La noche anterior había nevado con crudeza. Prácticamente era imposible, para un humano, acceder a los terrenos de Nachtburg gracias a la espectacular cantidad de nieve que circundaba el castillo de los Blood Avengers. El lago se encontraba hermoso, congelado en su totalidad y reluciente, como una pista de hielo para la nobleza. En el cielo, los rayos matutinos de luz aparecían perezosamente, bañando las montañas y la amplia gama de seres habitándoles.
El alpha del ejército guarecido al interior del Castillo de la Noche merodeaba por su fortaleza con absoluta calma, posando sus gélidos ojos en cada detalle que el vistoso alcázar le ofrecía. Se encaminó a la sala de conferencias al filo de las ocho, divisando la majestuosa torre que desafiaba la naturaleza buscando alcanzar con su punta de roca el firmamento mismo. Exhaló una bocanada de aire casi transparente, dándose el lujo y gusto de disfrutar lo que él ayudase a edificar.
Ingresó en el recinto, solo. Ni un ruido, salvo el de sus propias pisadas, rompía el solemne ambiente que se percibía. Su asiento se encontraba delante suyo, forjado en roca siglos atrás. Pasó una mano por el respaldo, analizando la cátedra desde la cual se dirigiese a sus principales soldados a lo largo de su historia. Pronto, lo presentía, llegaría la hora de abandonar aquella vida de feroz guerrero definitvamente.
El olfato le dejó saber, al mismo tiempo que el oido, la proximidad de un semejante. El hombre que estaba por cruzar la puerta lucía como el más digno sucesor ante sus ojos y, seguramente, ante el del ejército de cazadores que todavía comandaba. Tomó asiento, reconociendo la dura superficie de la silla, lo áspero de la misma, la desigualdad... todo ello elaborado a propósito para recordarle cada vez que se reuniese ahí, ocupando ese lugar, que las llevar las riendas de tan complicada empresa no era ninguna clase de juego.
-Lucian- murmuró la característica voz de Raze cuando su oscuro rostro se asomó.
-Adelante, Raze. Tengo algunas ideas rondando mi mente que requieren un poco de ayuda- saludó el alpha de los Blood Avengers con un tono sereno y relajado.
Por lo menos le aventajaba unas decenas de centímetros, pero el hombre de piel oscura, cabeza afeitada, ojos negros e intimidante musculatura mostraba un profundo respeto por la persona de Lucian. Se aproximó hasta encontrarse con las esmeraldas que centelleaban inquietud, preocupación, contrario a lo que sus palabras se atrevían a revelar.
-Han pasado más de seiscientos años desde que nos conocimos, Raze. Muchos permanecen con nosotros, otros tantos murieron y algunos más se fueron- Lucian se puso de pie con aquella frase, apoyándose ligeramente sobre su silla de piedra- Vivimos muchas glorias y derrotas, combatimos contra innumerables enemigos, derramamos su sangre y al final, el tiempo nos permite encontrarnos de pie, aquí. Pero creo que es momento de terminar una Era y dar paso a un nuevo sol- concluyó, esbosando una misteriosa sonrisa ante la mirada confusa de Raze.