Un regalo al estilo Nessie *Carlisle*

Estaba en mi estudio, rodeado de libros de toda clase -aunque la mayoría, por supuesto, eran tratados de medicina-, tomando notas en mi cuaderno sobre algunas características de los comas inducidos por medicamentos. Planeaba, "accidentalmente" dejar mis apuntes en el hospital, seguramente le servirían a algún médico nuevo. Yo no necesitaba, ni quería publicar nada.

El sonido apagado del televisor, así como las sofocadas risas de Jasper y Emmett llegaban hasta mí, indicando que veían -probablemente- el super tazón. No estaba prestando mucha atención ahora mismo, estaba concentrado en mis apuntes y en los datos de uno de los pacientes del hospital. Pero pronto hubo un notorio cambio, llegó a mis fosas el fluvio de Edward, Bella y Nessie. Sonreí al recordar a mi pequeña nieta, cuyo ritmo de crecimiento era ya más lento, y que estaba tan despabilada como una chiquilla de siete años, a pesar de tener apenas dos años y medio.

Escuché las pisadas de Bella y Edward, que se dirigían a la sala de televisión a ver el super tazón -ahora está seguro que ése era el programa- y las pequeñas pisadas de mi nietecita que venía hacia el estudio. Pocos segundos después ella saltó a mis brazos y me saludó.

-Hola Nessie -la saludé con una sonrisa en los labios.

Iba a preguntarle cómo estaba, pero no me dió tiempo. Nessie no se andaba con rodeos cuando necesitaba que hiciéramos algo por ella. Aunque, cómo decirle que no, si también necesitaba conseguir algo para mi nuera... Para mi nueva hija.

-Está bien, vamos a decirle a tus papás -le susurré a la chiquilla, acariciando sus rizos cobrizos antes de bajarla al suelo.

Le dí la mano a Nessie mientras bajábamos a la sala, donde Emmett, Edward, Jasper y Bella, efectivamente, veían el super tazón. Le dije a Edward y Bella que pensaba salir un rato con Nessie al parque que a ella le gustaba ir en Forks, a lo cual ellos no se objetaron. Salimos de la casa con una mirada cómplice, y subimos al Mercedes. Tan pronto estuvimos de nuevo en la carretera estatal me atreví a hablar un poco más duro, seguro que ni Bella ni ninguno de los otros chicos podría escucharnos.

-Bueno Nessie... ¿Qué es lo que quieres comprarle a tu mamá, eh picarona? ¿Joyas?

La miré de reojo mientras manejaba el automóvil. Era inevitable sonreírle a la pequeña, al milagro de Edward y Bella, que aunque parecía imposible era la hija biológica de ambos. El vampiro y la humana, quién lo hubiese pensado. Le devolví la sonrisa encantado, era increíble la capacidad intelectual que tenía Nessie, y la eficiente forma en que la usaba. No se le escapaba ni medio evento en la casa.

-Es cierto lo que dices de las joyas, Nessie -le respondí- Pero, créeme, tu mamá llevaría con orgullo cualquier cosa que tú le regalaras. Así fuera vistosa para el gusto de Alice.

Giré a la izquierda para entrar en la carretera estatal, camino a Port Angeles. No sería fácil llevar la farsa si fuéramos hasta Seattle, dado el poco tiempo que disponíamos. Ni siquiera Edward era capaz de distraer a Bella lo suficiente, incluso aunque estuvieran a solas.

-Pero eso depende de tí. Lo que quieras darle a ella, será lo mejor para su cumpleaños, Nessie -concluí, manteniendo la velocidad.

Las manos de Reneesme en mi mejilla me tomaron casi por sorpresa. Un leve movimiento del carro fué lo único que delató mi momentánea sorpresa, para luego sumirme en las imágenes que la niña me transmitía mientras conservaba el rumbo, sin modificar ni la dirección ni la velocidad.

Globos coloridos, libros -esa sí que le gustaría a Bella-, CDs musicales, un peluche gigante de color blanco, un vestido como para una reunión formal, jeans desgastados, joyas...

Con que esas eran las ideas de Nessie, ¿eh? No estaban mal. A Bella le gustaría todo aquello: Los colores, la música, los libros, el toque de ternura con el peluche, y aunque no era una adicta a la moda, al menos ahora se mostraba menos reticente a ésta, si se compara su comportamiento vampírico con el humano.

-Eso veo, lo de tu problema con las decisiones en solitario, pequeñita -dije, acariciándole la tibia mejilla por un levísimo instante, después de verme libre de sus imágenes. Su risa resonaba en la cabina del automóvil como campanillas- Pero eso no es grave, de hecho, los niños de tu edad a duras penas deciden qué quieren de desayuno -dije, comparándola con los bebés humanos- Entonces, a la librería iremos primero -confirmé tras escuchar su último comentario al respecto- Y después a la joyería, seguida de la boutique, ¿te parece?

Además, sopesaba la posibilidad de darle mi propio regalo a Nessie. Tal vez quisiera un libro, un juguete, o algo. Después de todo, su propio cumpleaños número tres se aproximaba a pasos agigantados.