Apocalipsis 18:24 ~Irina Vervelle~

Tema: Apocalipsis 18:24 ~Irina Vervelle~ Mar Jul 14, 2009 8:12 pm

"Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra."

Apocalipsis 18:24

~Por fin el maldito diacono termina de leer aquel aburrido pasaje. Menudo culo tiene el muy cabron. Estoy deseando de que llegue el momento de confesarlo y ponerle una penitencia por sus pecados. Todavía no he tenido la oportunidad, esta misma mañana le han asignado ese puesto y eso que solo lleva una semana en esta iglesia. Digamos que ha tenido un poco de ayuda de este siervo de Dios. Un joven de veinti tantos años siendo diacono de una iglesia tan respetada como esta sería una cosa imposible, pero ese culo había obtenido un favor, y pronto obtendrían uno pesonal mío.

Despido a la congrecación con mis últimas palabras y un-Amén-Bastante sonoro y temparamental, el chico ha alargado demasiado el acto, espero que merezca la pena. Esta apunto de dar las doce de la noche y la iglesia esta vacía. A excepción del nuevo diacono que se ha quedado para ayudarme a recoger-¿Quieres que te confiese esta noche?-Mi voz servicial como siempre oculta mi verdadero deseo...No mentiras...Parece una estupida burla a su santisima persona, vez miento, y lo hago demaisado bien. El chico me sonrie, tiene que marcharse, ¡maldión!. Un maldito castigo, ¿odias a tu pastor?. Soy capaz de conseguir a cualquier oveja.

El chico se aleja, sale por la puerta despidiendose de mí con la mano al aire. Me doy la vuelta y contemplo la cruz, de nuevo solo en la inmensidad de la casa del señor. Vuelvo a mirar a la puerta, y en la última banca, una mujer mira hacía el suelo. No la he visto durante todo el servicio, ha aparecido de la nada, quizas atraída por el viento que arrecia afuera y que amenaza con lluvia. Su ropa parece demasiado cara, incluso para la más rica de mis feligresas-Perdón, ¿puedo ayudarla en algo?-Soy prudente, aunque no soy capaz de ocultar el enfado por no haber podido beneficiarme al nuevo diacono.~

Tema: Re: Apocalipsis 18:24 ~Irina Vervelle~ Miér Jul 15, 2009 1:01 am

Caminó por aquella ciudad en la que ha estado más tiempo del que planeaba, sus planes de visitas se habían visto afectados por el encuentro de los suyos, de los reyes, de él y claro… de ella. No se arrepentía de nada, más bien le agradaba. Ya las manecillas del reloj dieron la media noche. Y la caza ya fue anunciada, era la hora de cenar, de matar, de fastidiar a aquellos que no merecían estar en aquel lugar.

Su fina ropa se acoplaba perfectamente a su cuerpo, las reinas visten como reinas, adecuándose a las eras, pero siempre reinas. Los humanos a su paso estaban siendo marcados con fecha, sólo los que eran dignos de ser maldecidos, jóvenes hermosos de piel tersa, hoy, mañana, pasado mañana.

Bebió del más hermoso de todos los hombres que observó, el cuerpo del joven se estremecía en sus brazos, chillidos de auxilio se escuchaban pero ya era muy tarde, no había nadie para socorrerlo. Sin ejercer toda su fuerza hasta la última gota de sangre acabó. Cuando el trabajo estaba realizado dejó el cuerpo abandonado en un callejón sin salida. Caminó satisfecha por la ciudad, no era extraño ver a personas saliendo de una catedral. Entró al lugar antes de que el ultimo ser lo desalojara. Se acomodó en la última banca, no era tarde para jugar. Los vampiros nunca duermen, los vampiros son eternos.

No miró al cura, permaneció en silencio mirando el piso. Era absurdo alabar a un dios inexistente, a un dios que no miraba ni disfrutaba. Absurdo, idiota, los dioses eran los vivos… o no tan vivos. Esos seres poderosos, capaces de castigar y mirar por sobre los demás, dominando, corrigiendo. Sonrió de manera macabra cuando el cura consulto por su presencia, el enfado en su voz era evidente. Levantó la mirada y se paró. Caminó hasta él y con una sonrisa burlona respondió: - ¿Ayuda de su parte?- se carcajeó, avanzando elegante a su alrededor.

-Una persona que profesa por un ser invisible no puede brindarle ayuda a los demás- miró directamente los ojos del humano a un metro de distancia. –¿Usted puede darse ayuda a si mismo? – le preguntó con ironía. – Si existiera algún Dios – además de yo, pensó – No perdonaría mis ofensas- rió melodiosamente.

