Malfred Von Carstein
Cantidad de envíos : 2 Reputación : 0 Puntos de Experiencia : 5 Fecha de inscripción : 13/07/2009
Hoja de Personaje Raza: Vampiro Clan/Manada: Ajedrez Coven Salud: (15/15)
| Tema: ...Malfred Von Carstein... Dom Jul 26, 2009 8:53 pm | |
| Nombre: Malfred Von Carstein.
Origen: La actual Rumanía.
Descripción:
Personalidad: Serio, distante con todos excepto con su protegida(Dana Luminita)Gran amante de las artes, aficionado al sexo con humanos, que luego les sirven de alimento. Se enfada con facilidad.
Físico:
Edad: Más o menos 600, aparenta unos 30.
Familia: No tiene familia, Dana es su ahijada y protegida, prácticamente a la unica persona que soporta. Suele estar rodeado por grupos de humanos, tanto masculinos como femeninos que les sirve de haren y alimento.
Historia: El año 1383 era el año más frío que la región, conocída actualmente como Transilvania, había vivido. El gran castillo Von Carstein descansaba tras la celebración del trigesimo primero aniversario del conde más fiero, audaz y magnánime que la antigua casa de los Von Carstein había conocido. La bacanal había durado hasta altas horas de la noche, tres días en los que el vino, las mujeres, y los excesos se consumían por igual. Ahora abotargado, el castillo descansaba.
Ese día cuando el conde se desperto, un visitante llegó al castillo. Los heraldos la anunciaron como la princesa Layla de Copher, una de las ciudades árabes del sur. Su figura delgada estaba recubierta por una túnica de seda negra, que se balanceaba y bailaba como si tuviera vida propia. Una máscara de plata que representaba una expresión bella, ocultaba su rostro y sus ojos bajo un pañuelo de lana carmesí. Unos criados con la piel color aceituna la acompañaban, lanzando agua de rosas sobre su cuerpo y al aire. Los soldados ataviados con una cota de malla negra y una placa esmaltada, cubrían sus cabezas con cascos con pinchos y placas faciales en blanco, marchaban rígidamente tras la princesa que se abría paso habia el salón en el que el conde Malfred tomaba el almuerzo.
El conde quedó impresionado por la aparición grácil que tenía aquella mujer ante él, y sin mediar pregunta o vacilación, Malfred invitó a la princesa a quedarse en el castillo, la quería para él. Los dos almorzaron juntos, mientras los hombres del conde permanecían observando en silencio a los guardianes de la princesa que no entraron en los barracones, sino que abandonaron el castillo y se instalaron en los campos de tiro de los arqueros en una tiendas de color negro. No encendieron ninguna hoguera en su campamento y los centinelas curiosos de las almenas, no pudieron oir ni una sola voz. El único movimiento que se escuchaba era el de los soldados que patrullaban sin descanso.
Esa noche el conde deseaba disfrutar del favor de la princesa Layla, no harto de los tres días de festejos que había pasado junto a los jovenes más bellos de todo el condado. Él entro al por una ruta oculta que solo conocían unos cuantos sirvientes y cortesanos. Lo que encontró allí fue algo totalmento temible, incluso más que una princesa en busca de esponsales, lo que más temía el conde. La máscara de plata de Layla estaba sobre la cama, y se había quitado el pañuelo. A la pálida luz de la vela, Malfred contempló que la piel de la princesa era increiblemente pálida, el cabello oscuro le caía en ondas, y le llegaba hasta la cadera, pero lo más terrorífico de todo eran aquellos ojos del color de la sangre. En el suelo una de las doncellas que se habían puesto a disposición de la supuesta princesa árabe, yacía sin vida, con una gran brecha en el cuello de la cual ya no manaba sangre. El conde no pudo evitar soltar un bufído y Layla con la rápidez del rayo se abalanzó sobre él. Su rostro bestial era todavía hermoso, el rostro de la muerte. En el exterior los guardianes de la princesa de plata habían comenzado a moverse, al igual que ella, sus rostros sin la proteción de los cascos, se veían increíblemente pálidos y bellos, sus ojos eran negros como la noche a diferencían de la vampira que agarraba al conde con firmeza. Corrían con velocidad antinatural, de un salto subieron el muro y deboraron a los habitantes del castillo, que nada fueron capaces de hacer contra los vampiros. Los gritos de lucha, dolor y fuerza se hicieron presentes en todo el castillo. Layla mordió a Malfred y sorbió su sangre. Todo parecía acabar, pero los caballeros de la orden de los túmulos, los guardianes más poderosos de aquellas tierras malditas, formada por una vieja estirpe de guerreros, penetraron en el castillo. El sol salía, y la vampira dejó caer al conde áun con vida al suelo. Reunió a sus guardianes y huyeron...para seguir siendo un mito.
