El motivo de una eternidad

Tal como él lo había solicitado, un pequeño escuadrón de cambiaformas partió en lo profundo de la noche en dirección a la colonia de vampiros que se localizaba en las inmediaciones. Dos de los miembros del equipo de ataque eran jóvenes lobos con ansias de matar pero la suficiente voluntad como para saber acatar las órdenes de Lucian en cualquier instante.

El ejército de inmortales deseaba poderosamente ser testigo de una nueva victoria de su milenario líder, un hombre capaz y frío, cuya agudeza mental le distinguía a lo largo de la historia, proporcionándole la gloria que él mismo se negaba a aceptar, incluso al haberla ganado por sus propios méritos.

Las horas avanzaron implacablemente, más rápidas para aquellos reunidos momentos atrás con el fin de celebrar el primer año de vida de un par de prometedores gemelos, a quien el siniestro comandante de los Blood Avengers amase tanto como a su hijo perdido hace siglos. Esas horas incrementaron cierto nerviosismo generalizado en los habitantes de Nachtburg... nerviosismo infundamentado en algún sentido... ansiedad por observar el triunfal regreso de Lucian.

Casi con los primero rayos del alba, un par de alarmas sonaron cuando los cinco combatientes volvieron. Todos regresaban heridos: dos de ellos con algunos cortes por la cara y el pecho, uno con abundante sangre corriendo por su brazo, otro con golpes en la cabeza y espalda, el último tambaleante, con la frente en alto y caminando con tal altivez que sorprendía que su cuerpo estuviese completamente maltratado y un par de zonas dejasen al descubierto huesos.

-¡Médico!- gritó el centinela que se encontraba vigilando la entrada al majestuoso castillo mientras la puerta de acceso se abría pesadamente.

-No necesito atención, ellos sí- replicó el más demacrado de todos con una voz débil pero suficientemente potente como para hacerse escuchar, y sus vestiduras echas girones a causa del combate seguramente.

Aquellos ojos color esmeralda transmitían profundo orgullo, incluso arrogancia que se confirmaba en las palabras tan tajantes y decidas que profería una sabia boca… ahora ligeramente llena de sangre proveniente no sólo del guerrero más reconocido por los Blood Avengers, sino de las víctimas que él asesinase esa noche.

Sin embargo, a pesar de disfrutar de la condición de suprahumanidad, el cuerpo maltrecho de Lucian cayó al suelo estrepitosamente, casi de forma silenciosa gracias a la gruesa capa de nieve que se encontraba sobre el suelo de Nachtburg, tiñiendo de un tenue color rojizo la otrora tonalidad blanquecina del piso.

El líder de los Blood Avengers respiraba con grandes dificultades, su condición agravaba a causa del esfuerzo excesivo. Aquellos que escucharon el aviso del centinela y los que presenciasen la caída del hombre más respetado entre una sociedad secreta como la oculta tras las murallas de ese castillo, se movilizaron inmediatamente para atender a su alpha, quien parecía estar al borde la muerte, pero con un semblante orgulloso y lleno de satisfacción.

Las imágenes circularon por su mente velozmente. Mil años transcurrieron tan rápido como un cortometraje, de buena calidad desde luego. Su relación con Sonja, la pérdida de la vampiresa que amase, el asesinato de Viktor, la creación de su ejército, los siglos de penumbra y matanza, pero entre todos ellos, el rostro de Metztli se veía con tanta fuerza que se sentía más ligero de lo normal.

-Metztli...Adam...Wendy...- murmuró entre sueños, esbosando una radiante sonrisa que contrastaba completamente con su delicadísimo estado de salud, transmitiendo un absoluto halo de paz a través de aquel rostro tan duro y frío.

Experimentó una calidez anormal, relajante, mucho mejor que la tranquilidad al asestar el golpe final a un vampiro.. pero inferior a probar el elixir de la vida en los labios de su amada cambiaformas... Sí, eso le hacía falta, ¿pero dónde en aquella siniestra oscuridad le encontraría? Era incapaz de librarse del manto tenebroso que, parecía, era la muerte.