Tema: Re: Apocalipsis 18:24 ~Irina Vervelle~ Mar Jul 21, 2009 4:16 pm

~Camina despacio, se desliza, ¿vuela?. Su figura grácil recorre la galaería, su ropa me hace pensar en reyes, reinas, dioses...dios...Su piel es tan blanca como el mármol, totalmente perfecta. Cuando habla su voz parece una orquestas de liras, arpas y violines. Una verdadera orquesta, en cada una de las silabas, hasta que no esta realmente cerca no soy capaz de olerla, imposible sería la palabra que utilizaría para describir aquel olor. Así deben de ser los angeles, ¿viniste a castigarme?, enviaste a uno de tus protegidos...estúpido, esta en la tierra, y aqui no es más que una bella mujer, que pronto tendra problemas.

Las palabras se me amontonan en el fondo de la garganta, me estremezco, y una capana replica por el incesante ataque del viento que anuncia una inminente tormenta. No puedo evitar apartar mi mirada. ¿Qué ocurre?...No dejas que los mortales contemplemos a tus angeles.-Hablas como un demonio, preciosa-Consigo articular con dificultad-Dios...perdona..a todos...-No termino mi frase, ni ella, ni yo no creemos esa sarta de mentiras. Me aparto un poco, recojo una cantoral que queda sobre una de las bancas. "Aleluya, reza el titulo del papel. Perdí al diacono, pero me quedaré con aquel angel caído.

Consigo mirarla directamente, sus ojos son del mismo color de la sangre, gritan dolor, hambre, e infinito-Y si no buscas el perdon, ¿qué buscas en la casa del "señor"?-Entrecomillo con los dedos, y aparto con rapidez la mirada de nuevo. Un trueno, y la tormenta comienza. Su mirada sigue fija. Quema como el infierno, fustiga como el mismisimo diablo~

Tema: Re: Apocalipsis 18:24 ~Irina Vervelle~ Jue Jul 23, 2009 2:32 am

Podía sentir a lo lejos una tormenta aproximarse, el destino de esos seres olvidados por la sociedad moderna, idiotas, incapaces de hacer algo mejor que servirles a seres inexistentes. Sonrió con hipocresía. Ni los tiempos ni el espacio eran suficientemente grandes para un ser tan único. Sus manos aun conservaban ese aroma del bendito néctar colorado. Lo miró con arrogancia mientras el decía sus alabanzas. Los mortales no son mas que juguetes que Nyx diseño para mutilar. Corrompió sus pensamientos con ideas ambiguas.

Sus palabras hacían eco en el lugar, produciendo un sonido singular. Su mirada seguía cada movimiento del hombre de Dios. Aballestando el aire con mil socorros, la imagen patética de una persona que se hacia el fuerte ante la presencia de el Diablo la hizo carcajearse una vez más. Pero el corazón siempre delata, el torrente sanguíneo aumenta, y avanza veloz por las estrechas venas de los soñadores y más valientes habladores.

El humano habla con una errónea arrogancia, ella niega levemente y avanza. Se acerca a el sin travesura ni sensualidad, era un demonio, una bestia dispuesta a descuartizar. Pero aun era temprano y la tormenta ya había comenzado. Se detuvo cuando las respiraciones se mezclaban, frió y caliente, que ironía tan evidente.

-Lo mismo que usted, nada más que compañía- y una muerte muy fría. Su voz acuchillaba cada partícula del aire, seca, siempre elegante. El no creía en aquellas habladurías, sólo actuaba, tanto y más que los de su misma especie. Mascaras para los mentirosos, mascaras para los seres no piadosos. Sus ojos escarlatas brillaban duros y refinados, anhelantes de aquella sangre. ¡Detente!. Retrocede un paso veloz, grácil. -¿Debería tener un motivo?- le preguntó al aire, sonrió socarronamente.- ¿A esta hora no duermen los seres como usted?- Oh, pequeño mortal ¿sabes el precio a pagar? Se mueve sin mentiras roza con su helado dedo la espalda del humano, muy rápida para ser vista.

-Shhh- susurra sin pesar, vuelve al frente velozmente. –La noche me guió hasta aquí- miró la cruz al final de la iglesia -Talvez fue Dios- rió.- ¿Qué tan ciertas son sus palabras Cura?- consultó con una singular voz. Se detuvo un instante y a su padre el Rey Augusto recordó.-He venido a confesarme- Su mirada vaciló y por un segundo los ojos cerró.

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