Tras días de dolor, en los que mucho se temió por el conde, este resurgió recuperado, como un ser superior, como si se tratase de un verdadero ángel, un dios. Contaron que su ira se había incrementado tras lo sucedido, no abandonaba el castillo, mataba a quien se le antoajese, como había hecho siempre, pero ahora sin motivo y bastante más a menudo. Costaba mirar directamente a su rostro, tán pálido que parecía puro mármol, y se decía que sus ojos se habían vueltos rojos, reflejo de la furia que albergaba en su interior. Furia que por otra parte brotaba con facilidad, para la desgracia de sus sirvientes y vasallos. Nadie era capaz de contrariar ningún deseo del conde, ya fuese por miedo o por admiración.
El conde no envejecía, y cada vez era más violento. Por toda la región comenzaron a surgir historias que contaban que el conde ya no se alimentaba, que solo se dejaba ver de noche, que parecía que se su rostro se había quedado congelado, en aquella perfección terrorífica. Ya casi no hacía vida social, sus famosas fiestas habían quedado en el olvido. Y no recivía a nadie.
El único que aún gozaba del favor del conde era Zacarías Drakenhoff, era el capitan de los caballeros que habían salvado el castillo. Zacarías siempre había sido amigo de Malfred, la única persona a la que había considerado como un igual. Aquella noche de muerte y lluvia, Zacarías busco desesperado al conde por todo el castillo, sin importarle nada de lo que ocurriese a su alrededor. Él conocía muy bien las marcas que Malfred tenía en el cuello, sabía en que se convertiría. Desenvainó su espada y la puso sobre la garganta del último de los Von Carstein, pero no, Zacarías no fue capaz de acabar con la vida con el que durante tanto tiempo había sido más que un amigo. Tras su conversión Drakenhoff le explicó en lo que se había convertido, cosa que por otra parte encantó al conde.
Durante aquellos años Zacarías había contado al conde de donde procedía el poder de la orden. Los nuevos lideres eran mordidos por los lideres que se retiraban. Ganaban fuerza, velocidad y demás capacidades sobrehumanas, al igual que había ganado el conde tras el mordisco de la princesa de plata. Todo tenía un precio, Malfred había sido condenado a alimentarse de sangre, pero el castigo de Zacarías había sido algo diferente, cada luna llena, su cuerpo se transformaba, se convertía en un lobo descontrolado, un hombre lobo, un hijo de la luna.
Las ansias de poder de Malfred nunca habían conocido límite, y ahora tenía el poder para conseguir cuanto quisiese. El poder humano ya no le interesaba, quería ser el señor de los vampiros, el más fuerte entre los fuertes. Consiguió gobernar y hacerse temer sobre todos los otros señores vampiros. Su lugarteniente, Lord Zacarías Drakenhoff, nombrado noble por el mismo conde, era la mejor mano derecha que podía tener, todos los otros vampiros temían la poderosa boca del lobo. El nombre de la casa Von Carstein empezó a ser conocido en todo el mundo sobrenatural. El conde tenía un ejercito de neonatos proporcionado por los demás nobles vampíricos que le rendían pleitesía. Él mismo había intentado aumentar sus tropas pero jamás había sido capaz de controlar su sed en aquellos 20 años en los que había sido el señor de la noche.
En la región solo quedaba un conde que no se había sublebado a la maldad de Malfred y los dientes de Zacarías. La mayor parte de los neonatos cayeron en aquella batalla, tanto de una facción como de la otra. El duque rojo había conseguido llegar hasta Malfred, su maestría en el combate no conocía parangón. Se abalanzó sobre su cuello, parecía el finde del conde, pero de la garganta de Malfred surgió un tono de voz que aún no conocía. "Detente" ordenó, y el duque rojo no fue capaz de acabar con la no vida de Malfred, pero el conde nunca tuvo compasión, y acabó con facilidad con el duque sometido. Así fue como descubrió su don. Durante los subsiguientes años Malfred practicó con esa habilidad, consiguiendo que cualquiera cumpliese su voluntad.
La fama del conde fue en aumento, a sus batallas se le dominaron las guerras carmesí. El nuevo obejtivo de Malfred era Volterra. Habían pasado 60 años desde su conversión, y aunque nadie lo veía ya, su longevidad comenzaba a ser sospechosa. Sus consejeros Vladimir y Stefan, surgidos de la nada y más anciano que la misma tierra que pisaban, le recomendaron algo que realmente enfadó al último Von Carstein, pero que tuvo que aceptar a regañadientes. En 1443 el gran conde Malfred Von Carstein "moría" por segunda vez, la primera vez oficial.
