Nidito de Amor

La tuve acunada con mi cuerpo y mis brazos. Nuestras miradas se unieron por unos segundos que parecieron eternos. Sentir su cuerpo era una sensación irresistible, por unos momentos nuestras manos se unieron entrelazándose y observé que llevábamos nuestra insignia de compromiso, de nuestro amor. La despojé de sus prendas que me estorbaban para sentir su piel, lentamente no había prisa. Mis dedos inquietos acariciaron su piel como si tocara una tela de seda. Me quité la camisa para que nuestros cuerpos desnudos se sintieran unidos al contacto. Recorrí todos los rincones prohibidos con mis labios para darle placer. Tomé el néctar de le lujuria y me perdí en ella.

Ahora desde que habiamos decidido unirnos para siempre, el contacto fisico era mucho mas intenso, porque teniamos la plena seguridad de que estariamos juntos para el resto de nuestras vidas y mas allá de ellas. Sentía la frialdad de sus labios por todo mi cuerpo, éste se retorcia por la sensación, mis ojos casi nunca se cerraban, no queria perderme nada de lo que él hacia. Adoraba la perfección de su cuerpo, su piel pálida hacia contraste con sus oscuros ojos, eso era encantador, aunque el color me decia que no se habia alimentado en un largo tiempo. Me sentí mal por unos instantes, pero olvidé aquello cuando sus labios succionaban alguna parte de mi vida, esta vez me fue inevitable cerrar lo ojos. Me incorporé un poco solo para tomarlo del cabello y acercarlo a mi rostro satisfecho, lo besé con cierta lujuria, y mis manos buscaron ansiosas una parte especifica de su cuerpo....

Con una sed que me desgarraba las entrañas quería devorarme por completo a mi hermosa esposa. No era una sed de sangre una sed de amor. De nuestro amor, sediento de su cuerpo, de sus labios. Nuestros cuerpos se unieron como dos perfectas esculturas de mármol. Sentí un calor ficticio, pero ese calor no era de nuestro cuerpo era de nuestro amor que estaba fluyendo en ese momento. Un sonio parecido a un suspiro llamo mi atención y luego sus manos entre mi cabello hicieron posarme sobre su cuerpo, para mirarla de nuevo y perderme en sus ojos ambarinos que me encantaban. La besé con profundidad perdiéndome en ese beso que no quería que terminara nunca, sentí sus manos inquietas sobre mi cuerpo, producían en mí un placer incondicional, pasional.

Moi aussi, t’aime mon ange…–susurré apenas audible, mi cuerpo desnudo se deslizó como olas sobre su vientre compenetrando profundamente en su ser interno. La miré y me mordí los labios ahogando un alarido de placer, agitado continúe con mis movimientos oscilantes, lentos, disfrutando cada movimiento. Deslicé mis labios sobre su cuello, lamiéndolo, saboreándolo, mordiéndolo con ternura como si desprendiera una suave piel de durazno. Su cuerpo se curvó, la sentía más cerca, mas unida a mí, éramos uno solo en ese momento. Ahogué sus sopores con mis besos, sentí sus uñas que desgarraban mi piel, lo cual hacía sentirme más estimulado casi llegando al borde de un nirvana.

Cuando crei que todo habia terminado una nueva oleada de emociones intensas recorrió mi cuerpo, el solo mirarme en sus ojos hacia que perdiera los estribos completamente. Mis uñas dejaron su marca en la espalda de mi ahora esposo. Me aferraba con fuerza a él. Sentía adorablemente su movimiento, escuché su delicioso francés, y odiaba no entenderlo, pero me encantaba, sonreí y esas palabras hicieron que mi cuerpo exhalara un leve sonido de placer.
Mis manos buscaron las delicadas sábanas de seda negra, la sensación de las sábanas en mi piel era la misma de Laurent rozando mi cuerpo. La misma textura, la misma temperatura.

Giré mi cuerpo hasta quedar boca abajo, pegué mi cara a las delicadas sábanas, dejando descubierto mi cuello y mi espalda por completo, miré un poco mi piel desnuda, el contraste del pigmento oscuro de mis tatuajes hacia un juego hermoso con la extrema palidez. Me sentí absorta y deseada. Le lancé una mirada a Laurent. Deseaba sentir sus labios frios en mi espalda.