-¿Tú crees que voy a dejar este mundo ahora?- preguntó con una sonrisa socarrona en su consciencia, aún inmerso en las tinieblas- No planeo alejarme de la vida, no ahora que he encontrado una nueva razón para seguir adelante, no cuando tengo una segunda oportunidad para ser feliz y luchar por una causa verdaderamente justa

Su rostro, aquel visible por el mundo, expresó la dureza de la batalla que se libraba al interior de su maltrecho cuerpo de guerrero, empapado en sangre propia y ajena. El puño derecho apretó con fuerza la sábana tintada de rojo, una fuerza que mostraba claramente el deseo de continuar morando entre los mortales.

Un pequeño de ojos celestes y expresión fiera, de cabello negro como la noche fue apareciendo lentamente, cargado por una mujer de belleza tan familiar como adorada por Lucian: Sonja y el pequeño Siegfried, el nombre que habría recibido el poder vital que moraba en la esposa de Von Wednar antes de ser asesinada, caminaban entre las sombras.

Has hecho suficiente por la humanidad comenzó la fuerte voz de la mujer a quien le entregase el corazón siglos atrás pero todavía tienes una misión que cumplir. Sé que me entiendes a la perfección y que entenderás el por qué no puedes venir con nosotros... no aún una delicada sonrisa se dibujó en el rostro de ambos espectros, cuyo azul intenso brillase simultáneamente de una manera imposiblemente admirable.

Lentamente, la visión fue desapareciendo, mientras el cambiaformas permanecía observando, sin requerir gritar nada, completamente en paz y sereno. Recobró, paulatinamente, el control de sus sentidos y percibió el frío de Eslovaquia con gran intensidad, la suavidad de la cama en que descansaba y el apetito que le asaltaba.

-Tengo hambre- murmuró a modo de broma, una vez supo que, a su lado, la única persona que amase aún más que a Sonja, Metztli, se encontraba velando su descanso- Y muchas ganas de salir a caminar- añadió abriendo los ojos, contemplando, con cierto dolor a causa de sus heridas, el bello rostro cobrizo de su Dama de la Luna.

Le pareció una espeluznante eternidad el tiempo que estuvo inconsciente, perdido totalmente en los gélidos brazos de la funesta muerte, una aliada tan poderosa como terrible enemiga había sido por un tiempo bastante tortuoso.

Sentir de nuevo la mano de Metztli, incuestionablemente, le devolvió la mitad de la vida y el espíritu en una fracción de segundo. La habitación no parecía tan helada de pronto, de hecho, los colores del mundo se le antojaban demasiado claros y hermosos después de la oscuridad en que deambulara poco antes.

No obstante, la idea de recibir palizas como la de horas atrás lucía bastante atractiva a sus ojos, si con ello iba a poder ser colmado de tantos besos como los que recibiese, sintiendo las energías renacer a una impresionante velocidad. Únicamente el estado de sus heridas era el que le limitaba a mantenerse en cama algún tiempo, aunque era sabedor de que eso se remediaría pronto gracias a su acelerado factor de regeneración.

-No he hecho nada malo que yo sepa- comentó con una sonrisa burlona en el rostro- Les prometí volver y lo he cumplido- añadió mirando la plena belleza de Metztli, ahora que tenía la oportunidad de verle en su máximo esplendor, libre de cualquier trozo de tela que pudiese impedirle grabar en su mente cada detalle al alcance de su visión, cada detalle de la perfección misma- Sólo dime que estás enojada y me vuelvo a dormir- se apresuró a decir entre risas, aguantando el ligero dolor causado por las heridas recientes.

Sin titubear, tomó entre sus manos el rostro angelical de su Dama de la Luna y le entregó el beso más apasionado que guardase en su haber hasta ese momento, invadido por una necesidad colosal por disfrutar del hechizo de amor que le dominaba en compañía de Metztli, consciente, gracias a su experiencia, de que podría dejar el mundo a cualquier instante.

