One Night Stand?

Cerré la puerta tras de mí. Los espejos nos reflejaban, por un lado. Por el otro, teníamos la regadera de la tina a nuestra disposición. Hicimos un giro de 180 grados, dejándola a ella contra la puerta. Besé su cuello con premura, deleitándome con la suavidad de su piel, jugueteando con mis dientes y su cuello. Bajé un poco más, sintiendo sus duros pechos bajo el sujetador con la superficie de mis labios.

La escuché gemir.

Dejé que mi aliento rebotara contra la piel de su abdomen, a medida que me acercaba al pantalón, el cual desabotoné con prisa y bajé el cierre con los dientes. Ella movió sus piernas, intentando sacárselo, y le ayudé un poco, dejando así al descubierto a sus níveas piernas. Subí de nuevo, con lentitud ahora, hasta llegar a su oreja. La mordisqueé con suavidad, permití que mi lengua jugueteara con el lóbulo de su oreja antes de volver a sus labios suaves con sabor a miel.

Con una mano, tomé su cabeza y revolví su aún húmedo cabello, mientras que con la otra tomaba una de sus piernas y la colocaba detrás de mi cuerpo, estando así más juntas. En la parte de arriba el beso continuaba apasionado, nuestras lenguas entrecruzándose, sus labios recorriendo la piel que les era posible en ése momento.

-¿Te parece que llevo mucho verde ahora? -le pregunté en un susurro sofocado, con mis labios junto a su oído, mientras sentía mi acelerada respiración.

El baño estaba lleno de espejos que permitian tener una perspectiva muy interesante de lo que iba a suceder. Me sometí a sus deseos, dejé que hiciera lo que quisiera con migo y con mi cuerpo, que me besara, que me tocara. Dejé que todas las inhibiciones se quedaran detrás de la puerta, por lo que ahora los gemidos se formaban en mi garganta sin que yo quisiera contenerlos.

La sentí descender hasta mi abdomén, hasta mi pelvis meintras me quitaba el pantalón, ahora un estorbo innecesario para el proposito que nos llevaba a ese lugar. El recorrido de sus labios continuó hasta volver hasta mi boca, ahora los labios se encontraban con más pasión, con más lujuria, introduje mi mano entre sus cabellos húmedos, que despedían un aroma tentador, enviciante, mientras que mi pierna aprisionaba su cuerpo, y por más cerca que estuviera, seguía sin ser suficiente.

-Ahora me parece que sigues llevando demasiada ropa-le contesté mientras que aún sosteniendo su cabeza con una mano, comencé a besar y mordisquear sin hacerle daño el camino desde su oreja hasta su cuello y mi otra mano rasgaba las medias de malla que aún llevaba puestas. Un estorbo que no me permitía sentir su cálida piel en su totalidad.

Empecé a jadear violentamente al sentir sus labios sobre mi piel y su mano allí abajo, desgarrando las medias de malla. Sacudí las piernas, intentando quitarme lo que quedaba de lo que habían sido las medias. No me había imaginado algo así para esa noche, pero todo resultaba como a pedir de boca. En poco tiempo nos habíamos deshecho de mis medias y su pantalón, ahora ambas teníamos amplias extensiones de piel para explorar mutuamente.

Miré hacia abajo, mientras mis dedos trazaban figuras en el abdomen de Allysa. Sonreí pícaramente, subiendo mi mano hacia uno de sus pechos. Escuché tanto su respiración como la mía acelerarse; se sentía bien tenerla allí contra la puerta, y aunque se veía más o menos inocente, un instinto adquirido en el ejercicio de la abogacía me decía que tal vez no era tan inocente como aparentaba.

La besé de nuevo, sus labios eran mejor que cualquier otra droga inventada por el hombre. Eran suaves, dulces, pero picantes, se sentían gentiles pero también podían ser bruscos, y eso me encantaba. Bajé mi otra mano hasta tenerla sobre su cadera, alejándola de la puerta y acercándola a la alfombra. Nos acostamos sobre ésta, yo estando sobre ella, y mis impacientes labios recorrían su cuerpo, sintiendo como sus pechos se ponían aún más rígidos bajo el sujetador, como su cuerpo temblaba involuntariamente, escuchando sus gemidos y sus jadeos. Deslicé mis manos bajo su espalda, desabrochando el sujetador y lo lancé lejos, maravillándome ante la perfección de sus pechos. Pronto los besé con premura, jugueteando con mi lengua y sus pezones, sintiéndola a ella temblar debajo de mí, y temblando yo misma ante tanta perfección en un sólo cuerpo.

