Época de exámenes

Llevaba casi días debatiéndome sobre si ir o no ir a la biblioteca por algún libro de medicina interna. Claro, yo estuve toodo el fin de semana obnubilada estudiando para el examen final de semiología, pero cuando tuve que buscar las enfermedades... Oh sorpresa, resulta que aún no había comprado el dichoso libro de Harrison para estudiar las enfermedades que casi siempre salían en el examen de semiología.

La biblioteca bullía en actividad, yo no era la única apurada con los finales, sino media UCS parecía estar metida allí en la Lemieux. Suspiré vencida mientras iba a buscar el libro de Harrison, no era lo ideal, pero más de una vez me habían mencionado cuán útil era ese libro para repasar, sobretodo, patologías. Miré hacia el escaparate de la bibliotecaria, tardaría un buen rato en evacuar a todos esos estudiantes. Bajé mis ojos al reloj que tenía en la muñeca, eran las 6:50 de la tarde, en escasos diez minutos la biblioteca cerraba y entonces el flujo de estudiantes disminuiría. De hecho, ya empezaba a mermar. Saqué mis gafas del bolso y me las puse para empezar a darle una leída rápida a las patologías aórticas, tema que me había tocado preparar para semiología.

[...]

El tiempo había perdido todo sentido para mí. Me había sumergido por completo en el libro, la sintomatología e incluso el tratamiento, que si bien no me tocaba saberlo, ayudaría a subir la nota. Eso me pasaba con los textos en general, me sumergía a tal punto que simplemente olvidaba cuanto me rodeaba y por esto casi pego un salto al escuchar a alguien carraspear a mis espaldas. Miré a la bibliotecaria algo apenada y luego observé el reloj: Ya eran las siete y diez de la noche, la biblioteca estaba vacía y yo aún estaba con el gran libro abierto sobre la mesa.

-Lo siento, leía mientras el mostrador se desocupaba un poco y... ¿Podría registrarlo en el archivo de préstamos a esta hora aún? -pregunté señalando el libro y con un súbito sonrojo.

Al observar el movimiento de cabeza de la dependienta me levanté de la silla y la seguí hacia el mostrador. Era extraño pensar en el contraste entre las bibliotecas de mi niñez, donde los libros aún se clasificaban por fichas y allí se guardaba toda su información y las bibliotecas de ahora, en las que con el sistema podías averiguar si el libro lo tenían en alguna otra biblioteca que no fuese la principal.

Miré como la mujer empezaba a digitar letras y números en el teclado y desvié mi mirada hacia el mouse, bajo el cual estaba uno de los libros que pretendía leer, pero que los trabajos de la universidad no me habían permitido acabar: "El Perfume", de Süskind. Estaba a punto de preguntarle en qué punto del libro iba, cuando un clack resonó en la estancia y nos quedamos a oscuras. Escuché su voz del otro lado del mostrador, no podia menos que estar de acuerdo con ella.

-Sí, tenemos un problema -respondí con voz calma. Tanteé el mostrador hasta llegar al final de este- ¿Podría pasar? -pregunté- Cuando suceden estos apagones aquí, suelen durar un buen rato -comenté y el sonido de un rayo no hizo más que verificar mi aseveración.

Un relámpago iluminó la estancia por unas cuantas décimas de segundo antes de dejarnos de nuevo en total oscuridad. En ése lapso alcancé a ubicar a la bibliotecaria y tanteando con mis manos el mostrador, empecé a caminar hacia el lugar. No demoré en tropezar con algo que levanté del suelo, al parecer era un taburete. Lo arrastré unos pasos más conmigo y me senté en él.

Luego, vino un incómodo silencio. La bibliotecaria estaba callada, parecía tener miedo a... Bueno tal vez a la oscuridad, es el miedo más común en los seres humanos, ¿no? Es decir, todos tenemos miedo a lo desconocido y de la oscuridad salen cosas que tú ni idea tienes que existen. Sí, probablemente era eso. Abrí la boca para decirle algo cuando ella decidió hablar. Sonaba nerviosa, mis percepciones no se habían equivocado tanto, al parecer.

