Medidas de seguridad ((Bianca, Birkoff))

Había pasado parte de la noche en vela, meditando sobre los acontecimientos que se desarrollasen en las inmediaciones de la fortaleza. Dos violaciones a la seguridad el mismo día: primero la vampiresa filtrándose hasta nuestra mansión... luego ella. Era molesto, me encontraba molesto por todo eso. Además, un punto que me inquietaba era la extraña manera de comunicarse entre Bianca y nuestra visitante, como si se conociesen desde tiempo atrás... tenía mis sospechas al respecto, presentía que algo se cocinaba ahí.

Muy temprano, todavía algo de madrugada, salí de mi alcoba en dirección a la habitación de Birkoff. Recorrí los blanquesinos pasillos, relucientes a causa de las recientes labores de pulición, hasta llegar a donde mi colaborador estaba. Llamé a su puerta tocando con algo de solidez en un par de ocasiones. No pasaron segundos cuando escuché una voz desde adentro, una voz somnolienta.

-Es hora de trabajar, necesito que actives los rastreadores, ahora mismo- ordené con gélida voz y un tono de fuerte autoridad.

Después de una pesada noche de arduo trabajo, numerosas tareas encomendadas por lord Lucian a mi con el fin de reforzar la seguridad, así como la edición del video de vigilancia tras el combate en la mansión, fui a mi habitación a dormir finalmente, un merecido descanso para mi débil humanidad encontrada casi al borde de la fatiga e histeria.

Soñaba con piñas coladas, una agradable playa en el Caribe, tres señoritas atendiéndome con la mayor servicialidad, incluso más que mi pesada madre. El sol brilla tenuemente en el cielo, mientras disfrutaba de aquellas vacaciones. Sin embargo, un terremoto hizo que la playa se llenase de agua, mis chicas se desvanecieran y mi bebida se echara a perder. Abrí los ojos y escuché que alguien llamaba a la puerta con un tanto de rudeza.

-¿Sí, qué desea?- pregunté con cierta pereza.

Eso cambio unos instantes después. Era lord Lucian, solicitando la activación de los dispositivos localizadores instalados en los vehículos que trajese desde Alemania. Me vestí en cuestión de un par de minutos y salí a recbirle. Aquella mirada inhumana solía quitarme el sueño justo como en ese momento.

-Por supuesto, mi lord. En este momento me dirigiré al centro de mando- respondí aguardando a que me permitiese pasar en dirección al lugar donde podría desarrollar mi tarea.

Por lo menos Birkoff era un sujeto preparado para servir sin importar la hora, el lugar o las circunstancias. No obstante, lucía notablemente cansado, debía ser por la necesidad de sueño que los humanos presentaban, mucho más elevada que en mi especie... incluso, eso me recordaba, había pasado casi setenta horas sin conciliar el sueño. Importaba poco, tenía asuntos más importantes que atender en ese preciso instante, y el lujo de descansar no me estaba permitido.

-Vamos, quiero algunos ajustes adicionales a mi vehículo- dije al tiempo que me daba media vuelta y le guiaba a través de los pasillos de la planta alta, hasta llegar a las escaleras, de donde descendimos para tomar el ascensor...- Quiero que cambies el molesto campaneo de esta cosa, me es irritante oirlo cada vez que desciendo al subterráneo.

Asentí silenciosamente a las palabras de lord Lucian, después de todo, mi labor en pos de la humanidad dependía en gran medida de cuanto tiempo le fuese de utilidad a aquel milenario ser cuyas glorias se contasen por centenares. Le seguí, con la vista agachada, a modo de reverencia y respeto por encontrarme detrás de un ser tan antiguo y poderoso.

Cuando llegamos al elevador, después de avanzar por los lujosos pasillos de Quince, decorados de una forma bastante peculiar en comparación con la personalidad de lord Lucian, mi señor pronunció un comentario que, de haber venido de cualquier otro, seguramente me hubiese reido de manera prolongada y sonora. Sin embargo, en presencia de él, tuve que contenerme con todas mis fuerzas, volviendo a asentir con un gesto de la cabeza, en silencio.