-¿Qué crees que piensen los niños?- preguntó con una fulgurante sonrisa tras separarse a causa de la carencia de aire en sus pulmones, mirando de reojo a ambos pequeños, haciendo clara referencia a su falta de vestiduras- No creo que se la estén pasando muy bien, ¿tú qué opinas?

Adoraba ver esa faceta tan diferente de la recia y poderosa Dama de la Luna, verla sonrojada y, se atrevía a pensar, apenada inclusive. Claro estaba, la única culpa que podía sentir, o eso esperaba, era por el momentaneo olvido que él le señalase con toda intención, no sólo por el deseo de admirar esa coloración escarlata en su rostro, sino por el bienestar de los jóvenes cambiaformas que posaban su curiosa mirada en ambos.

Realmente yo no tenía ningún inconveniente en continuar admirándote... se dijo con una sonrisa ligeramente pícara y corta a causa de las heridas en su maltratado cuerpo, que comenzaba a sanar a gran velocidad gracias a los siglos de arduas batallas.

Momentos después, al verse cubierto y ella vestida, cambio su expresión por una más serena y completamente relajada, casi percibiendo la desaparición del dolor en su totalidad. Respiró hondo un par de ocasiones mientras Metztli tomaba a los gemelos. Su corazón les había acogido rápidamente, igualmente que a su madre, sin saber si era algún efecto mágico o parte del misterioso plan del destino y el universo.

Pese a vivir mucho más que cualquier otro que conociese, pese a haber pasado unos meses sumamente intensos y fascinantes, nunca le cruzó por la cabeza la experiencia que le ofrecerían sus, ahora, hijos. Adam, el pequeño cuya marca indicase su camino por la Tierra como un Silent Strider, al igual que Lucian, se estiró lo suficiente para tocar con la mano la diestra del milenario ser, generando una respuesta casi instantanea en él.

-Adam- murmuró conmovido, por mucho que su rostro permaneciera hermético. Lentamente, una sonrisa alegre, que venció las molestias del dolor, brilló con sorpresiva fuerza en la cara de Von Wednar, quien miró primero a Adam, luego a Wendy, después a Metztli y al final a Adam otra vez- H..i...j..o- fue la atropellada palabra que brotó con dificultad de los labios de Lucian, al tiempo que miraba profunda devoción al pequeño cuya mano sujetaba delicada y firmemente- H...i...j...a- añadió de la misma forma al dedicar una mirada semejante a Wendy- Mi Luna... mi familia- concluyó, como un enfermo a quien le cuesta relacionar a las personas y conceptos, aunque su mente estaba lúcida.

Cerró los ojos, sintiendo su entorno con tanto placer, que casi lamentaba haber combatido aquella noche pese a su inferioridad numérica... Sólo saber que las vidas de sus soldados fueron salvadas a causa de su fiereza le reconfortó un poco

Sintió un nudo en la garganta y la sorpresa en su rostro se volvió colosal. No sabía, jamás tuvo la curiosidad de preguntar si alguno de los dos infantes eran capaces de hablar, caminar o cosa semejante. Se sentía irresponsable, se sentía tonto e incapaz de reaccionar correctamente, nadie le había preparado o instruido para un momento así, para un momento tan emotivo y lleno de una alegría que Metztli revelaba a través de sus lágrimas.

Wendy añadió mayor intensidad a sus sentimientos al desmotrar preocupación por él, preocupación diferente a la de una armada por su líder... la preocupación de un hijo por su padre. Como pudo, se incorporó hasta la cintura, sujetando ambas manos de sus pequeños...de SUS pequeños niños. Les miró con dulzura, una dulzura parecida a la que usaba con Metztli en la privacidad, dando a su voz un tono fuerte y vivaz, mucho más de lo que su apariencia maltrecha podía respaldar.

-Estoy mejor que nunca, Wendy- dijo dándole un beso en la frente a la niña que le veía de forma muy agradable incluso para un tipo algo impaciente y siniestro- Adam- alborotó los cabellos del joven varón para repetir el gesto con él- No lo sé, pero yo tengo ganas de ir a caminar por el castillo un poco- añadió de un humor por demás ameno- Denme un segundo- les pidió soltándose de ellos para amarrar la sábana a su cintura, tras lo cual se incorporo pesadamente y tomó a cada gemelo en un brazo- ¿Tú qué dices, Metztli?

