En cuanto terminé de charlar con Freda, dejé Seattle.
Me bajé del auto y entré a la casa, estaba llena de malesa y polvo, hacia mucho que no hacia la limpieza pertinente.
Incluso noté a la entrada un gran nido de ratas, me enfurecí, tomé una que estaba a punto de escaparse, clavé mis colmillos en ella, y le arranqué la cabeza.
-sabes tan mal como luces ¡LARGO!- aventé su cuerpecito destrozado por ahi.
Miré el interior con melancolia, los aromas de Freda y Laurent se habian desvanecido, en la pared estaban las pinturas de Freda, en la sala, el gran piano con la tapa baja y abandonado cubierto por una gran manta gris.
Salí al jardin, mis rosas, todas estaban muertas, me estremecí.
Llegué hasta el lugar donde estaban mi piano, aquél viejo piano. Parecia mas viejo que nunca y de pronto senti su efluvio, apreté los puños.
Busqué desesperada un bote con gasolina, unos fosforos, entré a la casa de nuevo y saqué toda mi ropa, hojas, papeles, fotos, libros, discos los coloqué a un lado del viejo piano.
-No es por ti Laurent- dije al tiempo que rociaba la gasolina en todas mis cosas y el piano, lancé un fosforo.