Cuando terminé miré mi dibujo con orgullo. Había estado un solo año en la academia de Forks, y seis dando clases de dibujo artístico, suficientes para que dibujara como una auténtica artística. Miré de reojo a la chica que estaba frente a mí, leía la Biblia, cosa que me hizo estremecerme. Nunca había creído en nada, era atea, pero aún así yo había pecado, había pecado más que muchas personas en todo el mundo.