La miró con una sonrisa que trataba de ocultar el dolor que le causaban las heridas, las cuales seguían recuperándose de forma satisfactoria. Se aproximó a ella y le dió un beso en la frente, justo como a sus dos hijos.

Se resignó a no poder salir al exterior justo como se encontraba, sin embargo, no le costó mucho comenzar a agradecer a Metztli por forzarle a vestirse de nuevo, puesto que deambular por el castillo con escasas vestiduras seguramente habría ocasionado grandes cambios en la opinión de los cambiaformas habitando la fortaleza.

Dejó que ella tomase a los gemelos, a regañadientes, recibiendo algo de ropa para cubrirse. Claro estaba, no era precisamente su estilo, de hecho, no era para nada su estilo; pero no había remedio, su alcoba se ubicaba considerablemente lejos de la asignada a su familia y el viaje podía ser algo fastidioso e innecesario sin duda alguna.

Fue al pequeño sanitario en la parte oculta del cuarto, marchándose de la presencia de tres luces que ahora brillaban radiantes para él y su alma, complementándole en todos los sentidos que pudiese concebir su mente ancestral.

Miró unos instantes el atuendo que usaría... dudando. Al final se decidió, tratando de darse prisa pues algo le motivaba a compartir una mañana nevada con sus hijos y su amada Dama de la Luna. Se miro en el espejo una vez arreglado, observando un par de raspones casi cicatrizados en su rostro, sonriendo satisfactoriamente por ello.

Escuchó la voz de Metztli llamarle, bajó la cabeza un segundo y luego, entre risas, respondió, saliendo a su encuentro.

-Bueno, creo que sí. No sé que opinen ustedes tres... Yo digo que un aspecto más sombrío y mi habitual gabardina me vendrían de maravilla- declaró en broma, mientras se acercaba a todos, mirándoles alternadamente, luego echando un veloz vistazo por la ventana al exterior, donde algunos copos de nieve caían a invervalos más o menos regulares y cortos.

Observó lleno de goce la relación madre-hijos que tenía su amada cambiaformas con Adam y Wendy. Esperaba, casi podía creer, que pronto se lograría unir a ese fuerte vínculo afectivo de manera permanente y sólida. Tomó a la pequeña niña en su brazo, todavía con torpeza puesto que seguía sin adaptarse a la cercanía con los gemelos, pero poniendo tanto esfuerzo como le fue posible.

Sonrió a los tres con paz y felicidad, mientras decidía el lugar más adecuado para caminar aquel frío día en los Cárpatos. Ciertamente, no quería causarles una pulmonía a los gemelos, aunque sí ansiaba enseñarles la totalidad del castillo. Meneó la cabeza aún con Wendy en sus brazos, suavizando la expresión todavía más, empleando un tono casi inexpresivo pero ameno.

-Tengo un par de ideas- declaró besando la frente de su hija- Podríamos ir al patio, internarnos en el bosque otra vez... o, como yo sugeriría, visitar la torre más alta del castillo, en el norte, y admirar el esplendor de las montañas cubiertas de la fina y blanquecina nieve- se aproximó a Metztli para darle un suave beso en los labios, sin extenderse mucho en consideración a los dos pedazos de cielo que ahora consideraba suyos también- ¿Qué prefieren?

Una mano fuerte pasó por la mejilla de Adam, reconociendo algunas facciones casi desconocidas para el ancestral cambiaformas. Acto seguido, se encaminó a la puerta, abriéndola con sumo cuidado para divisar, en las cercanías, algunas prendas regadas por el piso y los ojos expectantes de media docena de sus compañeros de ejército.

-Estoy bien, vayan a continuar sus labores- dijo con total frialdad, esperando ser obedecido al instante para no tener que perder más valioso tiempo que gustosamente compartiría con su familia.

Asintió a las palabras de Metztli con un movimiento de la cabeza, frío pero cuidadoso para evitar mostrarse demasiado duro frente a Wendy, a quien no quería volver a molestar por la obra de teatro que se veía forzado a interpretar delante sus soldados.