-Está bien, Emily -respondí sonriéndole, a sabiendas que ella no podría verme- Yo soy Sasha, puedes llamarme así -hice una pausa y recordé haber visto un ejemplar de "El Perfume" sobre el escritorio de Emily, libro que me traía intrigada y que pensaba acabar en vacaciones- ¿Estás leyendo "El Perfume"? No pude evitar verlo antes del apagón

Un ruido sordo en la lejanía hizo que Emily dejara de hablar del libro de Süskind. Un escalofrío subió por mi espalda, eso no se sonaba muy normal. Tomé aire varias veces, intentando calmarme. La oscuridad me ponía irracionalmente nerviosa. La bibliotecaria empezó a hablar cuando escuchamos un nuevo golpe, tras el cual ella terminó preguntando otra cosa.

¿Qué podía ser ése ruido? Podrían ser muchas cosas... Desde un simple objeto caído hasta... Algo que no quería ni imaginar... Un vampiro de ojos rojos. Después de todo, Seattle estaba infestado de creaturas extrañas, nada raro que uno de ellos se decidiera a pasear por el campus de la UCS a conseguir algo de comida... "Cállate," pedí a la voz que relataba eso en mi cabeza. "Podría ser una zarigüeya con un infarto... Cualquier otra cosa".

-No se me ocurre nada mejor -respondí a Emily.

Quedarme quieta a esperar lo que fuese el causal del ruido no estaba en mis planes. Prefería moverme, eso ayudaba a bajar mis niveles de nerviosismo.

El libro que había tomado lo volvió a dejar en su lugar cuando escucho que las mujeres encerradas se disponían a deambular por la biblioteca en busca de lo que causo el ruido. Le llegaban grandes oleadas de miedo que eran absorbidas por sus poros, esto la ponía de buen humor, siempre era divertido recibir algo de alimento que no fuera por la vía clásica, solo había un inconveniente; ella no había sido la fuente de los ruidos que tanto temor les provocaba a sus potenciales anfitrionas. Podría haber sido perfectamente ella pero no era así, dirigió su mirada hasta el otro extremo de la estantería para encontrar al culpable, un gato gris atigrado que había recogido y traído.

-No creí que fueras tan molesto, pero podría... -Le susurro al gato de forma casi imperceptible... para un vampiro.

Siempre con celeridad y tratando de no emitir sonido alguno dio una zancada hasta el otro extremo de la estantería donde se encontraba su amigo felino y halo de un libro para que cayera al piso, un golpe seco resono por todo el lugar. Luego de esto comenzó a moverse sigilosa por toda la biblioteca, mientras las mujeres se ocupaban del gato; Danya haría una parada en el escritorio de Emily, tomaría las llaves (que le pareció escuchar que las dejo por ahí) y se dedicaría a cerrar cada una de las vías de escape del recinto.

-Sí, voy bien -respondí, aunque no estaba muy segura de estar diciendo la verdad. Aún así mi voz había sonado resuelta, y eso bastaba para tenerme conforme.

Sentía como ella me apretaba el brazo con fuerza, muerta del miedo, atras haber escuchado otro ruido sordo en la lejanía. Sería estúpido negar el miedo que sentí, pero no pensaba quedarme quieta en ése lugar. "Sal, sal de este lugar ahora mismo," pedía a gritos la vocecita extraña en mi mente.

-Vamos a ver qué es -murmuré. halando a Emily del brazo.

Unos pocos metros más adelante alcancé a distinguir una sombra gracias a la luz de otro relámpago. Dí otro par de pasos y tomé al objeto de la sombra en mis manos, para sentirlo ronroneando. Era un inofensivo gato, y no pude evitar el subsiguiente suspiro de alivio. "¿Ves?" reprendí a la voz pesimista de mi cabeza. "No era ningún vampiro, ¡sólo un inocente gato!".

-Sólo era un gatito -le dije a Emily, en tono tranquilizador- Ahora sólo queda esperar a que acabe el apagón y podremos irnos -concluí y solté una risa de alivio.

Fué entonces cuando escuché un "clack" como el que hacen las puertas al echarles la llave.

Concluido su trabajo hizo una carrera para aparecer de la nada al lado de las mujeres, las observaba de manera indiferente y tranquila a la vez que se cruzaba de brazos.

-Buenas noches chicas...

Espero dispuesta a comenzar un tranquilo dialogo antes de los que fuera que fuese a suceder de todo este escenario previamente construido, era hora de comenzar a improvisar.