Sus manos se movían exactamente como yo lo deseaba, algo que había a prendido de épocas pasadas era que quien hacía el papel de sumiso era quien en verdad tenía el control del otro.

La temperatura aumentaba, o eso me parecía a mí a medida que sus manos iban más allá, mientras ahora estabamos en posicion horizontal, y el deseo incrementaba, los gemidos y jadeos escapando de mí sin que pudiera o quisiera hacer nada al respecto.

Ella se deshizo de otro estorbo más, descubriendo mis pechos, jugando con ellos de una manera gloriosa, ambas temblando a causa de las sensaciones que cada una producía en la otra, mis manos recorriendo su cuerpo, su espalda su trasero una y otra vez, haciendo que mi cuerpo tomara el calor que su piel brindaba

Deslicé mis labios hacia arriba, deteniéndome por un momento en el hueco de la base de su cuello, sintiendo como recorría la parte trasera de mi cuerpo con sus manos. Sentía mis pechos duros bajo el sujetador, mi cuerpo ardía en el éxtasis de tenerla a ella entre mis brazos... Pero también quería que ella jugara. La noche era larga, tiempo tendríamos. Ahora, era su turno. Subí mis labios con deliberada lentitud por su cuello, en algunos tramos pasando mi lengua por su piel, sintiéndola estremecerse. Sentía una de sus manos en mi trasero, y solté un gemido corto. Soplé en su oído con suavidad, sintiendo sus manos juguetear con mi cuerpo.

-Ahora te toca a tí, guapa -dije entre jadeos.

Bajé una de mis manos hacia uno de sus pechos, sintiendo el pezón entre mis dedos, jugando con él mientras nos besábamos de nuevo en los labios, cada vez con mayor grado de hotness. Yo sentía como mi cuerpo ardía, todo mi cuerpo. Giramos, dejándola a ella sobre mí, aunque nuestros labios seguían en contacto. Mientras una de mis manos sostenía su cara y mesaba sus cabellos, la otra había abandonado su pecho y se deslizaba por su desnuda espalda, llegando a su cadera. Sentí su suave muslo, y empecé a tocarlo con suavidad, haciendo que ella flexionase su pierna, quedando así mejor acopladas la una a la otra. Acaricié la cara interna de su muslo, de vez en vez tocando su pelvis. Sus labios abandonaron los míos, ahora encontrando su camino por mi cuello, y eché la cabeza hacia atrás, mientras mi espalda se arqueaba por las sensaciones que ahora recorrían mi cuerpo.

Ahora yo estaba encima, robando su aliento en un beso ardiente e interminable, ella, presa fácil, de mis manos y mis deseos mientras yo disfrutaba del roce de su mano por lugares prohibidos que se estremecían con su toque.

Mi mano derecha buscó la suya, entrelazandola y aprisionandola por encima de nuestras cabezas mientras la otra recorría su cuerpo y comencé a descender por su cuello, sintiendo el acelerado correr de la sangre, el aroma que emanaba era embriagante, pero la sed no era el más fuerte de mis instintos en este momento, por lo que mi recorrido continuó hasta sus pechos, aún cubiertos por el sujetador, él cual destrocé con mis dientes, en ansias de probar su piel de una vez por todas, el sabor que devoré llevada por el calor que sentía en cada centimetro de mi piel en esos momentos y continué bajando...probando la piel de su abdomen, disfrutando cada uno de sus estremecimientos mientras mi lengua marcaba el camino hasta un lugar escondido que también haría mío.

Tenía los ojos cerrados, concentrándome en todas y cada una de las sensaciones que recorrían mi cuerpo gracias a Allysa. Sentí como arrancaba el sujetador de mi tórax, como sus labios fríos rozaban mis pechos, como ella y yo nos estremecíamos continuamente sobre la alfombra del baño. Pronto, tal vez demasiado pronto, sus labios abandonaron mis pechos, y su lengua empezó a juguetear gustosa con la piel de mi abdomen.

Y a medida que jugueteaba y exploraba, su lengua marcaba el camino hacia abajo. Empecé a arquear la espalda con más violencia, Allysa no era la inocente colegiala que había creído. No, nada de eso. De eso era testigo mi cuerpo, que sentía como su lengua recorría la cara interna de mis muslos y cómo rasgaba, apresurada, mi ropa interior.