Tuvo que resistir la tentación de pregonar sus sentimientos por su familia y sostener con todo el afecto que le recorría el pequeño cuerpo de la niña en sus brazos. Se giró para mirar de reojo a Adam y su madre, dedicándoles una fugaz muestra de alegría por tenerles tan cerca y con la oportunidad de llevarlos de paseo por su fortaleza.

Miró el camino de nuevo, palpando una de las heridas más profundas en su torso, sonriendo con satisfacción por saber que se la había ganado peleando por salvar la vida de sus camaradas, quienes, esperaba, se encontrasen recibiendo tratamiento médico y comida caliente para recuperarse completamente en el menor tiempo posible; al final, él mismo había tenido la posibilidad de probar el mejor remedio para sus maltrecho cuerpo.

Prácticamente en silencio recorrieron los pasillos de Nachtburg, deteniéndose sólo cuando los cambiaformas al servicio de Lucian le preguntaban sobre su estado de salud, a lo cual se limitaba a decir exactamente lo mismo que a los primeros seis.

Sus pasos resonaron mientras subían las escaleras de piedra en forma de caracol, donde sólo dos o personas podía pasar a la vez. Incluso en ese espacio, prefirieron abstenerse de cualquier acto que evidenciara su profundo amor, escuchando simplemente el eco de sus pasos cada vez que subían un peldaño.

-Es aquí- anunció Lucian con cierto alivio, abriendo una puerta de roble con perilla de bronce, la cual cedió al instante para mostrar una estancia austera, con sólo un escritorio de ébano en el centro, un par de sillas a cada lado de la misma, una vela apagada en la esquina superior derecha, el suelo de mármol blanco perfectamente pulido, las paredes de piedra desgastada y un gran ventanal de vidrio justo frente a ellos.

Aguardó a que Adam y Metztli estuviesen dentro para cerrar con llave la habitación, asegurándose de que nadie les interrumpiría. Acto seguido, se aproximó a la ventana, con Wendy en su brazo, señalando el lago congelado que se encontraba a varios kilómetros del castillo, pero que desde ahí se veía cerca y en su total esplendor.

-Me gusta mucho venir aquí a meditar un poco, más aún en estas fechas- declaró respirando hondo, clavando la mirada en aquel maravilloso paisaje y el pequeño pueblo en las proximidades de Nachtburg- Eso es lo más cercano a un súper mercado en estos lugares- añadió riendo por su broma.

Tomó una mano de Metztli, haciendo que ambos avanzacen hasta estar a unos cuantos centímetros del transparente cristal, permitiendo que los gemelos pudiesen recargar sus ansiosas manos sobre la ventana, apreciando un poco mejor el invernal esplendor del sitio circundante. La admiración de los pequeños le provocaba un sentimiento de felicidad que realmente no era capaz de explicar con claridad, limitándose a sonreir ante ello.

Respiró profundamente evocando cuantos vampiros muriesen en sus manos a lo largo de los siglos, permitiéndose cierta sensación de satisfacción con ello. El color blanco de la nieve se reflejó en sus ojos, contrastando con el verde intenso natural en éstos, dándole un aire de serenidad y confianza bastante peculiar raro en él.

Cerró los ojos unos instantes, preparándose para responder a la esperada pregunta de su amante, observando en su mente varias imágenes del pasado, percibiendo el frío por su cuerpo pese a la elevada temperatura de su piel.

-Creo que me gustaría contártelo después, a Wendy y Adam no les agradaría escuchar una historia tan antigua- dijo finalmente, posando su mirada en la niña, quien se volteó a verle al oir su nombre, sonriendo radiante- Quizás si me acompañas, más adelante, al Mausoleo, será mucho más sencillo relatarte el significado de esta temporada

Aferró un poco más la mano de Metztli, deseando sentirle con mayor intensidad, deseando hacerla aún más parte de sí mismo de lo que ya era. Se movió lo suficiente como para tener a su alcance aquellos deliciosos labios y, sin preámbulos, decidio besarle dulcemente, aprovechando que sus hijos continuaban embelesados con el gélido paisaje de los Cárpatos y el agua sólida del lago, soltándole la mano para pasar su diestra por detrás de la cabeza de ella, embriagado del sabor del paraíso terrenal y el goce temporal pero, a la vez, eterno que encontraba en su compañera.