El ascensor nos condujo a la zona subterránea, el lugar en el cual descansaban todos los equipos a nuestra disposición. Lord Lucian salió primero, yo le seguí dirigiéndome a encender una de las computadoras que se encontraban en el gran salón. Tardó breves segundos en estar lista. Introduje velozmente los datos pertinentes para activar el sistema de rastreo satelital de los autos... pensando en que debía conseguirme uno de ellos en algún momento.

-Todo listo, mi lord- anuncié con una sonrisa de satisfacción en el rostro, cuando la máquina me indicó que la operación estaba finalizada existosamente- Usted podrá saber a donde va cada vehículo, incluso desde su Aston Martin.

Sospeché un intento frustrado por reir en Birkoff, el humano no era exactamente el mejor en ocultar sus sentimientos o acciones. Sin embargo, no ejercí represalias puesto que carecía de motivos reales para llevarlas a cabo. En cambio, me contenté con saber que esas malditas campanas desaparecerían de una vez y para siempre, lo cual ya era una notable ganancia para mis oidos.

Por última vez, el ascensor indicó la llegada al centro de mando con ese estridente ruido, abriendo sus puertas para permitirnos el paso. Acto seguido, me adelanté y abandoné el espacio del elevador a paso firme y decidido, dirigiéndome al sitio donde descansaba un aparato rastreador. Lo tomé mientras Birkoff comenzaba su tarea en la computador. Confiaba en que terminase pronto, pues mi paciencia no se encontraba de lo más elevada aquella madrugada.

Aguardé con ciertas ansias hasta que el humano indicó que mis órdenes estaban cumplidas. Encendí el rastreador y comprobé que funcionaba. Diez puntos aparecían marcados por encima de nuestra ubicación, unos metros al oeste, exactamente donde se localizaba la cochera. Miré a Birkoff con menor seriedad que de costumbre, satisfecho con sus acciones... por el momento.

-Excelente. Quiero que estés al pendiente de la ubicación de los autos. Si alguno se aleja a más de cien metros de la mansión, avísame de inmediato, en especial si es Bianca. Por lo demás, puedes hacer lo que te plasca este día- me di media vuelta para retornar al ascensor y desaparecer de ahí, sin pronunciar más palabras.

Habia tennido una buena noche sin dudar alguna, hacia tiempo que no dormia una noche seguida, me levate aun estaba el periodico con aquel anuncio que habia llamado poderosamente mi atencion, despues de arreglarme , tome el periodico entre mis manos para dirigirme a la cocina a comer algo rapido, tomaba un vaso de zumo, mientras leia nuevamente el anuncio del periodico, un estudio de tatuaje solicitaba, tatuador y perforador, sonrei aunque no nesesitaba trabajar, me gustaba hacer y por que no probar suerte me apresure a terminar mi zumo.

Sali de la cocina con el periodico en la mano y mi mochila en el hombro, sobre la mesa estaban las llaves de mi moto y del carro, dude un momento antes de tomar las llaves del auto, por que no probarlo ahora, me dirigi a la cochera, abriendo mi auto y subiendo en el para arrancarlo e ir en busca de esa direccion, arrannque ruidosamente escuchando cada uno de los caballos de potencia del mismo, sonrei y sali del fuerte.

Después que lord Lucian abandonó la estación de control, decidí una cosa importante: dormiría un rato más. Al final, casi todos había tomado parte en la batalla, suficiente para requerir una noche completa de descanso y paz. Me fui a la bodega, una zona muy tranquila y más cálida que el resto de la fría sala de mando. Me tumbé en el suelo, sin más, boca arriba y los sueños volvieron hasta mi con una placidez que agradecía sobremanera a las deidades que gobernaban el curso del universo.

Desperté después de un lapso relativamente corto, mucho mejor y de buen humor. Me desperecé como pude y fui a la sala de control. Me senté en la silla de piel, giratoria y color negro con una sonrisa en el rostro. A los pocos segundos levanté el auricular, marcando el número de la habitación de lord Lucian. Una vez me contestó, le informé de lo que veía por medio de mi computadora.

