Terminan las vacaciones...

Una vez dejó a Metztli en La Push, emprendió el camino de vuelta hasta el castillo Peregrino, hasta su vida ordinaria y el problema de enfrentarse al deber moral y natural que le imponía su historia personal, así como su condición inmortal. Echó un vistazo cansino hacia el firmamento, buscando una estrella que le sonriera en lo oscuro de la noche, pero no logró encontrar nada, ni una respuesta a la interrogante asediando su cabeza fuertemente.

El Aston Martin avanzó prácticamente en silencio los kilómetros que separaban a su dueño de una fortaleza adquirida para agrupar una pequeña cofradía de cambiaformas hambrientos de "vidas" vampíricas. ¿Cómo estarían ellos después de su prolongada ausencia? ¿Habrían sobrevivido aquellos meses? Tenía claro que así era, sin embargo, lo que verdaderamente le molestaba era ¿qué tanto podría seguir fingiendo que el sujeto inhumano, frío y ruín de antes continuaba morando en cuerpo? Ahora que tenía a Metztli, Adam y Wendy, su corazón se había ablandado...

Se regaló un momento para sonreir, para reir de sí mismo e incluso burlarse de la manera en que su cerebro trabajaba. ¿Quién habría podido apostar que uno de los más longevos y respetados cambiaformas de Europa cambiaría tan drásticamente en tan, en relación a sus años pisando la Tierra, poco tiempo? Negó con la cabeza mientras giraba para enfilarse al castillo.

Las puertas automáticas se abrieron de inmediato para dar paso al negro automóvil, que aparcó con suavidad, libre de todo ruido, en el interior del estacionamiento. El resto de las unidades aguardaban el mínimo llamado para salir a correr como feroces caballos por la pradera. Descendió del Aston Martin con la expresión dura y pétrea que le caracterizara durante siglos, con la mirada más indolente y el alma lista para reinterpretarse, para mantener el escenario como siempre.

-Veamos dónde están todos- murmuró inaudible para cualquier ente, buscando al resto de su grupo de combate con el olfato, de pie, en el umbral de la mansión, de regreso después de reencontrarse a sí mismo.

Un minúsculo toque de nerviosismo se añadió al espíritu del guerrero una vez en el interior del Castillo Peregrino; percibió la mezcla de aromas humanas e inmortales en el ambiente con tanta facilidad que rápidamente se sintió en casa. Echó un vistazo al entorno, era como si nada hubiese pasado en el tiempo de su ausencia, lo cual podía ser bueno y malo simultáneamente.

Enarcó una ceja cuando sintió la esencia de la más pequeña e inapta cambia formas.... bueno, tal vez de una de las dos más infantes cambiaformas. Giró el rostro con la dureza plasmada ferozmente en él, indiferente frente a una de las integrantes del grupo de batalla que ayudase a fundar en América. No eran, ni sería nunca, lo que él deseaba en un inicio de todos esos extraños y peculiares personajes al unirse bajo el estandarte de la defensa de los humanos y la cacería de vampiros... él, más por lo segundo.

-¿Acaso no tienes nada que hacer, niñata?- preguntó mientras caminaba donde ella, con el paso arrogante y decidido que le distinguiera, deteniéndose justo delante de Francesca- Lo último que quiero saber ahora que he vuelto es que tengo haraganes en este sitio- agregó con frialdad, casi riéndose internamente por la manera en que conseguía mantener la mascarada... aunque por fuera el hombre de acero seguía inmutable.

Había pasado casi un año, un largo año que, esperaba, sirviese a los Silent Walkers para haber madurado y adquirido mayor poder y unidad, por mucho que ello representara su consecuente exclusión del grupo.

Miró con beneplácito la reacción de Francesca. La joven e infantil cambia formas parecía haber evolucionado el tiempo en que se asusentase de América. Habría esperado un reclamo, una protesta de cualquier índole, sin embargo, una sonrisa socarrona, en cierto modo, era lo que recibía a cambio de sus agresivas palabras. Incluso, le desafiaba de la misma manera insolente en que algunos de sus propios hombres lo hicieran en más de una ocasión en Europa. Y justo como solía hacerlo, demostraría su posición con la cabeza, no con la fuerza.

-Alguien debe encargarse de asegurar el funcionamiento óptimo del grupo- declaró en tono monocorde e inexpresivo- Lo cual puede llegar a ser más complicado que ir matando vampiros como si de ello dependiese tu vida- añadió secamente, sin siquiera molestarse en seguir el movimiento de Francesca al retirarse de su posición de reposo.

Puso atención a las siguientes oraciones de su interlocutora, tras lo cual se forzó a guardarse una fuerte carcajada. La mirada fría continuaba dominante, el gesto helado de quien ha vivido a costa de la guerra y la muerte por un milenio. La joven cambia formas le dio la espalda por un instante, mientras él elevava la el rostro un poco.

-Tratar de corregirles con un poco de sapiencia- contestó con cierta indiferencia- Y de continuar, dejarlos a su suerte. A veces encararse con la muerte es más efectivo que mil palabras- concluyó con un aire apenas más severo que el empleado antes.