El aire pareció tornarse más cálido alrededor, daba la impresión de que las emociones que compartían eran capaces de vencer la gelidez del clima en aquella habitación incluso cuando afuera los copos de nieve caían con lentitud. Los gemelos, por su parte, seguían admirando el poder de la naturaleza en un caprichoso paisaje, un paisaje que difícilmente verían en alguna zona de América.

Apretó un poco los párpados como deseando percibir con mejor facilidad las sensaciones que se manifestaban velozmente por su cuerpo, pero si extenderse tanto en consideración a la presencia de sus hijos, a quienes realmente comenzaba a amar como, de seguro, habría amado a Siegfried.

Se separó con suavidad y una sonrisa radiante en el rostro, respirando la felicidad en el ambiente y regalando un beso en la frente a su compañera, todavía sujetando a Wendy entre sus brazos, quien le susurraba algo a Adam.

-¿Tú crees que ellos tengan ganas de estar sin sus padre y madre?- preguntó mirando a ambos niños con admiración, queriendo, un segundo, recordar sus años de infancia... haber tenido una verdadera infancia- Creo que yo no me lo hubiera permitido de haber tenido la posibilidad- añadió con una sonrisa no tan alegre, pero que conseguía ocultar parcialmente su sentir

Si los niños debían dormir, sin duda él no haría lo más mínimo por evitarlo. Por un momento anheló haber dispuesto un par de camas en aquella zona del castillo para dejar en el lugar más seguro a sus dos hijos. No obstante, le pareció justo el llevarles de vuelta a la habitación dispuesta para sus tres estrellas, así aprovecharía para disfrutar del sentimiento de "familiaridad" que le llenaba en ese instante.

Sin embargo, pese a la intesidad de los segundos al lado de sus razones de vida, pese a lo solemne de ese pasaje en su existencia que bien recordaría por un largo tiempo, dejó manar de sí una risa que captó la atención de Adam y Wendy casi de inmediato. Sus ojos verdes se vieron inhundados de alegría ocasionada por el deleitante sonido de la voz de Metztli en sus oidos, aunque no alcanzara a comprender más que su nombre.

-Algún día tendrás que enseñarme a hablar ese idioma que aún no entiendo, Metztli- declaró al saberse completamente incapaz de siquiera repetir las palabras que escuchase con anterioridad- Intuyo lo que quieres decir, pero creo que ninguno de nosotros tres ha sabido con exactitud el significado de tan melodiosa frase- agregó echando una mirada a los gemelos- Oh, a ustedes les llevaremos a descansar un rato, su mamá asegura que les hace falta

Le dio un tono ligeramente afectuoso a su voz, por mucho que deseaba que fuese paternal.... seguramente, con el tiempo, aprendería a suavizar más parte de su ser.

Maya... así que ese era el nombre de la lengua en la cual se expresaba Metztli. Le pareció de lo mejor tener la oportunidad de aprenderla, al final, estaba deseoso de saber cuanto ella pudiese mostrarle, cuanto pudiesen compartir ambos en común... desde el beso que recibiera de su Dama de la Luna hasta el mismo infinito de ser posible.

Volvió a dibujar una sonrisa algo más suave al mirar a Wendy negarse, un instante, a seguir las horas comunes de su rutina. Le pareció un gesto agradable, que disfrutaba, que se volvía parte del concepto de pertencia familiar con el cual se sentía indentificado. Respiró hondo para contener una ligera burla por la relación que llevaban los tres, la que se limitó a observar un instante con absoluto detenimiento y goce.

Mientras Metztli terminaba de hablar, la pequeña niña se movió hasta adoptar una postura cómoda en los brazos de su padre, expresando su cansancio con sencillez. Su hermano cerro los ojos con pesadez, frotándolos simultáneamente. Después de todo, su madre parecía estar en lo correcto puesto que, después de todo, les conocía mejor que él.

