palabras despejaron las nubes del miedo, dando paso una respiración más calmada y lenta. Por un enigmático motivo, confiaba en Metztli, aunque fuese en un asunto tan complejo e impredecible como el futuro y el destino.

-¿Hablas de tus hijos?- pensé mientras en mi rostro se dibujaba un gesto de incredulidad absoluta, bajando la mirada hasta encotrarme con una expresión absoluta de dulsura y curiosidad- Espero que no... porque, para ser sincero, jamás he sido bueno en ese campo y... pues, no lo sé- titubeé un poco antes de volver a hablar- aunque será un reto bastante complicado para un sujeto como yo, que adoptó a dos pequeños, convirtiéndoles en personas completamente diferentes.

Recordé a Seprov y Aidan... ambos mis hijos, ambos con historias distintas... ambos tan diferentes y ambos con finales tan distantes entre sí... Ninguno parecido a mi en lo más mínimo... por fortuna.

No dudaba de las palabras y el atributo que Metztli les daba a sus hijos, al final, aglo tendrían que haber heredado de aquella fascinante cambiaformas, tan imprevisible como un cien dados lanzados al mismo tiempo.

Sin embargo, cuando llegó el turno de Aidan y Seprov.... hablar de ese tema no era sencillo, no estaba seguro de cómo se lo tomaría, no era el momento. Desvíe la mirada al cielo donde antes se albergase una fiera tormenta, con una expresión de aflicción y confusión. Medité un momento el hecho de que dos pequeños infantes creciesen y se transformansen en lo que eran ahora... uno un adulador de vampiros, protector de los mismos y amante de una... el otro, un mercenario, asesino a sueldo, cuya principal arma eran los conocimientos en genética a su disposición...Suspiré antes de articular palabra.

-El mayor tiene 38, el otro 29... pero fuera de ello, preferiría que jamás los conocieses... Son tan similares a mi y tan distintos al mismo tiempo- concluí entrecerrando los ojos, buscando las estrellas más allá del cielo, reflexionando sobre mis errores y la forma tan cruente en que manipulase vidas humanas para conseguir mis fines... comenzaba a sentirme culpable de sus destinos, a desear poder modificarlos, a proporcionarles una nueva vida... ¿acaso eran felices así?