Cuentas claras... vidas largas ((Aidan))

Tras el incidente con Lucrecia, había concedido a Aidan un poco de tiempo adicional para recolectar la información. Debía considerarse afortunado, pues no solía brindar esas oportunidades a simples empleados míos. Esta vez, el punto de reunión era el bosque de La Push, dentro de los límites de la reservación, donde todavía contaba con la protección del pacto entre vampiros y cambiaformas, aunque eso realmente me preocupaba poco.

El tiempo corría, mientras me subía a un árbol a recostarme, mientras aguardaba la llegada de Korbin. Más le valía no colmar mi paciencia, si deseaba no volver a conocer al intimidante lobo que habitaba en mi interior. La brisa vespertina era deliciosa para mantenerme distraido, aunque realmente no alcanzaba a distraer mis pensamientos de otros asuntos.

-Debe ser él- susurré al escuchar unos pasos acercarse con sigilo, un sigilo profesional solo descubierto por la finura de mis sentidos. Luego dije en voz alta- Vamos, vamos, ven, se que andas ahí. No pienso cometer... si me das lo que te he pedido

La percepción de ese demonio era increíble. Parecía ser capaz de conocer de antemano que me acercaba. Era casi seguro que pudiese leer mis pensamientos, aunque ya no importaba mucho. Me jugaría mis cartas de una buena vez. Ya poco tenía que perder al respecto. Frené el vehículo casi frente a él, dando un resingo, conteniendo los deseos de arrollarlo de una buena vez y para siempre.... aunque dudaba que eso lo detuviese o matase. Fuera cual fuera el caso, tenía que continuar con el plan.

Bajé y me acerqué a él, con una sonrisa de confianza que era lo opuesto a mi sentir en ese instante. Saqué de entre mis vestiduras la información que consiguiese días atrás de manos de Tea. Se la extendí y aguardé en silencio a que hicise algo, cualquier cosa. No sería yo quien comenzase a hablar, no esa ocasión, no ese día.

Observé a la rata acercarse a mi. Podía ver en sus ojos el cambio, me había traicionado como Lucrecia lo había traicionado a él. Me vinieron muchas ideas a la mente, quería que su muerte fuese ejemplar, enviar imágenes a todos mis contactos de como hacía escarmentar a los desertores. Tomé los documentos con mi mano derecha, les eché un vistazo, corroboraría la dirección e información sobre mi maldito hijo más tarde, cuando tuviese tiempo. Esbosé la sonrisa más siniestra que pude, infundiendo temor en el corazón de mi víctima sin duda.

-Bien, has terminado tu trabajo correctamente, Korbin. Te felicito- dije con algo de sarcasmo- ¿Has escuchado el término... "águila de sangre"?- le pregunté con la clara imagen de su castigo final en mi retorcida mente maquiavélica.

El tipo estaba desquiciado, sin duda. No obstante, ya había concluido el trabajo. Carecía de una remota idea de que mierda quería decirme con eso de águila de sangre pero, en mi mente, casi aseguraba que no era algo agradable, mucho menos divertido. Incluso, tenía la sensación de que implicaba alguna clase de muerte extraña con ello. Sin embargo, no tenía opción, ya estaba ahí, y ese maldito demonio me tenía a su merced. Está bien, jugaría su juego aunque ello me condujese a mi fin...de todos modos, el daño a él ya estaba hecho, y Seprov debía estar recuperándose en esos momentos.

No, pero creo que es alguna de tus idioteces de siempre, ¿no jefe? le pregunté en tono desafiante... si iba a morir, no sería como un cobarde, lo haría dando la cara.

Así que el hijo se revelaba contra el padre, y más aún, en tono completamente desafiante. Una mirada gelida y asesina se manifestó como el relámpago en mis ojos. Korbin, ese humana inútil, acababa, sin duda alguna, de firmar su sentencia de muerte... aunque, a decir verdad, desde el momento en que se apareciese frente a mi, su vida se encontraba finiquitada, sus errores le estaban cavando una horrible muerte y una aún peor tumba.

Me reí durante un instante tras lo cual cesé súbitamente, hablando con fiereza y autoridad.

-Humano insolente, tus bromas no son de mi agrado- ladeé la cabeza hasta mirarlo en diagonal- De hecho, creo que me toca bromear a mi, ¿no es así?- pregunté mientras le tomaba por el cuello en un movimiento velocísimo- Vamos a jugar al águila de sangre, Korbin. Yo te saco los pulmones por las costillas y tu gritas de dolor, ¿te parece?- una sonrisa maligna se dibujó en mi milenario rostro, una sonrisa que, seguramente, no quitaría hasta el final