-Mi lord, Bianca está en movimiento. Se encuentra a 125 metros de los límites de la mansión, viajando al suroeste, en dirección a la autopista 101- informé sin perder detalle del Lexus.

Me encontraba en mi alcoba, escribiendo algunos detalles sobre el combate de la noche anterior y las sospechas que tenía respecto a la extraña relación entre Bianca y nuestra inesperada invitada al banquete celebrado horas atrás. Escribía algunos interrogantes que debía resolver, interrogantes bastante interesantes como estadista, cuando el teléfono sonó. Por el bien de quien llamaba, esperaba fuese importante, de lo contrario me conocería sumamente enojado.

-¿Qué ocurre?- pregunté sin molestarme en dar saludos ni mucho menos.

Del otro lado, la voz de Birkoff sonó clara y con información de lo más importante. Colgué sin decir más, pues no requería de sus servicios en ese instante. Tomé mi aparato localizador y bajé hasta la cochera, sin que nadie se percatase de ello. Saqué las llaves de mi vehículo, las cuales traía preparadas para una eventualidad semejante, y abordé el Aston Martin.

-Veamos hasta dónde planeas ir- me dije mientras las puertas del garage se abrían, para después cruzar los límites de la mansión a toda velocidad, pero sin aproximarme demasiado al auto de Bianca... la curiosidad me guiaría a averiguar lo que requería, tanto si eran sospechas con fundamentos válidos como si no.

Manejaba por la carretera famiarizandome con el nuevo auto, al llegar a la desviacion pare un poco para hechar una revision a la direccion del lugar donde me dirigia, La Push, en la plaza central de La Push, nombre del estudio, es Myth Park Tattoos lei en voz baja , para dejar sobre el asiento del copiloto, arranque rumbo a La Push, miraba todo alrededor, tal vez despues del lo del estudio iria a visitar a un amigo, no lo sabia, pero lo primero lo primero.

Entre a la zona de La Push, el olor a lican invadia toda la zona, notable para mi, para alguien normal tal vez no, bajemi velocidad al entrar para dirigirme al lugar sin perder ningun detalle del lugar.

Salí a alta velocidad de la mansión, siguiendo el rastro que me indicaba el aparato ubicado en el tablero del Aston Martin, dispuesto a llegar al fondo de aquel asunto. El cielo se notaba más nublado, impidiendo el paso de la luz solar. Era excelente ese detalle, podía mantenerme un poco más oculto, sin contar que una ligera niebla se agudizó en cuanto me aproximé a La Push... demasiado conveniente y fortuito para mi labor.... demasiado.

Pese a ello, la idea de entrar en La Push no me resultaba del todo agradable, pues había demasiados cambiaformas en la zona. Pero es algo que debe realizarse me dije mientras bajaba la velocidad, al igual que el Lexus que perseguía.

Maneje lentamente entrando a la plaza de La push, mientras manejaba revisaba los nombres de las calles y los numeros para cotejar con la direccion que se presentaba en el anuncio del periodico, cuando llegue al lugar mire a todos lados para buscar un lugar donde estacionar el carro, encontre uno a algunas cuadras de la direccion, deje el carro , baje de el tomando mi mochila y el periodico, cerre el carro y camine de regreso al lugar.

Me comenzaba a fastidiar de andar en aquella cosa de metal y plástico, movida por un motor de combustión. Prefería el rozar del aire, pero simplemente requería esa máquina para continuar mi persecución, la cual llegó a su final al observar como el punto brillante frenaba en el centro de La Push... infortunadamente, ese sitio otra vez.

Estacioné el llamativo Aston Martin a unos 150 metros de distancia del vehículo usado por Bianca. Me encargué de activar todas las medidas de seguridad de mi auto, tras lo cual comencé a caminar en la dirección que marcaba mi sentido del olfato... pero, conforme me acercaba, otra esencia particularmente conocida se manifestó.... no puede ser... no otra vez me dije algo desconcertado.

Bianca es una traidora murmuré con una sonrisa de ira.