Pasarela de Hipocritas [Libre]

*Era un día preciosamente nublado, me encantaba el frio, tal como a unas personas el sol les daba energía a mí las nubes me recargaban, la lluvia me reanimaba, el viento me hacía sentir viva, amaba todo lo que provenía del frio.
Llegue al cementerio y camine altivamente por el recorriendo y leyendo cada tumba, leyendo los epitafios, eso poemas llenos de amor que supuestamente pero para mí era sínicos mensajes que reflejaban el arrepentimiento de algunos, yo nunca fingiría que sufría por alguien, ni por mis padres llore, me parecía que el cementerio era una pasarela de falsos e hipócritas. Me gustaba ir al cementerio a burlarme de ellos, claro que no era tan descarada como para hacerlo en sus caras pero lo pensaba. Me quede sentada en un banco mirando hacia los mausoleos*

Tenia tanto tiempo que no iba a uno de esos lugares donde los humanos le lloraban a sus seres "queridos", bueno al menos ellos decian eso.
Uno de mis lugares favoritos. Habian de tantos en Volterra, pero ya habia recorrido cada tumba mirando la mortalidad de esos seres, al punto de aburrirme y buscar algo más, en otro lugar.
Asi que me dirigí a un cementerio diferente, tal vez a cenar o solo a recordar la miserable vida de un humano, no muy diferente a la de alguien como yo.
Él clima era perfecto para salir, igual mi clima favorito. Ahora solo necesitaba alguna distracción.

Al llegar, miré a mi alrededor, cuando de pronto vi la silueta de alguien sentada, mirando a las grandes cavidades, llamadas mausoleos, de las cuales aún me preguntaba que tenian de especial y diferente a las demás.

Me acerqué con cautela, silenciosa, como gato a punto de cazar.

No podía pasar toda la vida junto a Patsy, contrario a mis enormes deseos de tener a mi lado cada segundo de mi existencia. Justamente, en sus horas de cacería, las cuales preferíamos mantenernos alejados para evitar situaciones poco previsibles, me gustaba sentarme a leer el diario, conducir un poco, deambular por la ciudad... pero aquella ocasión, un pensamiento me sugirió encaminarme hasta el pueblo en que todo comenzara, aquel sitio en donde mi más grande aventura diera inicio algunos años atrás: Forks.

Ya no solía visitar esa población debido a mis ocupaciones en el banco o la universidad, sin embargo, con algo de tiempo libre, no tardé en llevar el XJ220 hasta ese sitio. Apagué el motor, deteniéndome frente a la entrada del viejo cementerio. Una sonrisa se dibujó al instante en mi rostro, radiante, al pensar en la sola idea de hacer frente a uno de los dos adversarios que debía derrotar aún: la muerte.

Abrí la puerta y tomé mi sombre, colocando mi capa sobre mis hombres. Saqué mi bastón con empuñadura de dragón del asiento para copiloto, tras lo cual eché un vistazo al cielo encapotado, plagado de oscuras nubes que, de no ser por el lugar, presagiarían una terrible tormenta. Golpeé el suelo con mi bastón y comencé mi caminata, tranquilamente, sólo pensando en cuanto me quedaba antes de perder la batalla contra la vida.

Las hojas marchitas regadas por el suelo avisaban de mis andanzas por el camposanto. El frío aliento de la muerte me ayudaba a recodar a Patsy en aquella zona abandonada. Un par de cuervos me observaban con sus negros ojos desde un árbol prácticamente seco, graznando simultáneamente. El hecho en cuestió me causó gracia, haciendo que comenzará a cantar parte mi melodía favorita en voz moderada.

-And in this labyrinth where night is blind, the Phantom of the Opera is there, inside your mind

*Mientras miraba los mausoleos pensaba en las personas que habían pasado por mi vida:

"Montón de inútiles"

Todos habían sido para mí unos simples títeres, nadie había lograr superarme todos corrían a para cumplir con mis caprichos, era realmente como unos zombis, y el estar aquí en el cementerio me hacia recordarlos, ya que para mi eran un montón de muertos, sus vidas me eran inútiles, desde mis padres hasta mis conquistas, mis socios, nadie me superaba, todos me temían pero en ocasiones pensaba en que me gustaría conocer a alguien que estuviera a la par conmigo, sentía que todos a mi alrededor eran unos tontos.

Continuaba pensando cuando mi vista es distraída por una mujer que entra en el cementerio vi que se acercaba a mí de manera inquietante, y vi a un hombre y muy desinteresada como siempre dije*

_Buenas, ¿buscan a alguien?