Al año resurgió, aunque nunca había dejado el control que ejercicía sobre los otros nobles. Pero este lapsus de tiempo fue aprovechado por los señores de Volterra, Cayo el más velico de los tres líderes lideró a la guardia, mucho más numerosa en la época que en la actualidad, aunque menos poderosa, se dirigió al territorio Von Carstein. La guardia acabó con facilidad con los neonatos,que apenas causaron bajas en el ejercito Volturis. Malfred y Zacarías luchaban contra ellos invencibles. El hombre lobo consiguió llegar hasta Cayo y en una lucha epica casi mató al señor de la guerra, al final Zacarías fue el que pereció obligando a Malfred a desaparecer, y dejar sus tierras. El lobo había caído, lo que había aumentado la ira del conde-El trono de Volterra me petenecerá, te lo prometo amigo-Fueron las palabras que resonaron en la mente del último Von Carstein, cuando desapareció.
El nombre de Malfred se perdió en la historia vampírica. Cien años después de su desaparición, en Paris una leyenda surgía. Se contaba su historia en cada callejos oscuro y serpenteante de la ciudad. Su nombre infundía el miedo incluso en los corazones de los más despiadados y egoístas:el Señor de las sombras. Nadie lo había visto jamás, o al menos nadie había sobrevivido después de hablar con él, pero su presencia se había notar en todas partes. En todos los barrios de la ciudad, ninguna acción criminal ocurría sin el consentimiento del señor de las sombras. Durante generaciones el señor de las sombras ha dominado todo desde la oscuridad de la noche, permaneciendo oculto durante generaciones entre las clases más altas de la sociedad. Los años pasaron lentamente, pero las ansias de poder nunca disminuyeron, él era le verdadero rey de reyes, el dios de los dioses.
Cien años más o quizas doscientos, fueron los que transcurrieron. El señor de las sombras había estado solo, planeando su ascenso al poder. En esta época conoció a una semejante, Irina Vervelle, su encuentro fue una casualidad, podría ser considerado así, si alguno de los dos creyese de verdad en las casualidades. Era la reina perfecta, despiadada como él y con las mismas ansias de poder. El poder debe de ser para los poderosos, y así fue comezaron su juego. Malfred había resurgido de entre las sombras, con una aliada muy poderosa, podría decirse que se enamoraron, no más de lo que estaban enamorados de si mismos. Fueron años en los que el juego los llenaba, seguros de que ganarían reunieron a los peones y programaron un ataque. Resultó fallido, y derrotados no fueron capaces de soportase y acabaron por separarse. Irina se fue con el viento y la nieve. Y el tablero se quedó sin reina.
Y de nuevo pasó el tiempo, Malfred vagó por toda Europa, reuniendo a los más fuertes, reuniendo conocimientos, buscado a Irina, buscandose así mismo. Los tiempos en los que había sido el más poderoso de los condes vampiros quedaba muy atras, olvidados con el tiempo. El rastro de Irina le llevó hasta una chica cuya locura le fascinó, y ya fuese por soledad, o por la necesidad de alguien con el que retomar el juego, hizo algo que jamás había conseguido hacer, controlar sus ansias de sangre, transformando a la chica en un angel inmortal, su hija, su discipula, Dana Luminita Von Carstein. Su mano derecha.
Europa se quedó pequeña y viajaron al nuevo mundo, se asentaron en Seattle y se mezclo con la alta sociedad. El clan Von Carstein no estaba acabado, Volterra caería, el verdadero rey tomaría el trono por la fuerza, nadie jamás olvidaría su nombre. El juego comenzaría de nuevo, aprendió que no solo se ganaba solo con peones, esta vez tendría a todas las demás piezas. Blancas mueven primero.
Raza: Vampiro carnivoro.
Virtud y vicio: Templaza y Sobervia.
Alineamineto: Caótico maligno.
- Spoiler:
Si sale que tengo habilidad.
Habilidad especial: En vida era tan temido como respetado por todos sus vasayos, en la otra vida esta habilidad se potencio muchisimo. Majestad: Esta habilidad puede hacer que con solo mirar su presencia aumente su encanto sobrenatural: sientes respeto, devoción y temor de forma universal. Lo tratan con respeto sin pensarlo conscientemente. Los débiles harán lo que sea por cumplir sus menores deseos, y hasta los mas resistentes tendrán dificultades para negarle nada. Solo su visión hace que la gente quede boquiabierta de asombro e incluso los más valientes sientan miedo y temor. Alzarle la voz será difícil, y levantar la mano impensable. Los pocos que logren ignorar este poderoso encanto y que se opongan pueden ser apabullados por las demás victimas sin que el conde tenga que levantar un dedo. Nunca se atreverían a contrariarle. Siempre parece imponente, nadie pensaría en contrariarlo y mucho menos desafiarlo físicamente. Con solo una orden puede hacer que cumplan sus deseos más banales o sus caprichos.
Otros Datos adicionales: Los humanos virgenes son su alimento preferido. | |
|