Yo respiraba agitada, estando casi a punto de llegar al orgasmo. Los labios y los dedos de Allysa, aunque impacientes, parecían saber bastante bien qué harían, y no vacilaban sus movimeintos allí abajo. Una delgada película de sudor cubría mi piel, mientras las oleadas de calor que provenían de mi interior contrastaban con el frío de Allysa, que si bien aún existía, ahora era menos notorio.

Jugué con ella, disfrutando de sus reacciones, sabiendo muy bien lo que provocaba con cada movimiento que hacía sobre su piel, sabiendo que sus gemidos y su respiración eran el preámbulo de su llegada al climáx, pero no, no la haría llegar allí tan rápido. Sonreí, caprichosa, traviesa, malvada, antes de volver a subir por su cuerpo, saboreando de nuevo,devolviendome por el camino que habia trazado anteriormente hasta llegar a su oido.

-No tan rápido muñeca-sonreí antes de morder el lóbulo de su oreja levemente, saboreando su estremecimiento antes de tomarla por la cadera e incorporarnos rápidamente, quedando ella sentada sobre mis piernas, frente a mí, besandola mientras nuestros pechos se rozaban, aumentando el calor que emanaban nuestras pieles.

Sentí sus labios recorrer mi cuerpo, mientras nuestras inquietas manos recorrían el cuerpo de la otra. Yo no podía, no era capaz de dejar de gemir y jadear ante cada simple movimiento de los labioos de Allysa sobre mi cuerpo. Me gustaba el tono que había utilizado, denotaba que no era tan inocente, y que probablemente lo estaba pasando tan bien como yo.

Nos incorporamos con rapidez, sin dejar de juntar nuestros labios. Con mi mano acaricié su desnuda espalda, acercándola tanto como podía a mí, sintiendo como nuestros cuerpos se tocaban. Con la otra mano le aparté el cabello de la cara y jugueteé con mi lengua en su boca, sintiendo como la suya serpenteaba y le devolvía el juego a la mía.

Reí en un tono bajo, ahora con mi lengua saboreando su piel con lentitud, sintiendo cada relieve, sintiendo su agitada respiración. A medida que bajaba, mordía con suavidad su tersa piel, sintiendo como ella daba saltitos a cada mordida. Llegué a sus pechos, deleitándome aún más con ellos, explorando y degustando, sintiendo la textura del pezón con mi lengua, sintiendo como las respiraciones de ambas aumentaban en frecuencia y velocidad.

Volví a sus labios, sintiendo como el ambiente en el baño iba aumentando la temperatura cada vez más y más. Quería hacerla mía. Quería hacerlo ahora. Quería sentirla gimiendo y jadeando, tan sólo por mi culpa. MOrdí con más ahínco su labio, sintiendo como su pulida lengua recorría los míos. Llevé mis impacientes labios a su oído, donde le hablé en un susurro entrecortado y ronco.

-¿Sabes qué se me antoja? -empecé- Hacerte mía, Allysa -terminé, jugueteando con mi lengua y el lóbulo de su oreja, mientras ejercía una suave presión hacia delante, tumbando a Allysa sobre el suelo.

Con una de mis manos le sujeté el cuello a Allysa, mientras que la otra mano bajaba al lugar que pensaba profanar esa noche. Halé con fuerza de la tela que cubría la zona, descubriendo cuanta fuerza había empleado, y con qué facilidad lo había logrado.

Jugué en su boca mientras la apretaba más cerca de mí, quería tenerla cada vez más pegada a mi y sentir cada milimetro de su piel, a pesar que la distancia ya era nula, a penas podía recordar medir mi fuerza con ella, un error y quedaría hecha pedazos frente a mí, el deseo era demasiado fuerte.

Ella se apoderó de mi cuerpo y continuó probando su sabor, haciendo que mi piel de granito se estremeciera con sus juegos. La temperatura aumentó, mi piel había adquirido una tibieza inusual y mi cabeza pensaba con menos claridad, es más, no pensaba en nada más que la piel y la calidez de esta humana que sabía provocar reacciones en mi cuerpo de la mejor manera.

Cuando me habló al oído, introduje mi mano en su cabello y la atraje con fuerza hacia mí para hablarle al oido.

-Hazlo, hazlo sin miedo, hazlo con fuerza, hazme gritar-mi vos jadeante que hacía que mi aliento se esparciera por su piel.

Me despojó de la última prenda de ropa que había sobre mi cuerpo y yo me rendí entre sus manos.