Su olor era indescriptiblemente dulce, la deseaba tanto que su piel era para mí un sueño hecho realidad. Pasee mis labios por cada espacio de piel desde el tronco del cuello hasta donde la espalda pierde su nombre. Era un libro al que conocía de principio a fin, leerlo era descubrir algo nuevo entre sus páginas. Acaricié su piel marmórea y perfecta. Mi mente y mi cuerpo estaban perdidos en ella. Quería decirle cuanto la amaba, pero no había necesidad, sabía que la amaba más que a mi vida. Me coloqué sobre de ella para besarle el cuello. Aprisionarla entre mi cuerpo desnudo y mis brazos. Para poder unirnos de nuevo en un ritual de deseo y pasión. Balbuceaba cuando la amaba en francés, una y otra vez, creo que ya lo tenía grabado de memoria que observaba su sonrisa al escucharme susurrarle aquellas palabras al oído.

Y mis deseos eran cumplidos. Sus labios recorrieron toda mi espalda. Mi sonrisa dibujada en el rostro cada vez lucia mas placentera, perfecta.
Me sujeté de la cabecera de la cama, escuchaba como crujia con cada movimiento, mi cuerpo envuelto en aquellas sábanas negras se retorcia de vez en cuando. Mis ojos viajaron hasta aquella parte de su cuerpo, y su perfección inundó mi boca de palabras, las cuales se opacaron con los gritos ahogados de satisfacción. De nuevo giré mi cuerpo para quedar de frente a él. enredé mis dedos en su cabello y lo jalé hacia atrás, sometido alcanzé a ver una leve sonrisa en sus labios, aunque no estuve segura de ello. Besé su cuello y lo mordí un par de veces, me pareció ver una gota negra derramarse por su blanca piel,...

Sentí su manos enredarse con mi cabello el cual tiró como si fuera una bestia, lo cual hizo robar me mis labios una sonrisa, su maldad era algo instintiva, me gustaba. Sentí un ardor en la piel lo cual hizo que mis ojos incrementaran su tonalidad en negro, más profundos y el olor a sangre empezó a invadir mi cuerpo. Gemí no de dolor, sino de placer. La tomé de los hombros con fuerza para poseerla casi por completo, le mordí en la base del seno como si mordiera un suave melocotón maduro. Un hilo de sangre brotó manchando su piel y combinando los olores que eran exquisitos. Lamí con la punta de la lengua cada particula de sangre y bebí como si tomara de una fuente divina. Sentí como pasó tibia por mi garganta, y deseaba más pero me detuve. Agitado con los labios manchados de su sangre, la miré con unos ojos inyectados de lujuria, malvados. Ahora era mi presa y solo alcancé a ver una sonrisa que se escapo de sus labios.

Completamente alterada desvié mis ojos al liquido oscuro que se derramaba por mi cuerpo. Una quemazón atravesó mi garganta como daga hirviendo. De mi boca salian gemidos llenos de dolor, pero era un dolor que disfrutaba, que me alteraba cada vez mas. Lo miré con la locura desbordada en mis ojos. Senti su lengua recorriendo mi pecho, llegó hasta la cintura. Mis manos seguian enredadas en su cabello. Busqué desesperada esa gota que habia causado todo esto, ahora era un hilo completo de sangre el cual habia llegado hasta su dorso. Me apresuré a limpiarlo, la sangre seguia brotando de su cuello. Mis ojos centellearon al ver ahora las sabanas con un ligero toque carmín. El aroma de su piel combinado con la sangre era embriagador. Deseosa y ya sin temple, mordi un costado de su cintura, pasé mi lengua por la sangre que comenzaba a brotar, tomé sus manos y las llevé a mis labios llenos de sangre. Las besé con ternura, mis labios sangrando se quedaron marcados en la insignia de nuestro compromiso.

Como oleadas de navajas corrían por mi cuerpo, calientes y filosas. Sus labios paseaban fríos y firmes sobre aquel liquido vital, sobre la piel. Para cualquiera hubiera aterrorizado, pero para nosotros era algo divertido, sonreí con malicia. Me estremecí al sentír y al verla, la deseaba y la amaba tanto. La abracé más cerca para que nuestros cuerpos se unieran en un profundo beso, pude sentir como su cuerpo vibró de igual manera que el mio y la tiré de nuevo a la cama donde se escuchó el crujir de la madera. Era mia y la amaba, yo le pertenecía, podía matarme ahora si quisiera, no iba hacer nada para impedírselo.
-Mon amour je t'aime.. -le dije mientras le acariciaba su rostro que tenía algunas vetas rojas- nunca lo olvides, nunca.