Mi deambular por los pasillos casi borrados del lugar me condujeron hasta un par de figuras humanoides. No esperaba gran compañía en ese sitio, lo que despertó un tanto mi curiosidad en ese instante. Tomando una bocanada de aire gélido que prácticamente heló mis pulmones durante una fracción de segundo, como el mortuorio elixir que manaba de los labios de Patsy cada vez que era capaz de capturarlos con los míos, cambié el rumbo para aproximarme a donde se ubicaban las otras presencias humanas.

Saludé con una reverencia quitándome el sombrero, sujetándole en la diestra al igual que mi bastón. Ladeé la cabeza ligeramente, poniendo atención a las palabras de la mujer que pronunciase palabra primero. Una media sonrisa decoró mi reluciente rostro mientras enunciaba una respuesta por demás peculiar, aunque, quizás, no tan fuera de lugar.

-Preguntar a quién busco es como averiguar el qué en cuestiones de fé- hice una breve pausa, en la cual me coloqué el bombín de nueva cuenta. Me aclaré la garganta para después proseguir, dirigiendo la mirada alternadamente a cada una de las mujeres, de las cuales una me parecía muy peculiar...- Pero si con su interrogante buscaba indagar sobre mis motivos de caminar entre el reino de los muertos y los No-Muertos, entonces responderé que trato de conseguir lo mismo que el artista en un arcoiris o el asesino en la escena del crimen: inspiración- concluí afablemente.

Apoyé parte de mi peso sobre la empuñadura de mi bastón, posando ambas manos sobre ella. No solía sere exactamente común, y tampoco planeaba comenzar a serlo de la nada.

Inhalé profundamente el aire infestado con muerte y podredumbre. Era curioso como en esa clase de lugares podía sentirme tan agusto. Un pequeña ráfaga de viento movió con ligereza el sombrero en mi cabeza, mientras reía con suavidad ante la afirmación de la mujer de cabellera castaña. Cerré los ojos a continuación y casi fui capaz de percibir el aroma tan hechizante de Patsy en mi nariz, su tersa piel en mis mejillas y el roce de sus labios.

-Todo depende a qué musa se entregue el artista. No todos siguen la misma senda mortuoria, puesto que otros prefieren adquirir sus dotes del poder de la vida o la naturaleza, aunque la misma creación se haya encargado de plasmar por su propia mano el esplendor del arte- respiré un instante, divirtiéndome al recordar mis propias palabras, carentes de sentido para el que es incapaz de encontrarles mayor significado que la literalidad de ellas. Levanté mi bastón y lo giré un par de ocasiones en mi mano derecha antes de proseguir- Sin embargo, para aquellos que vivimos entre los No-Muertos y estamos acostumbrados a la compañía de los fallecidos, la muerte no es más que una amiga, una guía de nuestros pasos y la estrella que deja un rastro para seguirle.

Callé tras mi breve discurso, mirando a la joven pelirroja cuyas facciones me llamaban la atención un tanto más de lo habitual. Froté mi barbilla un par de ocasiones para después dirigir la mirada a los epitafios, aquellos pensamientos tan torpes que los vivos grabasen en piedra para honrar a los que son incapaces de leerlos... que ironía tan grande... la vida rinde culto a la muerte...negué con la cabeza mientras continuaba estudiando el peculiar detalle que recién saltaba a mi contemplación.

Reí alegremente ante la última afirmación. Yo mismo sabía que el poder de la muerte no regía sobre algunos cuantos seres nocturnos capaces de hacerle frente a Hades con sus propias fuerzas... y que, además, dentro de mí ardía la llama de la ambisición, del deseo de conseguir semejante dote de manos de los dioses mismo.

Caminé alrededor de mi interlocutora, echando un vistazo a todos lados, meneando la cabeza. El ser ignorante de la majestad inmortal de los verdaderos dueños del mundo siempre causaba el mismo torpe efecto de resignacion o aceptación ante la "inevitable" muerte. Irónico era que ello fuese indispensable para mantener la tranquilidad en el mundo de los No-Muertos.

-Ni siquiera la muerte es una seguridad en un planeta tan plagado de misterios- repliqué con tranquilidad, admirando la fauna seca del cementerio- Hoy día, no sabemos si lo peor es morir o ser olvidado. - recargó su peso en el bastón otra vez, observando ahora a las dos jóvenes que se encontraban ahí, taladrando con sus ojos celestes las miradas de sus interlocutoras.