En la fascinación de ese instante, consiguió, por primera vez en largo tiempo, verse fuera del liderazgo de un ejército de cambiaformas, verse como un hombre sencillo, común, con una familia feliz y una vida alegre. Su mente se negó a aceptar la idea pero su corazón la abrigó con notoria fuerza, ese mismo corazón que pugnaba por un descanso a la cólera que guardase durante tantos siglos y siglos de venganza.

-Creo que ella ha decidido dormir finalmente, aunque me hará llevarla hasta su cama- dijo Lucian con delicadeza para evitar perturbar el estado de somnolencia en que ambos niños comenzaban a caer. Miró a los dos, alternadamente, con una expresión suave- Vamos, habrá que llevarlos pronto antes de que se queden completamente dormidos o el frío les despertará de mal humor- sugirió cubriendo a su hija lo mejor que podía con cálido cuerpo.

Se dirigió a la puerta, abriéndola y aguardando hasta que Metztli y Adam la cruzaran, casi seguro de que por lo menos una decena de sus hombres le verían llevar a la pequeña en brazos... cosa que ya no le interesaba, de todos modos, la idea de ceder el liderazgo de su ejército estaba bien plantada en su mente desde segundos atrás.

El particular aroma del frío de los Cárpatos le llenó el olfato en cuanto la puerta se abrió, incluso cuando se encontraban todavía lejos de alguna ventana. Se imaginó que sería detenido por su amada cambiaformas, sabía que en su mente se albergaban las dudas de si él realizaba la acción más adecuada, y sabía que ella ignoraba cuanta confianza tenía en su decisión, en una decisión que le tomase pocos minutos comprender.

Le transmitió esa seguridad al no titubear ni un segundo, sonriendo lleno de aplomo. Cruzaron la escalera de la torre en que se ubicaban, encontrando a algunos miembros del ejército a su paso, quienes les mirasen de forma totalmente extrañada, sobre todo a su frío líder y guía. Sin duda, los comentarios se dieron como la espuma, cosa que realmente no le importó a Lucian en lo más mínimo.

Llegaron, finalmente, al resguardo que les proveía la habitación dispuesta para los dos niños y Metztli. Ella puso a Adam en, lo que él consideró, su cama sin dificultad alguna. Aguardó hasta que pudo recibir ayuda con Wendy, quien dormitaba con una sonrisa en el rostro. Una vez sintió la suavidad de la cama puso un ligero gesto de disgusto pero sin llegar a despertarse.

Como lo anticipase, se vio cautivo en los labios de Metztli sin oponer la más mínima resistencia, sin importarle la mezcla tan extraña de aromas que se encontraba en la alcoba. Disfrutó con plenitud del sentimiento que le invadía, del amor que le comunicaba su Dama de la Luna por el medio más efectivo y deleitante que se podía idear.

Finalmente requirió el aire que la naturaleza le proveía y dibujó una sonrisa cuando la hermosa voz de su compañera llegó a sus oidos. Le recordaron el asunto por el cual los gemelos se encontraban en el país de los sueños, a lo que él contestó con una sonrisa.

-Vamos al Mausoleo, se encuentra en la torre sur. No es la más alta pero es la más alejada de todo el castillo. Ahí duerme el secreto más grande que resguardo desde hace mucho tiempo- su voz salió clara, segura, pero con ligero tinte de melancolía.

Aferró la mano con que Metztli lo sujetase y la condujo a la salida, ya libre de las ataduras que la sombra de la mentira le había impuesto durante largos años... siglos enteros. En el umbral, le dedicó una mirada que explicaba lo que representaba para él: la razón de vivir, la razón de morar en un bello mundo y, de ser necesario, la razón por la cual moriría si eso llegaba a ser requerido

-Ich liebe dich- murmuró en un perfecto alemán sin siquiera darse cuenta, con el resplandor de sus ojos esmeralda exhibiendo aquello que las palabras no daban a entender con claridad.